Moldeamiento y encadenamiento para enseñar habilidades
Como padres, somos los encargados de ayudar a nuestros hijos a adquirir nuevas habilidades. Somos sus mentores de vida y está en nuestras manos facilitarles la tarea de aprender a hablar, a caminar, a lavarse los dientes o a vestirse solos. Moldeamiento y encadenamiento son dos técnicas muy sencillas y efectivas para lograr este propósito.
Ambas son técnicas operantes basadas en el refuerzo, que ayudan a los pequeños a dominar una habilidad o una conducta de forma progresiva. Debido a su facilidad de aplicación, pueden ser empleadas en el hogar cuando no se requiera una intervención por parte de un profesional.
Moldeamiento y encadenamiento: dos técnicas operantes
Tanto moldeamiento como encadenamiento se encuadran dentro del enfoque operante de modificación de conducta, postulado por Skinner. El mismo se basa en la premisa de que nuestros actos se ven influidos por las consecuencias que los siguen.
Así, si un comportamiento es premiado (o reforzado), aumentará naturalmente su frecuencia. En contraparte, si es castigado o ignorado, reducirá su aparición.
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Con esta base, ambas técnicas utilizan el refuerzo y la extinción para darle forma a la conducta de los niños de una manera positiva. Pueden emplearse para instaurar comportamientos nuevos o para modificar otros previamente existentes. Sin embargo, moldeamiento y encadenamiento cuentan con algunas especificaciones diferentes que hay que tener en cuenta.
Moldeamiento
El moldeamiento se utiliza para establecer, de forma progresiva, conductas sencillas y unitarias. Por ejemplo, para enseñar al niño a pronunciar una palabra o a recortar con tijeras. Para ello, se utiliza el método de aproximaciones sucesivas, que consiste en reforzar conductas cada vez más similares al acto final.
De este modo, es necesario, en primer lugar, definir el objetivo; por ejemplo, que el infante aprenda a pronunciar la palabra ‘muñeco’. A continuación, hay que conocer la línea base de la que partimos, es decir, una conducta que ya exista en el repertorio del pequeño y, a partir de la cual, podamos trabajar. En este caso, podría ser que el niño dijese ‘eco’ cada vez que pida su muñeco.
Desde este punto, habremos de reforzar pronunciaciones cada vez más aproximadas al objetivo final. Así, al principio será conveniente reforzar ‘eco’, de manera que el niño se sienta motivado a seguir pidiendo su muñeco con palabras. No obstante, más adelante, la exigencia debe aumentar, de modo que dejaremos de reforzar ‘eco’ y trataremos que el niño emita una pronunciación más similar a muñeco.
Si, por ejemplo, logramos que diga ‘nuneco’, esta será la nueva aproximación a premiar y dejaremos de reforzar el paso anterior, ‘eco’. Así, mediante nuestra atención y halagos, conduciremos al niño a una pronunciación más acertada hasta lograr la palabra completa.
Encadenamiento
El encadenamiento se utiliza para enlazar conductas simples de manera que se forme una secuencia. Es lo que deseamos lograr, por ejemplo, cuando queremos que el niño aprenda a lavarse los dientes. Hacerlo adecuadamente requiere realizar una serie de acciones, unas detrás de otras.
El mecanismo básico es el refuerzo condicionante de la conducta previa y el estímulo discriminativo de la siguiente.
Podemos poner en práctica el encadenamiento de maneras diferentes, las cuales se agrupan en totales o parciales.
En cuanto a las primeras, el objetivo es enseñar toda la secuencia de pasos y finalmente, ofrecer el refuerzo. En las segundas, los refuerzos son paulatinos y tras el cumplimiento de las etapas preliminares.
A su vez, el encadenamiento parcial puede llevarse a cabo a través de distintas estrategias, algunas progresivas (o hacia delante) y otras retrospectivas (o hacia atrás). Veamos algunas de ellas a continuación.
Encadenamiento hacia delante
En esta estrategia se le enseña al niño el primer paso del proceso (por ejemplo, poner la pasta de dientes en el cepillo) y se premia esta acción, pero es el adulto quien realiza el resto de la secuencia.
Progresivamente, se añaden nuevos pasos, como frotar los dientes de arriba, los de abajo, las muelas o enjuagarse. En este caso, solo se refuerza la última ampliación de la secuencia. Si el niño ya ha adquirido los pasos hasta frotar las muelas, no tendría sentido reforzar el mero hecho de que ponga la pasta en el cepillo.
Encadenamiento hacia atrás
En esta variante, la idea es adquirir la habilidad de hacia atrás, es decir, desde el final hacia el principio. Por ejemplo, si deseamos que el niño recoja la habitación después de jugar, podemos guardar nosotros todos sus juguetes menos uno. Dejaremos que sea él quien guarde el último y premiaremos su conducta.
Al día siguiente, el niño guardará dos juguetes, al siguiente, tres, así, hasta que coloque la habitación por sí mismo. El punto favorable que tiene esta opción es que el niño comienza a aprender desde pasos más cercanos a la finalización, es decir, al éxito. Esto puede hacer que su motivación sea mayor desde el primer día.
Acerca de las técnicas operantes basadas en el refuerzo podemos decir…
En definitiva, tanto el modelamiento como el encadenamiento son técnicas sencillas y fáciles de aplicar en el hogar. Además, son una alternativa muy favorable para ayudar al niño a adquirir habilidades nuevas, desde un enfoque positivo y reforzador.
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