Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un gran número de dificultades que, con el tiempo, se convierten en trastornos de salud mental tienen su inicio alrededor de los 14 años de edad. De ellos, muchos quedan sin diagnóstico y tratamiento.
De allí la importancia de hablar de salud mental con los adolescentes para prevenir. Veamos entonces cómo hacerlo.
¿Por qué es importante hablar con los adolescentes sobre salud mental?
Existen diferentes razones por las cuales es importante hablar con los adolescentes sobre salud mental.
Una de ellas tiene que ver con que muchos de los problemas de la adultez tienen su inicio en la adolescencia y pueden resultar realmente limitantes. Por lo tanto, es imprescindible intervenir a tiempo para evitar que impidan una vida plena y de calidad.
Otra razón para hablar sobre salud mental tiene que ver con aclarar de qué se trata. Muchas veces, los jóvenes igualan la salud a la ausencia de enfermedad. De este modo, estar sanos es no estar enfermos, reduciendo un concepto tan complejo como rico.
La salud mental tiene un vínculo directo con el bienestar, con quién queremos y podemos ser. Se relaciona con nuestro crecimiento y la posibilidad de desplegar nuestras habilidades, con aprender a reconocer las emociones y enriquecer el universo emocional.
Esto no implica desconocer que tenemos problemas: significa que podemos pedir ayuda para solucionarlos, que todos somos vulnerables y que no hay nada de malo o «raro» en ello.
Te puede interesar:: Cambios emocionales en la adolescencia
¿Cómo podemos identificar que un adolescente tiene un problema de salud mental?
La ansiedad, la depresión, los problemas de conducta y los trastornos de la conducta alimentaria figuran entre los problemas más frecuentes y en ascenso en los adolescentes.
A veces, los signos de alerta son evidentes, otras veces no tanto. A eso, debemos sumarle que la adolescencia es una etapa en la que muchos jóvenes intentan mantener a los adultos alejados de sus vidas. También el propio ritmo laboral impide que detectemos algunas señales. Veamos algunos de los indicadores de un problema de salud mental.
- Pérdida de interés o disfrute en actividades que antes resultaban placenteras.
- Cambios en el estado de ánimo y en sus emociones: irritabilidad, ataques de llanto, miedo.
- Dificultades para dormir, que incluye desde pesadillas hasta cambios en el sueño.
- Cambios en el apetito, especialmente cambios extremos. Por ejemplo, pérdida del mismo o un llamativo interés por la comida.
- Preocupación o nerviosismo constante. Incluso a veces lo manifiestan como un «la cabeza me va a estallar» o «no puedo dejar de pensar».
Ahora bien, ¿cuándo estas señales son muy importantes? Cuando observamos que son persistentes y están afectando otras áreas de la vida. Es esperable sentir un poco de ansiedad ante una competencia deportiva. Sin embargo, cuando esa ansiedad tiñe todo de displacer, entonces hay que intervenir con otras estrategias.
¿Cómo acompañar a los adolescentes?
A veces no se trata de grandes consejos, sino de pequeños pasos. Como adultos, muchas veces nos limitamos con nuestros hijos porque nos quedamos atrapados en planes pretenciosos para levantarles el ánimo.
Sin embargo, es en las situaciones cotidianas, aquellas que parecen más insignificantes, en las que más nos necesitan. Una pena de amor, una amistad rota, la incomodidad con los cambios corporales o un compañero que hizo una broma pesada.
De lo que se trata es de acompañarlos y sugerirles medidas «ordinarias» que los ayuden a sortear sus obstáculos. Por ejemplo, respirar, tener una lista con canciones que les gusten, llamar a un amigo para conversar, darse una ducha, hacer ejercicio, pasear con la mascota, tener un diario, descansar el tiempo suficiente, entre otras.
Algunas recomendaciones para hablar con adolescentes sobre salud mental son las siguientes:
- Contar nuestra propia experiencia. Cómo nos sentimos, qué hacemos cuándo tenemos problemas, qué nos ayuda a tranquilizarnos. Partir desde nuestro costado más humano les ayuda a entender que todas las personas tenemos dificultades y que es importante gestionar el autocuidado y pedir ayuda.
- Crear un clima. Conversar sobre algunos temas puede ser difícil. Por eso, podemos pensar en alguna salida que funcione como una «excusa» para acercarse y compartir lo que nos pasa.
- Escuchar y validar. No minimicemos situaciones, no intentemos «explicarles con un sermón» cómo son las cosas. Empecemos por generar un espacio de seguridad y confianza para que puedan expresarse sin miedo. Luego escuchemos aquello que quieran compartir y seamos respetuosos de sus tiempos.
- Busquemos ayuda juntos. Se trata de ser sostén de nuestros hijos y resolver junto a ellos aquello que les inquieta.
Por supuesto, es importante que seamos capaces de gestionar nuestras emociones, evitando la preocupación excesiva, la sobreprotección o el drama.
Liberar la presión de la felicidad y lo perfecto
Especialmente presentes en sudaderas, en Instagram y en múltiples discursos de influencers en las redes sociales, al día de hoy, la meta única de todo parecer ser la felicidad. Sin embargo, muchas veces olvidamos que está hecha también de tropiezos y desaciertos.
En este sentido, hablar sobre salud mental con los adolescentes les va a permitir entender que la frustración también es parte de la vida y que deben aprender a vivir con menos presiones por ser y parecer de una determinada manera. «Parecer felices» a cualquier costo no debe ser la meta.
Bibliografía
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- de Jesús Moreno-Gordillo, G., Trujillo-Olivera, L. E., García-Chong, N. R., & Tapia-Garduño, F. (2019). Suicidio y depresión en adolescentes: una revisión de la literatura. Revista Chilena de Salud Pública, 23(1), 31-41.
- Moscoso, D. R. B., Narvaez, L. D. C. V., Ortiz, L. F. A., Ramos, R. A., & Gonzalez, E. M. V. (2021). Ansiedad y depresión en adolescentes. Revista Boletín Redipe, 10(2), 182-189.