Niños idealistas: rasgos y características

A las personas idealistas los motiva el cambio por lograr un mundo mejor. "Cortarles las alas" no impedirá que lo intenten, pero es necesario acompañarlos a gestionar sus emociones.

Soñar con un mundo mejor. Seguramente, a lo largo de nuestra vida hemos pensado en ello en numerosas ocasiones y, en otras tantas, nos hemos comprometido con dicha meta. Para los niños y las niñas idealistas, se trata de un objetivo diario, algo en lo que reflexionan de manera continua. Pero, ¿a qué costo? Veamos cuáles son las características de estos pequeños.

¿Cómo son los niños idealistas?

Es probable que alguna vez te hayas cruzado con una persona con fuertes convicciones sobre la posibilidad de lograr mejorar el entorno en el que vivimos. Quizás, este espíritu los haya acompañado toda su vida y por eso, te vemos a contar cuáles son los rasgos más típicos de los niños y de las niñas idealistas:

  1. Tienen muy en claro sus valores y actúan en función de ellos. La solidaridad, la equidad, la justicia, el cuidado del medio ambiente son algunos de los principios que los guían. Están preocupados por algo que está “más allá” de su contexto inmediato y por eso se movilizan hacia una dirección de cambio. En este sentido, muchos de los niños idealistas buscan trascender, pero no por ganar el mérito propio ni por ser reconocidos, sino porque creen en un futuro mejor y desean dejar un legado diferente.
  2. No se quedan en las palabras: quieren ser parte del cambio que persiguen. Se trata de infantes que no se limitan a soñar y que, por el contrario, buscan motorizar el cambio. Se implican en las situaciones que les interesan y manifiestan gran compromiso, sin importar las dificultades que tienen delante.
  3. Son personas solidarias, cuyos objetivos trascienden el interés individual. Manifiestan preocupación por la comunidad a la que pertenecen, persiguen el ideal de lograr que todas las personas gocen de una mejor situación que la que tienen.
  4. Se caracterizan por su empatía. Se conmueven por las situaciones adversas de los demás, se preocupan por quienes se encuentran a su alrededor y se esfuerzan porque estén bien y a gusto.
  5. Suelen tener personalidades conciliadoras, comunicativas y de negociación.
  6. Tienen referentes: suelen identificar algunas personas a las que admiran, las escuchan constantemente y quieren aprender de ella. Luego, siguen su ejemplo y buscan imitarlas.

Qué tener en cuenta sobre los niños y niñas idealistas

El mundo real le plantea un desafío permanente a los niños y a las niñas idealistas: pues la justicia existe tanto como la injusticia. Aunque se esfuercen, sus resultados no siempre irán en la dirección que desean.

Muchos adultos podrán decir que la vida es así y esto es completamente cierto. Sin embargo, los niños y las niñas idealistas dedican mucho esfuerzo y atención a guiarse por sus valores y a perseguir sus ideales, lo cual supone exponerse más a la frustración. Por eso, a continuación algunas recomendaciones para acompañar su crianza.

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Si tienes un hijo idealista, no intentes disuadirlo de luchar por sus ideales. Acompáñalo a trazar metas alcanzables, que le permitan acercarse cada vez más a ese gran desafío que se propone.

Hablar mucho con ellos

Crear espacios de diálogo, en los cuales puedan expresarse y compartir lo que sienten y cómo se sienten. Hay que seguir muy de cerca sus emociones, en especial porque siempre están preocupados por los demás.

A su vez, hay que ayudarlos a tramitar la frustración que provoca que las personas se comporten con intereses egoístas. Es esencial enseñarles a reconocer y a gestionar sus emociones, porque pueden ser muy sensibles a la situación de los demás y cargárselas como propias. Incluso, cuando son situaciones muy ajenas y sobre las que tienen poca injerencia.

Ayudarlos a pensar en metas realistas y alcanzables

En términos prácticos, a “mantener los pies sobre la tierra”. Es importante acompañar a estos niños en el proceso hacia sus metas, pero también, ayudarlos a regularse. Por ejemplo, entender que hay cuestiones que llevan tiempo, que no es suficiente el deseo o acción de una sola persona para lograr un gran cambio en la sociedad.

Todos estos consejos los ayudará a pensar a “menor escala” y a buscar producir un impacto positivo en sus grupos más cercanos y de referencia para empezar.

Tomar en serio lo que dicen siempre

Durante mucho tiempo se subestimó el potencial de transformación que podían ejercer los niños y las niñas. Esto sucedía por la persistencia de un criterio social adultocentrista, que ponderaba las ideas en función de la edad de quienes las proponían.

Sin embargo, hay niños que tienen un espíritu idealista y comprometido, que buscan crear otra realidad posible y cuyas ideas son buenas.  Desanimarlos porque nos preocupa que sufran o para evitar decepcionarlos no les impedirá seguir adelante con sus sueños. Por el contrario, los dejará sin nuestra contención.

De esta manera, es clave validar a estos niños, reconocer sus deseos, ayudarlos a alcanzar sus metas y ofrecerles el sostén y el apoyo que necesitan. Es necesario procurarles una educación que les aporte recursos, que les permita afrontar situaciones y que no les “corte las alas”. Una educación que les permita satisfacer ese apetito por el cambio y que no esté enfocada únicamente en transmitirles un conocimiento teórico.

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Las ilusiones no siempre son ingenuas y, por el contrario, pueden mantener viva la llama de la motivación. Entonces, ¿por qué intentamos apagarla?

Aprender de los niños y niñas idealistas

Muchas veces, el mundo adulto se caracteriza por tener una dosis “extra” de racionalidad u objetividad y justificarse por la necesidad de mantener los “pies sobre la tierra”. Por eso, muchas veces los padres miramos el mundo con lentes de realismo, pero olvidamos las ilusiones y los sueños en el camino. Incluso, dejamos de lado el propósito o el sentido de lo que hacemos.

Los niños y las niñas idealistas vienen a recordarnos ese “para qué”, vienen a contagiar y a motivar. Desde el rol adulto, tenemos mucho para aportarles y podemos guiarlos muy bien para que no se desanimen ante los tropiezos. Pero, en esencia, debemos permitirles ser quienes son y dejarlos que nos iluminen con su ilusión.

Bibliografía

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