Para la mamá eso llamado “intimidad” es un bien preciado que acabó perdiéndose hace mucho casi sin saber cómo. Apenas disponemos de espacios propios ni de tiempo en soledad para reinicarnos o incluso para mirarnos al espejo. Porque al instante, surge un lloro, un grito o una demanda de atención. Y la “supermamá” acude al rescate.
Ser madre, ser padre, es una tarea que nos ocupa no solo 24 horas al día, sino el doble. En especial por esa presión mental donde se le añaden muchos más factores. A la crianza se le suma el cuidado de un hogar y el sustento económico.
Según un estudio publicado en la “American Sociological review” las madres “multitarea” que trabajan fuera y dentro de casa ( sin apenas intimidad o tiempo para ellas mismas) son más tendentes a sufrir estrés y ataques de ansiedad.
Queda claro que hay muchas diferencias individuales. No obstante, hay un aspecto esencial que no deberíamos descuidar. Es necesario tener intimidad de vez en cuando. Instantes propios, espacios privados donde atendernos. Es necesario establecer algún algún que otro límite para armonizar un poco nuestra vida y disfrutar al máximo de la crianza de los más pequeños.
Te proponemos reflexionar sobre ello.
La intimidad, eso que perdimos hace tanto
Algo que todos sabemos es que aún disfrutando y queriendo a nuestras parejas, siempre agradecemos algún que otro instante a solas con nosotras mismas. En intimidad. Un paseo, una mañana libre para hacer lo que deseemos, una tarde lectura, un baño relajante…
Ahora bien, con el embarazo y el nacimiento del primer hijo cambian muchas cosas. Y cambian para bien, no hay duda. Porque ser madre, ser padre es una etapa excepcional de crecimiento donde nos proponemos ser mejores y dar a ese niño o niña todo lo que merece. Todo lo bueno de este mundo.
Sin embargo, nos damos cuenta de algo asombroso: dejamos de tener tiempo para nosotras mismas. Durante los primeros meses de vida los bebés son parte inseparable de nuestra piel, de nuestros sentidos. Más tarde, con los primeros pasos viene ese “radar” interno con el cual, evitar riesgos, cuidar de cada cosa que tocan, que se llevan a la boca…
Ir al baño y cerrar la puerta es algo que dejamos de hacer. Necesitamos “escuchar” para estar al tanto, no sea “que pase algo”. De este modo, y casi sin darnos cuenta, eso llamado intimidad es algo que desaparece por sí solo como algo que una vez tuvimos y que ahora echamos en falta.
Mamá necesita un respiro de vez en cuando
Nuestros hijos necesitan la mejor “versión” de nosotros mismos. Así que hemos de tenerlo en cuenta. Un padre o una madre estresada que lleva su tiempo al límite nunca ofrecerá una atención de calidad. Permitirnos instantes de intimidad de vez en cuando es salud, es equilibrio y es bienestar.
Ahora bien, es necesario gestionar de forma adecuada algunos aspectos. Te proponemos tomar nota.
Descansar no es “desconectar” de nuestros hijos
- Nunca dejaremos a nuestros hijos solos. Ni nos encerraremos en el baño para darnos una ducha relajante si nuestro hijo es aún muy pequeño y está jugado en el salón, por ejemplo.
- Descansar no “es desconectar” sino delegar responsabilidades en otros. Tan sencillo como eso. Es vital que logremos armonizar tiempos, descansos y obligaciones con nuestra pareja u otros miembros de la familia.
- A lo largo del día debes ofrecerte al menos una hora para ti misma. Delega en tu pareja ese instante para poder relajarte, salir a comprar, a pasear, a hablar con una amiga, a dormir si lo necesitas.
Llegada la edad, nuestros hijos deben entender qué es la intimidad
Con seis, siete u ocho años la presión de la atención y el cuidado ya se reduce. Es momento de negociar responsabilidades, espacios, obligaciones y tiempos propios.
- No serás una “mala madre” por decirle a tu hijo con respeto y cariño aquello de “mamá necesita descansar media hora”, “mamá está leyendo”, “mamá se va a relajar dándose un baño”…
- Nuestros hijos deben darse cuenta de forma temprana que los adultos también tenemos necesidades. La privacidad, el respeto por los demás y la empatía son dimensiones que deberíamos propiciar en ellos de modo temprano.
Si me das un momento de intimidad, luego estaré contigo al máximo
Darnos un respiro puntual es un modo de recargar pilas. No hay nada de malo en otorgárnoslo, en dejar que la abuela recoja del cole a los niños una tarde. O en que papá bañe una tarde a nuestro bebé mientras nosotras dormimos un poco en el sofá.
Después de ese paréntesis quedamos renovadas. Nuestros sentidos vuelven a estar al máximo para sacar sonrisas, para alimentar, para enseñar, para orientar en cada paso, para ayudar con deberes o cambiar pañales.
Si eres mamá eres una guerrera del día a día. No obstante, todo buen guerrero necesita de algún instante de privacidad para quitarse la armadura, ir al baño, depilarse, ponerse crema en el rostro y tomarse un café bien caliente.
No hay nada de malo en ello.