“¡Devuélvanme a mi hijo!” Esta es una de las frases que se escucha frecuentemente entre los progenitores de los adolescentes. “Es que tengo que decirle las cosas una y otra vez”, podría seguir en la lista. “Todo el día está con mala cara”, quizás sería la más apropiada para continuar.
La adolescencia es una etapa de cambios y no todos la viven de la misma manera. Por ello, intentar comprender de qué se trata le permite a los adultos acompañar a sus hijos en los momentos de mayor dificultad y no quedarse afuera de sus vidas. Veamos, entonces, porqué algunos adolescentes parecen estar siempre enfadados.
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Adolescentes enfadados: ¿la norma o la excepción?
Tal como comentamos previamente, la adolescencia es una época de muchos cambios que hace tambalear a más de uno. Además, es imposible identificar una única causa que lo explique todo. Sin embargo, algunas situaciones comunes que motivan a los adolescentes a estar enfadados son las siguientes:
- El cerebro aún está totalmente desarrollado. La corteza pre-frontal, esa que nos permite analizar, planificar y pensar antes de actuar, todavía no se ha consolidado del todo. Incluso, hay estudios que indican que culmina su maduración alrededor de los 24 años. A su vez, hay un predominio del “cerebro emocional” o límbico, que más de una vez le gana la partida al “reflexivo”.
- La individualidad está en pleno proceso de descubrimiento. Por este motivo, necesitan reafirmarse, diferenciarse de aquel niño que fueron hasta ayer y presentarse con mayor autonomía ante sus progenitores. Ya no quieren hacer todo lo que se les dice: necesitan oponerse y mostrarse capaces de tomar decisiones para hacer su propio camino. Claro que esto suele originar conflictos que alteran la convivencia familiar.
- Los límites se perciben como barreras. Luego de la pubertad, estas fronteras de seguridad emocional de la infancia comienzan a sentirse como obstáculos para obtener lo que se desea. La frustración que esto genera puede provocar enfado y lo más importante será poder ayudarlos a gestionar ese coctel emocional que experimentan.
- En la adolescencia todo se vive con intensidad. Todo es “de vida o muerte”, aquí y ahora, de suma urgencia. De allí que la espera y los límites puedan ser una auténtica tortura para ellos, pues representan un freno para sus planes.
- El grupo de referencia cobra una importancia fundamental, mucho más que la familia. Por eso, no es difícil encontrarse con jóvenes con mala cara que se ven impedidos de disfrutar con sus amigos por tener que cumplir con los compromisos familiares.
En síntesis, los adolescentes enfadados no la pasan bien y no se comportan así porque quieren o porque les resulta agradable. Sino que es su forma de procesar todos esos cambios tan bruscos.
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Algunas claves a tener en cuenta
A continuación, te compartiremos algunas recomendaciones para hablar con los adolescentes enfadados:
- Para mejorar la comunicación con tu hijo adolescentes, lo mejor es abordar el asunto de manera indirecta. Si de entrada le dices que está de ml humor, puede que las palabras le suenen acusatorias y cierre el circuito de la comunicación. En cambio, es posible sondear cómo van las actividades en el colegio, cómo le va con el deporte o qué fue de la vida de tal amiga. Si el joven se anima a hablar y se siente escuchado y atendido, es posible que se abra para desentrañar el asunto.
- Mostrar interés por aquellas cosas que se pueden aprender de él, de su mundo, de la subcultura adolescente. Hablar su mismo idioma puede animarlo a compartir y así, volver más llevadera la cotidianidad.
- No es necesario agobiar ni invadir. Hay que saber darle su tiempo y su espacio. Cuando expresa que no quiere hablar, hay que respetarlo y dejar la puerta abierta a que lo haga cuando se sienta a gusto.
- Si está enojado, se pueden sugerir distintas formas de gestionar la ira o el mal humor de una manera más saludable. Desde la práctica de un deporte para distraerse, hasta estrategias como la respiración o el cambio de tarea.
- Por último, es importante entender que hay una cierta normalidad en estos cambios. Sin embargo, es necesario prestar atención a ciertas señales, como que ese mal humor se convierta en algo más. Por ejemplo, tu hijo cuando no logra disfrutar con nada ni con nadie, ni siquiera de aquellas actividades que le interesaban antes. También, cuando disminuye su desempeño en el colegio o cuando el mal humor se convierte en hostilidad y agresividad. En estos casos, lo más adecuado es solicitar una consulta profesional.
Que esta etapa no te impida vincularte con tu hijo o hija
Quizá en algunos momentos tengas que armarte de paciencia. Después de todo, puedes empatizar y entender lo que atraviesa tu hijo: nuevos desafíos y cambios en todos los niveles de su vida. Sin embargo, la mayor parte de las veces es posible implementar estrategias para acercarte a él y expresarle tu apoyo.
Por otro lado, también es un buen momento para revisar qué imagen tenemos los adultos respecto de los adolescentes, ya que muchas veces son los propios prejuicios los que nos impiden vincularnos con ellos. Entonces, actuamos en respuesta a una idea preconcebida más que a una realidad.
La adolescencia no es una panacea ni el saco en donde caen todas las culpas de lo que sucede. Por eso, es conveniente revisar qué tipo de vínculo tenemos con estos jóvenes y cambiarlo por otro de mayor cercanía y complicidad. Por supuesto, no colabora el hecho de que los comparemos con los hermanos, que minimicemos sus problemas ni que hablemos mal de sus amigos.
En este momento, es crucial poder mantener el diálogo, mostrarse cercanos y disponibles para conversar y expresarse.
Bibliografía
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- Sanz-Martínez, Yuri Arsenio (2012). Expresión de la ira y autoconcepto en adolescentes tempranos. Ciencias Holguín, XVIII(3),1-11.[fecha de Consulta 29 de Diciembre de 2021]. ISSN: . Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=181524338012
- Alberca, J. M. L. (1996). Adolescencia: cambios físicos y cognitivos. Ensayos: Revista de la facultad de educación de Albacete, (11), 121-128.