Enseñar a los niños a expresar sentimientos puede que no sea una tarea fácil, pero será algo que nos ayude a apoyar el desarrollo de sus potenciales habilidades emocionales y cognitivas innatas.
Al ofrecer a nuestros niños este tipo de educación emocional le animamos a ser felices y a encaminar su desarrollo como personas. Por eso, aprovechando la información que su entorno les otorga les ayudamos a expresar cómo se sienten.
Debemos saber que si no les instruimos en esto podrían volverse excesivamente vulnerables a los conflictos tanto internos como externos. Por eso a la hora de “capacitarlos” para la vida es importante que aprendan a traducir sus sentimientos en palabras.
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La naturaleza de la comunicación emocional
A un niño que comienza a hablar le resultará muy complicado expresar los sentimientos, por lo que muchas veces tendrá berrinches. Por su parte, gracias al desarrollo de la neocorteza cerebral, un niño de 5 años que ya ha adquirido el lenguaje necesario sí que estará en disposición de concretar algo más sobre sus emociones.
Sin embargo, comprender y comunicar los sentimientos y la capacidad para hacerlo son cosas muy distintas. Por eso es importante que para adquirir el hábito de expresarse los niños se críen en un ambiente en el que los sentimientos se expresan y examinan abiertamente.
Veamos a continuación algunas sencillas claves para enseñar a nuestros niños a expresar sentimientos:
1. Elabora un diccionario de los sentimientos
Para comenzar podemos pedirle a nuestros hijos que nombren todos los sentimientos que se les ocurran. Anotaremos cada uno de ellos en una página en blanco y los ordenaremos según el alfabeto.
Una buena manera de facilitar esta labor es hojear fotos instantáneas de revistas (no posadas) y preguntarles a nuestros hijos qué creen que está sintiendo cada persona en ese momento. Entonces la escribimos en la hoja y le pedimos que nos diga en qué momentos se ha sentido así.
Si esto le resulta difícil al niño podemos ofrecerles ejemplos nuestros, invitarles a hacer dibujos (niños pequeños) o hacerse una foto expresando cada emoción (niños más mayores).
2. Juegos de sentimientos
Los niños se vuelven más conversadores si utilizamos los sentimientos para jugar. Se trata de analizar nuestro día a día e innovar.
Si viajamos mucho o de camino al colegio hay muchos coches podemos aprovechar las letras de las matrículas para formar palabras que evoquen sentimientos. Por ejemplo, si vemos las letras AM y el niño dice AMOR le ofreceremos puntos que a final de la semana puede canjear por una comida especial o algo que le resulte gratificante. Estos términos tenemos que planteárselos previamente.
También como jugar con los colores y los estados de ánimo que evocan. Con las fotografías y los cuentos y los sentimientos que evocan, etc.
3. Jugar sin ponerle palabras a los sentimientos
Aprender a sentir es el primer paso para poder describir cómo nos sentimos. De hecho, la comunicación no verbal es más del 50% de la comunicación emocional, por lo que debemos poner especial énfasis en esto. Os damos algunas ideas:
El juego del sonido apagado (de 7 a 12 años)
Para jugar a este juego tenemos que grabar un programa apropiado para la edad y mostrárselo a nuestro niño con el volumen apagado. Entonces le pediremos que nos describa cómo cree que se siente cada persona del vídeo.
Podemos detener la cinta cada vez que él quiera. También podemos otorgarle puntos cada vez que sepa describir de qué forma una postura, una expresión facial o un gesto puede revelar un sentimiento.
Este juego puede durar 15 minutos y podemos otorgar un máximo de 15 puntos que puede canjear por algo previamente convenido o, simplemente, ganar el juego.
Las charadas de sentimientos (desde los 6 años)
Con un grupo de tres o más niños o miembros de la familia tenemos que formar un mazo con unas veinte tarjetas de emociones. El miembro más joven deberá coger una carta y representar el sentimiento sin palabras durante al menos 3 minutos.
La persona que adivina el sentimiento conservará la tarjeta y seguirá jugando. Así, quien obtenga la mayor cantidad de tarjetas será el ganador. Cuando los niños aumenten su destreza con este mazo se deberán añadir sentimientos nuevos y más sutiles.
Adivinar el sentimiento (entre los 5 y 10 años)
La idea es leer y grabar una oración simple cinco veces cambiando el tono de voz para que refleje un nuevo sentimiento. Por ejemplo “Dejé mis libros en el coche” como si estuviera triste, alegre, enfadado, atemorizado o preocupado. Cada acierto será un punto. El niño deberá hacer lo mismo con otra frase.
