Son muchos los niños pequeños que agreden física o verbalmente a sus padres cuando están enfadados. Este hecho puede ocurrir en cualquier familia, más allá de la influencia de factores como el estilo de crianza o las características propias de cada ambiente familiar.
La agresividad infantil no siempre se asocia a un trastorno, a una pauta cultural o al nivel socioeconómico de su entorno familiar. Entonces, ¿por qué pegan o insultan los niños a sus padres? Sigue leyendo y descúbrelo.
El niño que pega a sus padres, una conducta que debe revisarse
Es posible que alguna vez hayas visto a un niño o una niña que, en medio de una rabieta, haya intentado empujar o pegar a sus padres, como también que hayas visto escenas de insultos poco agradables de presenciar.
Son situaciones que impactan y que pueden llegar a tensionar a los padres, ya que no saben cómo reaccionar ante esta violencia e incluso, pueden responder con más violencia. Por ello, se trata de una situación que debe abordarse con sumo cuidado y con la mayor asertividad posible.
Factores que influyen en la agresividad
Este problema suele ocurrir por un cúmulo de factores que se deben tener muy presentes para entender por qué el pequeño tiene dificultad para gestionar sus emociones de forma adecuada. En términos generales, le faltan habilidades suficientes para controlar las emociones intensas que tiene en un momento determinado.
Asimismo, puede ocurrir porque en el núcleo familiar exista una falta de normas y límites, o que estos últimos sean excesivos. En este sentido, la educación que es demasiado permisiva o demasiado autoritaria hace que los pequeños tengan baja tolerancia a la frustración, sean más impulsivos y no tengan empatía.
Así lo expone una investigación publicada en la revista Acta Médica del Centro, donde se suman otros aspectos que pueden tener influencia sobre esta conducta. Un ejemplo son las carencias afectivas o que las personas responsables del cuidado del niño cambien con frecuencia.
Otros elementos externos como el bajo nivel de escolaridad de los padres o vivir en condiciones inadecuadas también tienen cierto grado de influencia. La suma de todos estos factores aumentaría la probabilidad de que surja un comportamiento agresivo infantil.
La edad también es un punto importante que hay que tener en cuenta. Es necesario saber la edad que tiene el pequeño, ya que no es lo mismo un niño de 15 meses que le pegue a alguien que le quita un juguete, a un niño de 6 años que empuja a otro ante un momento de frustración. O un adolescente de 16 que agrede a su hermano cada vez que se enfada.
Todo esto está relacionado con la interiorización de las normas que pueda tener el pequeño en sus diferentes etapas de crecimiento. Un niño mayor de 12 años ya conoce de forma clara los límites y las normas por las que se rige la sociedad. Por ello, la agresividad en este punto debe examinarse con más detenimiento.
Así pues, a continuación, vamos a ver según la edad, por qué puede ocurrir y qué puedes hacer para solucionar el problema en el caso de que tu hijo te pegue. De esta manera, entenderás su conducta y sabrás cómo abordar el asunto.
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El niño que pega a sus padres: 3 o 4 años
El niño que pega a sus padres a esta edad puede tener conductas egoístas y agresivas cuando tiene una rabieta. Pero es a partir de los 3 años cuando esta conducta debe quedar eliminada y moldear, de este modo, un buen comportamiento ante una frustración o emoción intensa.
Son reacciones normales ante la frustración con estas edades que, en realidad, no tienen una verdadera intención de hacer daño. Es simplemente su respuesta emocional a causa de una ira explosiva incontrolada al no poder conseguir lo que desea en un momento determinado.
Esta es la edad primordial para comenzar a enseñar a los pequeños, estrategias de afrontamiento emocional para lidiar con los conflictos o sensaciones negativas que puedan tener.
5 o 6 años
En esta etapa es posible que el pequeño sienta que con la agresión es la única manera de poder llamar la atención de sus progenitores. Se da cuenta de que, cuando tiene una explosión de ira, sus padres le hacen caso. Ocurre un refuerzo negativo que potencia esa conducta poco adecuada en su desarrollo.
En este sentido, es fundamental que observes tu propio comportamiento ante una conducta agresiva de tu hijo para así evaluar si en tu proceder hay algo que pueda imitar de algún modo. Ten en cuenta si en tu actitud hay algo que pueda hacer que tu pequeño estalle.
Al respecto, en un artículo publicado en la revista Liberabit se expone que hay psicólogos que han observado una relación frecuente entre las conductas agresivas de algunos niños y un entorno familiar cargado de emociones negativas entre sus progenitores.
En relación con eso, analiza cuándo tu hija o hijo está tranquilo y reclama tu atención o ayuda, qué hace cuando no le escuchas o no atiendes sus necesidades porque estás ocupado u ocupada haciendo otras cosas. Qué ocurre cuando no muestras empatía ni disponibilidad ante sus demandas.
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Los niños necesitan sentirse escuchados y comprendidos
Si no le haces caso, es posible que prefiera tener una explosión emocional y recibir así tu atención, en lugar de sentirse ignorado. Si reaccionas de manera violenta, pero igual lo complaces, seguirá haciéndolo. Por eso, tu reacción es muy importante ante este tipo de circunstancias.
No todo lo que tu hijo pida tiene que ser atendido. Y en muchas ocasiones, tienes que enseñarle la espera y la tolerancia a la frustración a través de la empatía y del cariño. Aunque no le des todo lo que pide, préstale atención y centra tu interés en él junto a una buena comprensión. Así, podrás enseñarle a manejar mejor la frustración y las emociones más intensas.
Enséñale que las cosas que quiere las puede conseguir de otra forma, por ejemplo, comportándose mejor sin necesidad de pegar o de tener un comportamiento agresivo.
En una investigación difundida a través de la revista NPunto se expone que los niños aprenden a gestionar las emociones «a través de la “escucha activa”, el diálogo, el desarrollo de la empatía, la comunicación no verbal, sabiendo decir no y también a reaccionar sin violencia». Y que estos aprendizajes vienen sobre todo del seno de la familia, traduciéndose en un estilo de vida saludable.
«Las emociones están presentes en nuestras vidas desde que nacemos y juegan un papel relevante en la construcción de nuestra personalidad e interacción social, teniendo en cuenta el entorno y la personalidad».
-Sonia Vázquez-
Eres su ejemplo: ¿qué puedes hacer?
Recuerda que eres su mejor ejemplo y que, por lo tanto, tu reacción es fundamental. No pierdas los papeles, no grites, no te enfades y, mucho menos, pegues. Porque si lo haces, es más que probable que tu hijo haga lo mismo cuando se enfade.
Por otra parte, si tu hijo te ha pegado, lo mejor es que te apartes de la situación para respirar hondo. Así, podrás pensar en cómo abordarla de manera positiva. Siempre que los ánimos estén más calmados, puedes decirle algo como: «No me gusta que me peguen, así que me voy y, cuando te calmes, podremos hablar y buscar la solución a lo que te sucede».
Según un estudio de la Revista Parenting, la crianza receptiva es clave para regular los comportamientos disruptivos de los hijos, puesto que «responder con sensibilidad a la angustia de sus hijos pequeños puede respaldar resultados positivos en los niños».
Por lo tanto, cumple lo que dices y demuéstrale a tu hijo que le prestarás atención solo cuando se haya calmado. De esta manera, recibirá dos mensajes: que sus necesidades y sus sentimientos son importantes para ti y que, si alguien no nos trata bien, hay que poner límites.
Bibliografía
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