Me equivocaba. No conocí el amor hasta que llegaste a mi vida. Al menos no de la forma en que se plantea de la manera más natural y genuino este amor. Un cariño y una admiración nunca antes imaginada, llevado a niveles realmente insospechados.
Hasta que llegaste a mi vida no conocí un amor tan puro, visceral, profundo. El más sincero e incondicional. Aquel que no conoce de límites ni fronteras. Un cariño capaz de entregarlo todo sin esperar nada a cambio. Sentido desde la hora cero, siempre intacto a pesar de toda circunstancia. Eterno e infinito.
No comprendí jamás la relación tan estrecha entre el amor y la felicidad más plena. Te convertiste en el sol de mis mañanas y en la melodía de cada una de mis tardes. Mi luz en cada jornada oscura, el aire con perfume a vida que respiro cada día.
Te tornaste en mis ganas de llegar y de luchar. El motor que me empuja a seguir adelante. Ese pequeño bastón capaz de sostenerme de pie a diario. Aquel pequeño ser que me dio la posibilidad de volver a ver la frescura de mi infancia, desde otros ojos.
Hijito mío, te miro y entiendo lo errada que estaba. Porque si algo es cierto es que llegaste para redefinir mis conceptos de dedicación, entrega y sacrificio. Para rebalsar mi hogar de alegría. Básicamente, para hacerme saber que no conocí el amor hasta que llegaste a mi vida.
Mis días, hasta que llegaste a mi vida
Hoy puedo decir que la maternidad cambió mi vida de una manera radical. Y no importa si desde que llegaste a mi vida, la misma es mejor o peor, más simple o complicada. Me moldeaste como ser humano desde que irrumpiste en aquella fría sala de partos.
Supe tener más tiempo y más amigas hasta que llegaste a mi vida. Sin embargo, desde entonces invertí segundos, minutos, días, semanas y meses en la bolsa del amor. Puedo afirmar que me convertí en millonaria, con aquel bien que realmente vale. Gané a mi mejor amigo para toda la vida, mi príncipe o princesa de un cuento infinito.
Relax, paseos memorables y viajes sorprendentes signaban mi día a día bajo el manto de la soltería. Elegía dormir o bailar durante noches enteras hasta que llegaste a mi vida. No conocía de preocupaciones ni de peligros. No obstante, hoy comprendo que es más lo que me faltaba antes de conocerte.
Hasta que llegaste mi vida no había comprendido el valor de una sonrisa, y el peso de una mirada. No recordaba la inocencia y ternura perdidas en mi dulce infancia. Ni cuando conocí a papi sentí que el amor podía ser indestructible, eterno, infranqueable.
Amar con una intensidad nunca antes vista. Hasta que llegaste a mi vida jamás había sido tan importante para alguien. Tampoco había pensado en lo hermoso que puede ser verte crecer. Crecer feliz, felices, juntos. Entendí así que podía convertirme en el mundo para la personita más especial de mi vida.
Cuando llegaste conocí el más maravilloso amor
Cuando decidiste formar parte de este loco mundo comencé a experimentar el más poderoso, maravilloso y gratificante amor. El de una madre, capaz de mover montañas. Tan potente que logra imposibles. Descubrí la magia de la famosa relación madre e hijo, un vínculo que va más allá de lo sanguíneo. Lazo estrecho e inigualable.
Entendí y vi de cerca aquello que tanto se nombra pero que es tan complejo de explicar: ‘el milagro de la vida‘. Ese pequeño ser que hace latir intensamente mi corazón es quien antes se agitaba en mi interior. Formó parte de mi cuerpo y ha llegado al mundo con mi corazón en sus manos.
Ha irrumpido en mi vida como la verdad universal. Llegó para darme el título más sagrado: madre. Está aquí para enseñarme a mí, tanto como yo a él. Por más que pasen los años, no pierdo la capacidad de asombro y no dejo de estar obnubilada. Ciertamente, no conocí el amor hasta que llegaste a mi vida, mi pedazo de cielo.
Imagen de portada cortesía de Editorial Bromera
Bibliografía
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Bowlby, J. (1986). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.
- Bowlby, J. (1995). Teoría del apego. Lebovici, Weil-HalpernF.
- Garrido-Rojas, L. (2006). Apego, emoción y regulación emocional. Implicaciones para la salud. Revista latinoamericana de psicología, 38(3), 493-507. https://www.redalyc.org/pdf/805/80538304.pdf
- Marrone, M., Diamond, N., Juri, L., & Bleichmar, H. (2001). La teoría del apego: un enfoque actual. Madrid: Psimática.
- Moneta, M. (2003). El Apego. Aspectos clínicos y psicobiológicos de la díada madre-hijo. Santiago: Cuatro Vientos