A veces, muchos padres en el mundo sienten que son los maestros de sus hijos, y aunque ciertamente papá y mamá les enseñan a sus hijos muchas cosas prácticas como comer, ir al baño, caminar… ellos también vienen a enseñarle mucho a los adultos que le rodean, sobre todo vienen a mostrarle a sus padres lo esencial de la vida: la importancia de amar sin medida, de ser generosos, de ver el mundo con ojos de asombro. Por eso, a estas alturas, me doy cuenta de que soy yo la que aprendo todos los días de mi hijo.
Los padres que se esfuerzan por respetar de manera profunda a sus hijos consiguen hacer crecer su conciencia a pasos agigantados. Respetar a tu hijo implica entender su autonomía, sus procesos de aprendizaje, su criterio, sus necesidades y para lograr eso es necesario hacer un esfuerzo en la educación por ser mejores personas para poder educar a nuestros hijos.
Todo este proceso, no solo te lleva a respetar a tu hijo sino que aprendes a respetar a las personas y a tener ese valor como un principio inquebrantable para tratar con los demás, solo así es como se le puede enseñar el valor del respeto a un niño.
Criar a mi hijo ha significado una revolución en mi vida, porque cada día me esfuerzo por ser una mejor versión de mi misma. Tengo que hacerlo si quiero dar el ejemplo, porque aunque es cierto que aprendo todos los días cosas hermosas de mi hijo, las cuales me llenan de compasión y ternura, no es menos cierto que él está aprendiendo a cada instante de mí. Y saber eso me motiva a cambiar, a ser mejor persona y esa es otra de las lecciones que aprendo cada día gracias a su presencia.
Ser padre implica enseñar y aprender al mismo tiempo
Ser padres hoy en día también supone un esfuerzo intelectual, pues es desde la luz del conocimiento que podemos poner en práctica una pedagogía más consciente que motive a los niños a aprender a resolver problemas por sí mismos, a actuar desde la libertad y el respeto, lo cual puede lograrse al aplicar una educación que no contemple los premios ni los castigos sino que los motive a formarse su propio criterio.
Y para aplicar ese tipo de educación tengo que trabajar en mi personalidad para no caer en las soluciones fáciles; y lograrlo implica implementar una nueva pedagogía, una que respeta los conceptos con los que fui criada, pero que se humaniza cada vez más.
Poniendo esos conceptos de humanidad en práctica es como aprendo todos los días; lo hago cuando respeto la esencia de mi hijo, cuando fomento su autonomía, cuando lo aliento a participar en las decisiones que lo afectan y cuando siembro en él valores como la cooperación en lugar de la competitividad.
Aprendo de mi hijo todos los días porque él me ha vuelto a enseñar el valor de la familia, del amor, del respeto, de la comunicación y de pasar tiempo con los seres amados. Ser madre me ha devuelto la claridad sobre lo importante que es ser agradecidos con la vida, lo fundamental que es cuidarnos unos a otros.
Aprendo con amor
Tener a un hijo te hace aprender a ver que una de las mejores manera de vivir tu vida, es haciendo que todos los días estén llenos de detalles y de momentos especiales. Los niños suelen ser muy detallistas y espontáneos, aprendamos de ellos, quienes son los grandes maestros de los adultos.
Junto a mi bebé he aprendido que lo más importante en la vida es ser feliz y que la felicidad se puede alcanzar a través de cosas simples, como aprender a compartir sanamente en familia, también tratando de ayudar a los demás y haciendo mis tareas lo mejor que puedo; todas esas cosas ayudan a llenar el alma y esa sensación de plenitud es lo que nos hace felices cada día.
Poder estar al lado de mi hijo y verlo crecer me ha transformado como persona, siento que estoy llena de amor, que veo la vida de otra manera y que tengo todas las fuerzas del mundo; mi hijo es quien ha hecho ese cambio en mí, él es mi maestro, de quien aprendo cada día.
Bibliografía
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