La inocencia del niño, magia y fuente de energía del universo

La inocencia del niño, magia y fuente de energía del universo
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 08 mayo, 2020

La inocencia del niño no tiene precio. No se compra ni se vende. Por eso, como padres, tenemos en nuestras manos la inmensa posibilidad de poder apreciarla, valorarla y disfrutarla cada día. No existe mayor magia ni verdad que esa que se nos muestra a diario ante nuestros ojos de la manera más natural y genuina.

La inocencia del niño es, además, la fuente de energía del universo. Los niños conservan una particular manera de mirar la vida y el mundo que los rodea. Dueños de un mirada sencilla, alegre, crédula e imaginativa ante toda situación cotidiana. Nuestros hijos son realmente especiales y únicos.

¿Alguna vez has observado con suma atención los ojos de un niño? Su mirada refleja confianza, curiosidad y felicidad por doquier. Franqueza, pureza y frescura son solo una mínima parte de lo que representan los niños. El brillo de aquello que alguna vez fuimos todos en uno de los rasgos más bellos de la humanidad.

Encontraremos piedras en el camino, pero compartir el mundo de los niños nos ayuda a entender que nada es imposible

–César Bona–

La magia de la inocencia del niño

La inocencia del niño es magia pura. El brillo que desprenden puede encandilar hasta a los más escépticos. Los pequeños tienen el don de nacer inocentes. Y, con el correr del tiempo, solo desean aprender, ser amados y disfrutar la vida. Así de simple y profunda es su filosofía de vida.

Los niños disfrutan pasando el tiempo con sus padres

Sus razonamiento no lineales, su inagotable curiosidad y su inmensa sed de conocimiento los hacen únicos

La capacidad de asombro que parece que jamás se pierde ni se agota los convierte en seres superiores. Su inocencia habla a través de la sinceridad de sus corazones. Sin embargo, ello no los convierte en personas aburridas, todo lo contrario.

Los niños son felices, y son la ayuda que la vida nos brinda para que también nosotros lo seamos. Por eso su inocencia no es sinónimo de simpleza sino de diversión. En su cabeza el mundo tiene otro color y otra música, y eso los hace especiales. Los problemas no existen y si aparecen siempre tienen solución. La vida es bonita sencillamente porque es vida.

Tampoco la inocencia del niño destila ignorancia, ingenuidad o falta de madurez. Muy lejos de ello, denota la ilusión, una gran capacidad de imaginación y una admirable, limpia y maravillosa manera de ver las cosas. Una oda a otro tipo de inteligencia sin límites, condiciones ni barreras mentales.

La inocencia del niño, fuente de energía del universo

La inocencia del niño es la fuente de energía del universo. La mayor verdad del mundo y toda la esperanza posible de cara al futuro. Por eso, respetar esta característica suya durante la niñez y rendir culto a su infancia debería ser una obligación de todos los padres.

La inocencia del niño es una de las cualidades que lo definen hasta que llega a la pubertad

Que enseñar a los niños y nutrirlos cultural y cognitivamente no sea limitarlos. Evitemos perder por todos los medios a aprender gracias a las lecciones que nuestros hijos tienen preparadas para nosotros. Tenemos que tratar de no perder la bonita costumbre de sucumbir ante sus inigualables ocurrencias.

Pues, en definitiva, la palabra crecer no debería responder a nada más que al desarrollo físico de los menores. Los niños no deben contaminarse con los asuntos de los adultos. Aquellos que simplemente les cortan las alas de la imaginación y de la creatividad.

Avanzar en su niñez no debe suponer obligatoriamente el abandono de esta capacidad de respuesta sincera. Ya llegará el día en que ellos tengan que perder su inocencia de manera natural, sin que nosotros intervengamos. Llegará un día en que tu hijo hable como un adulto y razone como tal; pero mientras tanto, no tengas prisa, disfruta de este momento.

Jamás te canses de sorprenderte con esa magia única. Libérate para permitirte el lujo de ejercitar -como ellos- tu curiosidad por las cosas, las personas y el mundo que nos rodea.

Sobre todas las cosas, hazte un enorme favor. Disfruta a cada minuto de la inocencia de tus hijos. Es el mejor regalo que te ha podido dar la vida. El tiempo pasará y la riqueza que tu hijo hoy guarda tarde o temprano desaparecerá, por mucho que quieras evitarlo. Déjalo ser y nútrete de ello.


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