Vamos a describirnos con sentimientos (entre los 5 y los 12 años)
Es importante enseñar a los niños a explorar sus propios sentimientos y a expresar estos con el rostro y el cuerpo creando un diccionario sobre cómo se expresan las emociones de manera no verbal.
Para esto necesitaremos una cámara de fotos instantáneas, hojas sueltas de papel y una carpeta. Si al pedirle al niño que haga una mueca para expresar un sentimiento le cuesta, entonces podemos hacerles preguntas que les ayuden a evocar. Por ejemplo: Te sientes enfadado cuando tu amigo Juan te molesta, ¿verdad?
Si aún así le cuesta le podemos pedir que se mire al espejo y moldee su rostro hasta que parezca enfadado. Entonces le haremos la foto y la colocaremos en la carpeta para después pedirle que escriba en esa hoja todas las veces que experimentó ese sentimiento concreto.
Utilizar este tipo de estrategias nos ayudará a conseguir que nuestros niños comprendan los matices de la comunicación emocional y no huyan de ella, ya que como sabemos sentir es indispensable para ser una persona completa y feliz.
Fuente bibliográfica consultada: La inteligencia emocional en los niños. De Shapiro E. Lawrence
4. Los adultos debemos dar el ejemplo
Los mayores sirven de referentes a los niños a la hora de enseñarlos a expresar sentimientos. Aunque los padres o los adultos no lo hagan consciente, los pequeños estarán atentos y harán lo propio cuando crean llegado el momento.
De modo que esta clave es esencial: al expresar sus sentimientos los adultos serán observados y muy probablemente, seran imitados por los pequeños. De ahí la importancia de comunicar y transmitir madurez, serenidad y control de los impulsos.
5. Ayudar a construir el léxico
Es cierto que los sentimientos se expresan sin palabras y con el cuerpo, pero las palabras ayudan a refinar lo que sentimos, solo que, para ello hace falta conocer las palabras adecuadas.
Preciso es crear condiciones para alimentar la sensibilidad y adquirir por la vía de la experiencia, por ejemplo artística, un léxico sentimental amplio.
6. Leer
La lectura de cuentos permitiría frecuentar sus personajes y por ende, estimular el reconocimiento y la identificación de sus emociones y estados de ánimo. Como padres propiciemos lecturas de ficción que transmitan sentimientos complejos, con sombras y matices, no solo aquellos de perfil blanco o negro.
“Basta leer Psicoanálisis de los cuentos de hadas, de Bruno Bettelheim, para darse cuenta de qué manera la psique de los niños se ve influida por estos mundos maravillosos. Las emociones humanas están interpretadas en cada historia. (…) Aparecen en este mundo maravilloso las cuestiones fundamentales del ser humano: la soledad, la duda, el amor, la confianza, la nostalgia, el abandono, la tragedia, la amistad.”
-Ana Garralón-
7. Títeres o personajes para proyectar emociones
Esta clave consiste en invitarlos a crear personajes dándole vida a títeres, que pueden ir desde las manos dentro de calcetines a objetos que de pronto cobran vida.
El punto es darles rienda suelta para que creen historias, situaciones, coinflictos. Suscitar enfrentamientos, intercambios de pareceres, para animar a la producción de emociones articuladas a situaciones.
Como lo afirma la educadora Rosa Mármol:
“Los títeres (…) enseñan la importancia de la moralidad porque los estudiantes exploran las repercusiones de acciones particulares. El uso de títeres realmente ayuda a los niños a relacionarse con los personajes y a tener emociones hacia ellos, que luego pueden usarse para generar respuestas emocionales a las historias o lo que se les enseña.”
8. Aprender a reconocer el estado de ánimo de las personas
La clave está en aprender a reconocer e identificar el estado de ánimo de las personas. Si antes lo hiceron en cuentos y en títeres, esta vez se trata de recorrer las calles o sentarse en una plaza, observar a los que pasan y deducir el sentimiento o la emoción.
Este ejercicio se fortalece atendiendo a la expresión corporal y al tono de las palabras.
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Las tres claves que siguen están recogidas en el trabajo de investigación: “Educación emocional, estrategias para su puesta en práctica”, de Rafael Bisquerra Alzina y Núria Pérez Escoda:
9. La rueda de los sentimientos
La actividad consiste en diseñar una ruleta que en vez de números contenga sentimientos: miedo, alegría, fracaso, aburrimiento, etc. Los niños se sientan alrededor del dispositivo y por turnos le dan vuelta para que la aguja o la flecha señalen un sentimiento.
