Educar desde la mirada de un niño es educar teniendo en cuenta el proceso evolutivo de cada uno y adaptarnos a él. Es importante que acompañemos a nuestro hijo en su desarrollo pero, si queremos establecer una buena conexión con él, debemos hacerlo desde su mirada, no desde la nuestra como adultos.
Es importante establecer vínculos seguros con nuestros pequeños que les ayuden a crecer sanos. Esto lo conseguiremos respetando su proceso de maduración desde el amor y la empatía.
La infancia es uno de los grandes tesoros que posee el mundo. La relación de cada niño con el adulto puede facilitar o impedir su desarrollo de manera saludable, dependiendo de muchos factores interdependientes.
Cómo crear vínculos seguros y saludables desde la mirada de un niño
Es necesario que tendamos un puente para conectar nuestro mundo adulto con el infantil. Debemos sustituir la visión clásica del modelo adulto (“yo sé, tú no sabes”) por el sano y poco frecuente ejercicio de empatía.
El elemento clave durante la crianza es nuestra mirada, es decir, el cómo y desde dónde nos relacionamos con nuestros hijos. Podemos diferenciar dos tipos de mirada para poder distinguir las formas de relación con nuestro niño: la vertical y la horizontal.
Mirada vertical
Este tipo de mirada se referiría a cómo el adulto dirige el desarrollo evolutivo del niño desde arriba. La idea aquí es que hay que “enseñar al niño porque no sabe”.
Por ejemplo: dormir solos, aunque llamen a llantos a mamá; comer de todo, aunque no estén preparados; compartir, aunque no haya llegado al momento de socializar…
Esta costumbre de ‘enseñar’ todo, incluso sus funciones naturales, de las que se encargan sus procesos de autorregulación, indica que desconocemos su ritmo de maduración y capacidad de autorregulación.
Mirada horizontal
Esta mirada sería la que educa a la infancia desde el respeto y empatía por su proceso de maduración. Aquí, el adulto se pone a la altura del niño y lo acompaña en su desarrollo ‘con ojos de niño.
“Mirar con ojos de niño significa comprender y sentir junto al niño”.
-Francesco Tonucci, piscopedagogo y dibujante italiano-
Si educamos desde la mirada de un niño, estaremos observando cuándo está preparado para dar pasos en su desarrollo evolutivo y no forzarlo a alcanzar metas para las que no está preparado.
Necesidades de los niños frente a necesidades adultas
Los niños, hasta que no alcanzan los 3 años, no entienden las explicaciones razonadas. Hasta ese momento, solo esperan que respondamos a sus necesidades para sentir que la vida es segura a nuestro lado.
En este sentido la clave esencial para conocer sus necesidades emocionales y vitales es hacerlo desde la paciencia, el respeto y el apoyo emocional que ellos necesitan los seis primeros años de vida. Es en esta etapa donde se forma su carácter y su vínculo seguro.
La mirada de un niño: diferencias entre las necesidades del niño y del adulto
Las necesidades en la adultez y en la infancia son opuestas por una simple razón: la diferencia en su evolución madurativa. Ellos son pequeños y todavía no tienen la madurez de un adulto. En cambio, nosotros somos adultos que ya hemos alcanzado esa madurez.
- Los niños necesitan depender de nosotros para crecer – Nosotros, que crezcan cuanto antes para que sean independientes.
- Ellos necesitan a mamá o papá para dormir y, así, sentirse seguros – Nosotros, que duerman solos
- Los pequeños necesitan jugar sin parar, pues esta es su forma de aprender a vivir – Nosotros, poder descansar después de ir a trabajar.
- Nuestros hijos necesitan hablar sin parar y que escuchemos sus inquietudes – Nosotros, un poco de silencio tras un duro día de trabajo.
Así podríamos continuar y las necesidades de ambos seguirían siendo opuestas y, a veces, irreconciliables. Porque ellos viven desde el placer, necesitan sentirse bien y que sus necesidades queden cubiertas, mientras que nosotros vivimos desde el deber.
Pero no podemos olvidar que, para que crezcan sanos y seguros, los niños necesitan cubrir sus necesidades emocionales: cuando lloran, que sus papis atiendan su llanto, que tengamos contacto corporal con ellos y que respetemos su ritmo de maduración.
“La fuerza o debilidad del yo del niño está en función de la capacidad del cuidador para responder adecuadamente a la absoluta dependencia del bebé en las primeras fases de la vida”.
-Donald Woods Winnicott-
Que nuestros hijos sean en un futuro adultos razonables y solidarios lo podemos conseguir educando desde la mirada de un niño. Esto podemos conseguirlo poniéndonos en su lugar, respetando sus ritmos evolutivos. De esta forma, crecerán siendo niños sanos y felices.