La relación entre desarrollo del lenguaje y alimentación

¿Qué relación existe entre el desarrollo del lenguaje y la alimentación? ¡Descúbrelo en este artículo!

Así como nuestros pequeñitos se van haciendo cada vez más grandes, también van adquiriendo nuevas destrezas y van aprendiendo como esponjas. En esa misma medida debe irse modificando su alimentación. Esto no solo tiene un importante valor nutricional, sino que impacta de manera significativa en el desarrollo del lenguaje. A continuación te decimos cómo.

Es importante que tomes muy en serio la introducción de nuevos alimentos en la medida que el pediatra lo vaya recomendando y que no postergues la introducción de semisólidos y sólidos.

Alimentación y desarrollo del lenguaje

Una dieta rica en variedad de texturas, sabores y contexturas es necesaria, no solo para garantizar una alimentación balanceada y para que nuestros hijos aprendan a “ver de todo en el plato”, sino para contribuir al correcto desarrollo de la musculatura oral y facial que más tarde va a influir en el desarrollo del lenguaje.

Algunos especialistas resaltan que los mismos músculos que usamos para comer son los que empleamos para hablar, y para esto es esencial tener una musculatura orofacial con el tono muscular adecuado y la coordinación precisa para poder articular de manera secuencial lo que deseamos comunicar.

Los músculos se van tonificando de acuerdo al tipo de alimentos que ingerimos (líquidos, semilíquidos, semisólidos y sólidos). Por esto es importante no estancarse en texturas que no estimulen la tonicidad. Ten en cuenta que en ocasiones algunos niños que tienden a hablar poco o que presentan retraso en el desarrollo del lenguaje es debido a que a medida que se comunican, su habla se vuelve poco entendible y manifiestan fatiga o cansancio al hacerlo. Es importante supervisar qué comen, cómo lo hacen y qué tiempo tardan en alimentarse.

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Comida licuada: un gran error

Cada vez es más frecuente encontrar niños “grandes” de 2 y 3 años con retraso en el desarrollo del lenguaje que no comen alimentos sólidos y cuyas mamás o papás han optado por darles todo licuado.

Es cotidiano escuchar razones como “yo prefiero licuarle todo y así sé que se está alimentando bien”, “cuando siente algún trocito sólido lo escupe”, “tiene flojera de masticar”.

En este punto es importante que te asegures de diferenciar entre un mal hábito patrocinado por mamá y papá y un problema real del niño para tolerar y tragar alimentos sólidos.

¿Cómo hacer esta diferencia?

El niño que tiene dificultad sensorial real para admitir sólidos tiene esta dificultad con cualquier sólido, incluyendo la comida chatarra y las golosinas. Sin embargo, el niño que es selectivo al escupir el pollo pero no el chocolate, por ejemplo, necesita un poco más de perseverancia por parte de los adultos para alimentarse mejor.

Así pues, lo recomendable es que de acuerdo a las sugerencias de tu pediatra vayas incorporando alimentos sólidos en la medida de lo posible.

Empezando desde pequeños

Los bebés antes del año pueden comenzar a familiarizarse con el arte del masticado con algunos granitos de frijoles o cualquier otro grano que esté suave, puedes darle con la cucharita uno o dos granitos a la vez, es muy divertido ver las caritas que hacen. Seguramente le resultará un poquito difícil al principio mantenerlo en la boca, pero eso es justamente lo que hay que empezar a ejercitar.

Recuerda no forzarlo o regañarlo y permitirle irse adaptando a esto a su ritmo.

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Vegetales y frutas como primera opción

Puedes probar también algunos vegetales cocidos y muy fáciles de masticar para sus encías como zanahoria, aguacate, papa, remolacha, apio, plátano, etc. Lo importante es que los piques muy pequeño, de acuerdo a la edad de tu bebé, y que los incorpores en su dieta diaria. De manera tal que se familiarice con ello y ejercite toda la musculatura necesaria para la masticación y la deglución.

Si tu bebé es de los comilones que lloran entre una cucharadita de sopa y otra porque quiere más, haz este ejercicio a partir de la mitad de su plato o hacia el final. De modo que el bebé esté de buen humor para experimentar. Por el contrario, si es de lo que nunca quiere comer, hazlo a manera de juego para que disfrute la actividad.

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