Muchas veces, al llegar a la adolescencia, más que detenerse a pensar en la singularidad de los hijos, los padres se orientan o se anticipan a las ideas que tienen sobre este momento vital: rebeldía, oposición. De modo que hay una especie de etiqueta previa, la tan conocida adolescentes conflictivos y, en ocasiones, preocupa más la etiqueta que la causa en sí. Veamos de qué se trata.
- La adolescencia es una etapa en la que los adolescentes se enfrentan a la tarea de construir su propia identidad. De ahí que surjan los cuestionamientos y la oposición a las figuras de autoridad en busca de la autonomía.
- Hay un gran apego por las figuras de pares, en quienes suelen refugiarse la mayor parte del tiempo.
- A todo eso, se suman los cambios corporales y hormonales, que no solo son visibles, sino que además suelen ser objeto de comentarios por parte de todo el mundo, poniendo a los jóvenes en una situación difícil. También hay cambios psicológicos y a nivel cognitivo.
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Claves para actuar frente a los conflictos en la adolescencia
Que la adolescencia no se convierta en sinónimo de conflicto: no necesariamente se transitará con mayores sobresaltos que otras etapas de la vida, pero sí diferentes. Lo que sí es importante es implementar algunas estrategias o tener en cuenta algunos consejos para acercarse y comprender las experiencias propias de la edad y evitar adolescentes conflictivos.
Acercarse a su mundo
Para comprender cómo se sienten los adolescentes, es importante tender un puente hacia ellos. Eso implica preguntar por sus gustos, sus intereses, sus actividades, amistades, etc. Muchas veces, los adultos se quedan con la idea de que solo son adolescentes conflictivos, que no cuentan nada en casa y que solo quieren estar con sus amigos. Sin embargo, hay que saber encontrar el momento para acercarse y leer las señales sobre sus emociones.
También es necesario fortalecer el vínculo desde la comunicación, hacerles saber que hay confianza y que pueden compartir aquello que les preocupa o sobre lo que tienen dudas. Acercarse sin invadir, darles a conocer la disponibilidad para hablar sobre cualquier tema cuando ellos lo necesiten. ¿Que hay que tener paciencia? Sí, pero no hay que desanimarse.
Por último, al acercarnos a su mundo, también es necesario brindar información que ya cuenta con el “filtro adulto”, frente a tantos mitos o ideas equivocadas sobre ciertos temas. En algunos casos, rechazarán hablar de ello, pero es necesario que se puedan dar, aunque sea unas mínimas pautas básicas, de autocuidado y cuidado de los otros.
Establecer acuerdos
Todo aquello que sea percibido como regla u obligación puede generar cierto rechazo, especialmente porque en esta etapa el desafío a la autoridad es parte de la construcción de su identidad.
Sin embargo, es importante que haya límites y consecuencias, como en cualquier otra etapa de la vida. Aquí lo mejor es pactar acuerdos y, por supuesto, cumplirlos. Por ejemplo, hay que hacerles saber a los jóvenes que, si no estudian, entonces no podrán salir con sus amigos el fin de semana.
Las normas que hay que respetar deben establecerse con claridad y asertividad, no desde la imposición. Las consecuencias (o castigos) deben ser proporcionarles a la conducta realizada: algo menor o poco importante no tendrá efecto, y algo excesivo, abusivo y contraproducente tampoco, porque será percibido como injusto.
Al pactar los acuerdos, también es necesario hacerles saber que son plenamente responsables de su cumplimiento. Hay que evitar infantilizarlos y que comprendan que tienen suficiente poder y capacidad para hacerse cargo de determinados asuntos.
Pasar tiempo con ellos para evitar adolescentes conflictivos
En ocasiones, como ya “son mayores” e independientes, se asume que los planes en familia les resultan aburridos o que quieren hacer todo solos. Es importante buscar un equilibro para que tengan su momento de privacidad, pero también es necesario compartir con ellos sus intereses o alguna actividad en conjunto, como ver una película, escuchar música o salir a caminar.
Esos momentos pueden funcionar como una puerta de entrada para que planteen sus inquietudes y angustias, pero también nos permiten conocerlos y para poder prevenir y detectar a tiempo cuándo algo no está bien.
Comprender su universo emocional
La adolescencia puede ser una época en la que los vaivenes emocionales estén a flor de piel: de bien a mal, en cuestión de segundos. De llevarse bien con una amiga a no querer verla nunca más de un momento a otro.
