La adolescencia es una etapa compleja, de grandes cambios a todos los niveles. El desarrollo físico, intelectual, social y emocional de los menores alcanza algunos grandes hitos. Sin embargo, si no contamos con información acerca de los procesos propios de esta etapa, podemos percibir a los adolescentes como seres incomprensibles. Para que esto no suceda, hoy hablaremos sobre el estilo de pensamiento adolescente y sus sesgos cognitivos.
Al alcanzar la pubertad, los niños comienzan a pensar, sentir y comportarse de una forma muy diferente a cómo lo venían haciendo. Muchos padres observan, atónitos, cómo su cariñoso y obediente hijo se vuelve, de pronto, una persona terca e independiente. No obstante, se trata de una transición normal que, si logramos comprender, nos permitirá acompañar sin temor a nuestros hijos durante esta fase.
El egocentrismo adolescente
Con la llegada de la adolescencia, los menores alcanzan el estadio de las operaciones formales, postulado por Piaget. Esto implica un mayor desarrollo cognitivo, siendo los adolescentes capaces de emplear el razonamiento abstracto. Así como construir hipótesis y deducir consecuencias. No obstante, esta etapa también viene acompañada del denominado egocentrismo adolescente.
Este se basa en una confusión entre los elementos del pensamiento interno y la realidad externa. Así, los jóvenes pueden mantener una excesiva confianza en sus propias ideas, sin que existan hechos concretos que los avalen. Este egocentrismo intelectual da lugar a varios sesgos cognitivos, que llevan a creencias distorsionadas.
Los sesgos cognitivos de la adolescencia
Audiencia imaginaria
Los adolescentes tienen una exagerada autoconciencia. Pasan la mayor parte del tiempo pensando sobre sí mismos y asumen que los demás hacen lo mismo: estar siempre pendientes de ellos. Es por esto que suelen sentir que son el centro de todas las miradas, que en cada momento los demás están observándoles y juzgándoles.
Un ejemplo de este fenómeno consistiría en la adolescente que acude a una reunión con sus amigas, completamente angustiada porque no ha logrado, suficientemente, disimular un granito con su maquillaje. Su elevado malestar proviene del pensamiento de que todos los presentes estarán fijándose en esa imperfección, tanto como lo hace ella.
Se denomina a este efecto audiencia imaginaria porque toda esa atención externa solo existe en la mente del adolescente. Probablemente, cada joven de la sala esté pendiente de sus propias preocupaciones y ni siquiera repare en este asunto que tanto preocupa a nuestra protagonista.
No obstante, esta sensación de ser constantemente evaluados genera una elevada presión en los menores, y les lleva a actuar de formas inadecuadas, con el objetivo de ganar aceptación y reconocimiento social.
Fábula personal
Es muy común escuchar a los adolescentes decir que nadie les entiende, que se sienten incomprendidos. Esto proviene de la fábula personal. Debido a este sesgo de pensamiento, el joven se considera único a sí mismo y a los acontecimientos que le suceden. Tiene la sensación de que sus vivencias personales son verdaderamente especiales, que nadie se ha encontrado antes en la misma situación.
Por ello, por ejemplo, ante una ruptura sentimental, el adolescente puede afirmar que nadie entiende el dolor que siente, porque nadie ha amado tanto como él. Porque nadie ha vivido antes un amor así. Porque su relación era especial y única, y también su sufrimiento.
Fábula de invencibilidad
Por el mismo hecho de sentirse especiales y únicos, sienten que a ellos nada malo les va a ocurrir. Creen que las reglas no van con ellos y que los peligros no les atañen. Así, se aventuran a correr riesgos innecesarios bajo la firme creencia de que ellas nunca se quedarán embarazadas, ellos nunca tendrán un accidente de tráfico o nunca desarrollarán una adicción a las drogas.
Sesgos cognitivos temporales
Todas estas creencias distorsionadas son propias de la etapa vital que atraviesan los adolescentes. A medida que desarrollan su identidad y acumulan experiencias, estos sesgos dejan de operar y su pensamiento se adecua más a la realidad. No obstante, es importante que los adultos del entorno, sobre todo los padres, conozcan la existencia de estos fenómenos del pensamiento.
De esta forma, resultará más sencillo comprender a los jóvenes sin juzgarlos ni culpabilizarlos. Al contrario, podremos comprenderlos y guiarlos de una forma más amorosa y respetuosa. Al fin y al cabo, es parte del proceso que están viviendo.
Bibliografía
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- Carretero, M., Marchesi, Á., & Palacios, J. (Eds.). (1998). Psicología evolutiva: adolescencia, madurez y senectud. Alianza Editorial.
- Gaete, V. (2015). Desarrollo psicosocial del adolescente. Revista chilena de pediatría, 86(6), 436-443.