Si has vuelto a la rutina y te estás planteando que tu hijo cambie de actividad extraescolar o se apunte por primera vez a una, te contamos los 12 beneficios del yoga para niños.
¿Por qué apuntar a mi hijo a clase de yoga?
El yoga es una disciplina psicofísica con la que se alcanzan condiciones de gran bienestar para el cuerpo y la mente.
Practicar yoga es una forma divertida de desarrollar importantes habilidades en un entorno positivo y nada competitivo. Esta atmósfera de calma y bienestar es muy favorable para el desarrollo físico y emocional de nuestros hijos, ya que les ayuda a relajarse y divertirse.
Gracias a su flexibilidad y sentido del equilibrio, les resulta muy fácil adoptar las distintas posturas. Los niños son capaces de abstraerse totalmente del mundo que les rodea y concentrarse totalmente en el juego.
Además, gracias a la práctica de yoga para niños aprenden a respirar de forma correcta y profunda por medio de la respiración abdominal, esto es, con la nariz y la barriga. Esta técnica mejora el funcionamiento del aparato respiratorio y calma la mente, porque cuanto más tranquila y regular es la respiración, más se aplacan los pensamientos.
Las posturas del yoga, inspiradas en elementos de la naturaleza como los animales o las plantas, permiten a quien las practica entrar en sintonía con el propio cuerpo y, también, como reflejo, con las manifestaciones energéticas que estas posturas recuerdan.
Practicar yoga desde pequeños proporciona a los niños la mejor base que puedan tener en la vida adulta
12 Beneficios del yoga para niños
- Mejora la flexibilidad.
- Aumenta la fuerza y resistencia.
- Fortalece los músculos.
- Ayuda a la coordinación.
- Favorece conciencia corporal.
- Mejora la concentración.
- Mantiene la sensación de calma.
- Relaja la mente.
- Permite conectarse más profundamente con el yo interior.
- Desarrolla una relación íntima con el mundo natural que les rodea y una gran autoconfianza.
- Fomenta el compañerismo y la amistad.
- Promueve el respeto hacia el medio ambiente, la paz y el amor.
Beneficios del yoga en niños con TDAH
La práctica de asanas o posturas de yoga refuerza el nivel de concentración de tu hijo, su memoria y su conciencia corporal. Es por esto que través de diferentes juegos estructurados según la edad del niño se desarrolla su creatividad, imaginación y autoestima.
Además, por medio de las técnicas de respiración y relajación se apacigua y calma el sistema nervioso liberando estados de ansiedad, tensión y estrés. Así, el yoga para niños con TDAH puede ayudarlos en los siguientes aspectos:
- Impulsividad. La práctica habitual de yoga se trabaja a través del establecimiento de una serie de rutinas repetitivas y sistemáticas que los niños adquieren. Las rutinas ayudan al niño con TDAH a la automatización de las conductas. Además, la práctica sistemática de movimientos corporales mejora el conocimiento de su cuerpo y potencia la mejor organización de su cerebro.
- Hiperactividad. A través de la relajación, el niño con TDAH logra disminuir su hiperactividad y mejorar su concentración, además de disminuir su inquietud y desarrollar la coordinación teniendo menor tensión muscular.
- Atención. Trabajando las posturas corporales de una manera lúdica, se desarrolla la capacidad de centrarse en una única cosa desechando los estímulos poco importantes.
Asanas para practicar con tu hijo en casa
- Saludo al sol. Se trata de una serie de posturas que sirven como calentamiento para una sesión de yoga. Ayuda a mantenerse en forma y estirar todo el cuerpo.
- El árbol. De pie, con las piernas juntas y los brazos estirados y apoyados en las caderas, concentrad la mirada en un punto que esté frente a vosotros. A continuación, elevad el pie derecho y apoyado la planta sobre la parte interna del muslo izquierdo, en el punto más alto posible. Una vez que hayáis alcanzado el equilibrio, levantad los brazos uniendo las palmas de las manos sobre la cabeza. Bajad el pie derecho y repetir el ejercicio con el otro pie. Cuando hayáis terminado, relajaos durante unos minutos.
- El leñador. De pie, con las piernas bien separadas y los dedos de las manos entrelazados, inspirad profundamente y elevad los brazos. A continuación, con una espiración rápida, bajad las manos y ponedlas entre las piernas, flexionando también la espalda. Notaréis como, al bajar, la voz libera un sonido espontáneo y natural. Después, recuperar la posición y realizar el ejercicio varias veces.
Bibliografía
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