El apego en la adolescencia

El apego en la adolescencia estará marcado por las experiencias de la infancia. Sin embargo, es posible transformar las maneras de vincularnos.

¿Apego y adolescencia son dos palabras compatibles? ¿Cómo es posible? Si los jóvenes buscan libertad y autonomía y el apego implica presencia, cercanía y contacto. Sin embargo, aunque parezcan situaciones excluyentes, no lo son. Sostener un vínculo aún es necesario en la adolescencia, aunque es preciso que se adapte a las nuevas formas y necesidades de nuestros hijos. Veamos entonces cómo lograrlo.

Tipos de apego

Para comprender el apego en la adolescencia, es importante del concepto principal.

Cuando hablamos de apego nos referimos a un vínculo que se establece tempranamente entre un bebé y el adulto cuidador. Nuestras primeras experiencias con nuestros padres son muy importantes y dejan una huella capaz de ejercer cierta influencia a lo largo de la vida. Y es que el pequeño requiere de un cuidado pleno para su supervivencia, por lo que la relación con quien lo protege es muy intensa.

Conforme pasan los meses y años, de manera progresiva, el niño adquiere habilidades y desarrolla competencias para valerse por sí mismo. Sin embargo, eso no quiere decir que sus modelos mentales sean inflexibles, sino que, por el contrario, están abiertos al cambio.

A continuación, veremos cuáles son los diferentes tipos de apego.

Apego seguro

Si el vínculo de apego fue positivo, la identidad y el proceso de descubrimiento del propio camino propio serán más sencillos. Así, los adolescentes contarán con la seguridad suficiente para explorar el mundo y permitirse construir sus vidas a su manera.
Los vínculos de apego seguro facilitan que los niños se sientan valiosos y escuchados. Por lo tanto, en el futuro podrán expresarse mejor, tendrán mayor facilidad al momento de relacionarse y podrán lograr una mejor pertenencia.

Si hubo un apego seguro en la infancia, es más probable que el adolescente pueda desenvolverse y relacionarse de una mejor manera.

Apego inseguro ambivalente

Cuando el vínculo de apego establecido con los progenitores no fue seguro, el adolescente se enfrentará a ciertas inseguridades. En este sentido, es muy importante prestar atención a sus conductas, pues si el vínculo fue ambivalente, es posible que exacerbe su comportamiento negativo. Es decir, que se oponga, que confronte o que busque llamar la atención en un intento de encontrar una respuesta a sus dilemas existenciales. También, puede mantener conductas complacientes con los demás, aunque eso signifique ir en contra de sus propias convicciones.

Apego desorganizado

En el caso de los adolescentes con un vínculo de apego desorganizado, se presenta una contradicción: “aquel a quien demando cuidado y cariño, me maltrata”. Por eso, la relación es de compromiso y necesitan acercarse, tanto como alejarse. En estos casos, la vivencia es de fragmentación y disociación: quiero y no quiero; me acerco, pero me alejo para defenderme. De este tipo de vínculo pueden generarse dificultades al momento de relacionarse y de abrirse a otras personas.

Apego inseguro evitativo

Otro caso posible es el del apego inseguro evitativo, el cual se refiere a los vínculos con los progenitores que rechazan al hijo y que no le responden.

En este caso, el niño se acostumbra a no pedir y a no interactuar, ya que su demanda siempre se ve frustrada. En la adolescencia, esto puede continuarse como trastornos internalizantes o problemas vinculados con el ánimo. Aquí, los jóvenes aprenden a ser autosuficientes y se caracterizan por mantener una desconexión emocional. En consecuencia, les cuesta compartir con los demás lo que les sucede y lo minimizan o se lo reservan para sí mismos.

En el caso del apego inseguro evitativo, al llegar a la adolescencia, el joven tiende a desconectarse emocionalmente, a ser reservado y a minimizar las cosas que le suceden.

Cómo vincularnos con los adolescentes desde el apego

Tal como lo señalamos, es importante entender que, como todas las relaciones, cada etapa de la vida tiene una demanda diferente y debemos poder adaptarnos a ellas. Seguidamente, te brindamos una serie de consejos para conseguir un mejor vínculo con los adolescentes desde el apego:

  • En el vínculo con sus progenitores, los jóvenes buscan y necesitan disponibilidad, pero también su propio espacio. Hay que buscar un equilibrio entre interesarse, compartir y darles privacidad. Ellos precisan tanta atención como libertad para tomar sus decisiones. En este sentido, los adultos también deben estar cerca y acompañar, pero sin invadir y aceptando los cambios.
  • En todos los casos, se trata de continuar o de fortalecer el trabajo en relación con la inteligencia emocional. Se debe propiciar el diálogo, ayudarlos a identificar y a expresar sus emociones. También, a descubrir el modo de afrontar los diferentes desafíos de la edad.
  • Prestar atención a los cambios abruptos. Aquellas conductas llamativas, como la pérdida de interés en algo que les gustaba, el bajo rendimiento académico y las dificultades para dormir, pueden señalar que el adolescente está atravesando una situación difícil. Es una oportunidad para acompañarlo, aconsejarlo e intervenir si es necesario.

También puede haber un reaprendizaje de las relaciones

Por último, la adolescencia también es una etapa en donde encontramos tensiones y confrontación. Los jóvenes vienen a traer al mundo adulto una mirada fresca y renovada, con menos prejuicios y con nuevas visiones. De allí que también los padres debamos detenernos a observar el potencial que ofrecen y aceptar que pueden tener un posicionamiento crítico respecto a ciertas enseñanzas.

Por eso, también la adolescencia nos indica que no está todo dicho. Es una oportunidad de sanar y de revisar ciertos vínculos fallidos o disfuncionales, de establecer límites, de permitir, de crear y de transformar las relaciones.

Bibliografía

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