Ocurrido esto, el niño debe intentar explicarlo. En este punto la clave se concentra en ayudar a darle forma con palabras y relato de experiencias al sentimiento seleccionado por el azar.
10. La queja constructiva
Con esta experiencia se busca enseñar a los niños a expresar sentimientos vinculados al manejo de conflictos. Se describe la situación-problema (hipotética) con detalle y objetividad buscando clarificar lo sucedido. Esto se hace basado en la estrategia de que la solución comienza cuando los argumentos de uno u otro lado están a la vista de todos.
La clave está en que la queja no contribuye a la convivencia si solo transmite rabia. Por otro lado:
Es importante al comunicar una queja hablar desde el “yo”, no desde el “tú”. Por ejemplo, en lugar de decir: “Eres un mentiroso” (centrado en el tú), es mejor decir: “Me siento engañado o decepcionado” (centrado en el yo)
De aquí la necesidad de enfatizar en el beneficio mutuo de la solución a la que se arribe.
11. Buenos días ¿cómo te sientes?
La clave está en generar espacios de expresión de sentimientos y emociones, activando un ‘ritual de bienvenida’, con el cual se pretende familiarizar al niño con el vocabulario emocional, y lograr “aprender a expresar emociones y sentimientos a través del lenguaje verbal y corporal”, así como también a “reconocer las emociones de los demás”.
La misma dinámica la propone la maestra en educación infantil, Dolores Vela Oliete:
“Una forma de introducir las emociones es mostrando el docente sus propias emociones y compartiéndolas con sus alumnos para posteriormente introducir una marioneta o mascota motivadora encargada de preguntar a los niños cómo se sienten y ayudarlos a expresar y entender lo que sienten de forma lúdica”.
“Cuando los niños comprendan sus estados emocionales y sean capaces de describirlos podrán también identificar los de sus compañeros desarrollando a su vez la empatía, la sensibilidad necesaria para llegar a comprender las necesidades de los demás.”
Enseñar a los niños a expresar sentimientos, todo un reto
Saber cómo nos sentimos se aprende con la experiencia y no obstante, en ocasiones estamos confusos y nos quedamos sin palabras. Ahora, midamos la dimensión del reto que supone que los niños logren comunicar sus emociones.
La clave está en no presionarlos, en crear momentos para que puedan expresarse libremente, sin temor a ser juzgados o incomprendidos. Además, los niños observan el mundo desde una perspectiva distinta a la nuestra.
Como bien lo expresa Fabio Bacchini: “debemos pensar en el niño como en un individuo que percibe, piensa, se emociona y sueña de un modo diferente al de los adultos (de manera similar, pero no cualitativamente idéntica)”.
¿Estamos nosotros preparados para escucharlos?
Bibliografía
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Alzina, R. B., & Escoda, N. P. (2012). Educación emocional: estrategias para su puesta en práctica. Avances en supervisión educativa, (16). https://avances.adide.org/index.php/ase/article/view/502
- Bacchini, F. (2002). Niños, educación y calidad de vida. Revista de educación.
- Bisquerra, R. (2011). Educación emocional. Propuestas para educadores y familias. Bilbao: Desclée de Brower. https://redined.educacion.gob.es/xmlui/bitstream/handle/11162/169328/ase16_mono04.pdf?sequence=1&isAllowed=y
- Casado, M. V. (2004). Reconocer y expresar sentimientos. Revista Padres y Maestros/Journal of Parents and Teachers, (281), 9. https://revistas.comillas.edu/index.php/padresymaestros/article/view/1979/1706
- Cassà, È. L. (2005). La educación emocional en la educación infantil. Revista interuniversitaria de Formación del Profesorado, 19(3), 153-167. https://www.redalyc.org/pdf/274/27411927009.pdf
- Garralón, A. (2013). El jardín secreto. Letras Libres. Volumen, 147, 6-10.
- Salguero, M. J. C. (2011). Importancia de la inteligencia emocional como contribución al desarrollo integral de los niños/as de educación infantil. Pedagogía magna, (11), 178-188 https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3629180.pdf
- Shapiro, L. E., & Tiscornia, A. (1997). La inteligencia emocional de los niños. Buenos Aires: Javier Vergara.
- Vela-Oliete, D. (2013). Educación emocional: Alegría, ira y autocontrol a los 5 años en Educación Infantil (Bachelor's thesis).