Tres juegos para enseñar a los niños a resolver conflictos

Tarde o temprano, los niños deberán enfrentar conflictos en sus vidas. Por ese motivo, tener las herramientas adecuadas para manejar la situación será fundamental. ¿Cómo podemos transmitir esta habilidad?

Una parte fundamental de la crianza y la educación es enseñar a los niños a resolver conflictos. Para ello, deben expresar sus sentimientos, desarrollar capacidades de comunicación y de tolerancia y potenciar su capacidad de trabajar en equipo y pensar en el bien común.

Existen diferentes juegos que son muy útiles para alcanzar este objetivo, principalmente en el medio educativo. A través de ellos, se establecen dinámicas de resolución de conflictos de una forma lúdica y divertida para los infantes. A continuación, veremos tres ejemplos de juegos para enseñar a los niños a resolver conflictos.

Juegos para enseñar a los niños a resolver conflictos

La realidad en los ambientes familiar o escolar proporciona ejemplos para trabajar la importancia de que los niños aprendan a convivir, a aceptar y aceptarse como diferentes, a escuchar, tolerar y comprender a los otros. De ahí la necesidad formativa de crear situaciones que propendan a la solución de conflictos. Estos juegos son herramientas idóneas para ello.

1. El círculo

El juego del círculo tiene como objetivo mostrar que cada persona tiene sus propias motivaciones, diferentes de las de los demás. Busca, además, que los niños aprendan a comprender y a respetar la opinión de sus pares, aunque sea contraria a la suya. Con estos objetivos, se pretende enseñar a los niños a resolver conflictos.

Se trata de encontrar algunos voluntarios que quieran formar un pequeño círculo. Pueden ser seis o siete; el resto de niños formarán un círculo más grande alrededor.

El animador del juego, que es generalmente el profesor, propondrá un tema de debate. Puede tratarse de un conflicto real que haya existido dentro del grupo o de un asunto ficticio.

Los niños que formaron el primer círculo debaten el problema. Una vez que han finalizado, el resto de sus compañeros lo discute. En esta segunda conversación, se analizará también por qué los niños se ofrecieron como voluntarios, cuáles fueron sus motivaciones.

Asimismo, se debe hablar sobre cómo se sintieron al no coincidir con las opiniones de otros niños, si esto ocurre; luego, se analiza si se respetaron o no los distintos puntos de vista. Finalmente, se debe hacer una evaluación para saber si alguno de ellos cambió de opinión después de este ejercicio. El rol del animador es fundamental en este juego.

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2. La telaraña

En el juego de la telaraña, todos los participantes deben pasar a través de una telaraña sin tocarla. El objetivo de este juego educativo es fomentar la capacidad colectiva de tomar decisiones y resolver conflictos. Los niños aprenderán a confiar en sus compañeros y a valorar la cooperación.

Para realizar esta actividad, se necesita una cuerda y un espacio amplio, de preferencia al aire libre. También serán necesarios dos postes o árboles para amarrar la cuerda a cada lado.

Antes de empezar el juego, se debe construir una telaraña con la cuerda. Se deben dejar espacios de varios tamaños, los más grandes un poco altos.

La consigna es que los niños tienen que pasar al otro lado de la telaraña sin tocarla; es decir, sin tocar la cuerda. Para lograrlo, deben pensar entre todos la mejor manera de pasar por los espacios y ayudarse unos a otros.

Se puede aumentar la motivación de los niños creando una historia de terror alrededor de la necesidad de ‘escapar’ atravesando la cuerda.

Al final de la actividad, se hará una evaluación a través de un debate entre todos los participantes. En esta discusión, se analizarán los mecanismos de cooperación que se pusieron en marcha y se pedirá a los niños que digan cómo se sintieron a lo largo del ejercicio.

El juego de la telaraña permite enseñar a los niños a resolver conflictos de forma grupal. Como consecuencia indirecta, los pequeños irán socializando cada vez más.

“A través de los juegos para enseñar a los niños a resolver conflictos, se establecen dinámicas de aprendizaje de una forma lúdica y divertida para los infantes”

3. La dramatización

La dinámica de la dramatización —o juego de roles— es muy utilizada también a la hora de enseñar a los niños a resolver conflictos. Su principal objetivo es desarrollar y fomentar la empatía entre los participantes. Se trata de dramatizar una situación real o una inventada; el grupo puede tener hasta unos veinte participantes.

El animador o profesor deberá proponer una situación de conflicto. Si dentro del grupo ha existido alguna situación que haya generado tensiones o peleas, se puede aprovechar esta oportunidad para tratarla. También se puede inventar una situación hipotética.

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Se pide que algunos niños se presten como voluntarios para interpretar los distintos roles de los personajes que son protagonistas de la historia. Por supuesto, se les debe dar algunos minutos para estudiar su personaje.

A continuación, se realiza una dramatización de la situación. El último paso es realizar un debate entre todo el grupo. En esta discusión, se tratará de alcanzar un punto de entendimiento común, una especie de acuerdo.

Como verás, todas estas actividades son sencillas y divertidas; por lo tanto, contaremos con la atención y motivación de los pequeños para participar de ellas, sobre todo en el ambiente escolar y con sus amigos. Escoge la más efectiva y enseña a los infantes esta importante habilidad para su futuro.

Una visión positiva del conflicto en la escuela

La palabra conflicto no siempre es bien vista en el ambiente escolar. El error y el fracaso son señalados y vienen cargados negativamente. Esto hace que no se motive el aprendizaje a partir del error, muy al contrario, se ha creado un ambiente en el que se proscribe y da temor cometerlo.
Por otro lado, el conflicto supone diferencia de criterio, sin embargo la escuela promueve la homogeneización. Ahora bien, como tradicionalmente tiene una connotación negativa, se requerirá del grupo motivaciones y estrategias de comunicación que le den al conflicto una dimensión positiva.

«El conflicto no es malo en sí mismo. El conflicto es un proceso, es decir, es construido por las partes en disputa y tiene un surgimiento, un desarrollo y un desenlace, y va trazando un “canal”, crea una pauta de interacción. Por eso es tan importante enseñar pautas de resolución cooperativa del conflicto.»

Silvina Funes

El conflicto bien mirado ofrece una perspectiva crítica que crea las bases para la transformación de prácticas y valores. Incide en la organización y su fuerza y dinamismo intrínsecos pueden llegar a actuar en las propias estructuras de la institución.

Fomentar el conflicto no es incentivar peleas, sino escenarios para confrontar argumentos y criterios, vale decir, para la libre expresión de las ideas.

Bibliografía

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