Hay cosas que son “de vida o muerte” y todo esto tiene que ver no solo con cambios físicos y psicológicos, sino también con la propia etapa. Hay que aceptar que es un momento que se vive con gran intensidad emocional, con dificultades para la gestión de las emociones e intentar ser un apoyo en ello.
Valorar más y juzgar menos
“La juventud de hoy está perdida”; “todo el día con el móvil”. Estas son algunas de las frases que acompañan la vivencia de lo que es ser adolescente. Sin embargo, poco nos detenemos a pensar en el impacto que tienen en su autoestima y en el efecto contrario que generan: mientras más “malos” sean a nuestra mirada, menos querrán estar cerca de nosotros.
¿Acaso los adultos no actuarían de igual modo ante comentarios tan negativos? También debemos apreciar sus logros, sus ocurrencias, sus sueños y fomentar sus aspiraciones. En una época tan crucial para la identidad, también la autoestima merece apoyo.
¿Cuál es el rol de los adultos en el conflicto?
El entorno familiar del adolescente también debe incluirse como un factor a tener en cuenta antes de etiquetar a los chicos como adolescentes conflictivos. Si bien no son todos los casos, muchas veces el entorno puede resultar un factor de riesgo más que protector.
Asimismo, no hay que olvidarse de que en muchos casos la adolescencia coincide también con la crisis vital de sus progenitores, por lo que también es posible que esas “dos fuerzas” choquen. Antes de juzgar, es importante preguntarse qué corresponde a algo propio del adolescente y cuáles son aquellos aspectos que son propios.
Por ejemplo, ¿realmente vamos a tener una discusión porque no combina la ropa que usa? Es importante que los adultos relativicemos “la molestia” que causa determinada conducta. Hay que saber ceder en determinados territorios.
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Cuándo pedir ayuda a un profesional
Como hemos visto, existen conductas esperables en la adolescencia. Sin embargo, hay situaciones que merecen especial atención porque pueden estar causando sufrimiento al adolescente y a su familia, o porque hay un deterioro significativo en sus relaciones y funcionamiento cotidiano, debido a que existen determinados riesgos o peligros asociados, entre otras cosas.
Es decir, no todos las conductas son alarmantes, ya que quizás responden más a comportamientos aislados o puntuales. Será conveniente contactar con un profesional cuando se presentan actos delictivos, de lesiones propias, de agresiones y violencia a otras personas o animales, cuando existe negación a comer de manera sostenida, conductas sexuales de riesgo, entre otros.
Por supuesto, si el profesional solicita encontrarse con el adolescente, debemos comunicárselo a nuestro hijo, sincerarnos sobre nuestra preocupación y jamás llevarlo engañado.
En muchos casos, se requerirá de un trabajo conjunto entre diferentes actores, es decir no solo la familia, sino quizás también la escuela o el grupo de pares. La intervención tendrá que tener en cuenta la edad, el tipo de conducta y el estado general de dicho adolescente.
Las medidas seguramente implicarán a todos los agentes, orientadas, por ejemplo, al establecimiento de límites y a cambios en las dinámicas familiares, y a una mejor gestión de las emociones o resolución de conflictos en el caso de los adolescentes.
En lo que a los adolescentes conflictivos respecta…
Abordar esta etapa vital desde la etiqueta de adolescentes conflictivos no es el mejor primer paso. Los adultos tienen que ampliar su mirada y comprender que frente a una conducta disruptiva, se encuentra un mensaje, algo que se quiere expresar y se hace, a través de esa forma. Desde allí, desde un lugar de mayor comprensión y menos reactivo, será más fácil empatizar y conectar para comprender qué quiere decirnos el adolescente y cómo podemos ayudarlo.
Los adolescentes ni son ni tienen que ser de tal forma: debemos procurar acompañarlos del mejor modo posible, aceptando sus matices y con menos presiones. El mundo al que se enfrentan no necesariamente coincide con aquel que transitaron sus adultos referentes.
Por ultimo, también hay que tener en cuenta que es mejor hablar de adolescencias, ya que ni es una sola, ni se vive de igual manera en todos los contextos. Influyen otros factores como la sociedad en la que se vive, la clase social, el género, la etnia, entre otros que, seguramente, podrán aportar algo más a su comprensión.
Bibliografía
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