Muchos pequeños tienen una profunda adoración por los animales domésticos. De hecho, sabemos que la relación entre un niño y un perro puede ser de lo más estrecha y significativa. A menudo, se convierten en mejores amigos. Incluso, a veces su presencia adopta un sentido terapéutico.
Ahora bien, también es cierto que hay niños que sienten un miedo intenso hacia los perros, aunque esto no significa necesariamente que no les agraden. Generalmente, sienten temor de que estos animales peludos se acerquen brutalmente, les salten encima o intenten darles un tarascón. Esta preocupación, muchas veces los lleva a quedarse paralizados cuando se cruzan con uno por la calle.
El miedo a los perros
No existe una única causa que explique este temor en los chicos. Puede tratarse del miedo a lo desconocido, de haber vivido alguna experiencia traumática o incómoda anteriormente o de recibir una crianza basada en la sobreprotección. La razón, no siempre está a simple vista.
Por otro lado, resulta conveniente diferenciar el miedo a los perros de la cinofobia. Mientras que el primero hace referencia a un temor controlado y no limitante, en el segundo caso hablamos de una situación más compleja. Un niño con cinofobia presenta un miedo excesivo y desmedido hacia estos animales que se acompaña de un cuadro de ansiedad considerable. Ante esta situación, será pertinente asesorarse con un especialista en psicología infantil.
1. Respeta su miedo a los perros
Esta primera sugerencia vale para cualquier temor que los niños puedan sentir. Es más, vale para cualquier otra emoción. Es fundamental que los adultos validemos todo lo que los niños sienten, aunque a nosotros nos parezca irracional o poco consistente.
Bajo ningún concepto podemos permitirnos hacerle burla o ridiculizar su situación. En este sentido, hacer uso de su temor para amenazar, castigar o manipularlo es una medida altamente perjudicial. Decirle frases como “si no te comportas en el parque, haré que ese perro se acerque a ti” o “ese perro te morderá si sigues gritando“, desemboca en consecuencias muy negativas.
2. Acompáñalo a que se exponga poco a poco
En ocasiones, los pequeños tienen el deseo de aproximarse a algún perro que ven en la casa de un familiar, amigo o que simplemente está en la calle, pero no se animan. En estos casos, emerge una mezcla de sensaciones contradictorias: los perros les agradan y atraen, pero sienten miedo de que les haga algo malo.
La exposición gradual es la mejor alternativa para superar un temor de este tipo. No tiene sentido obligar al niño a acercarse, acariciar o jugar con un can desconocido. Al contrario, que la conexión sea progresiva desprende los mejores resultados. Al comienzo, puedes proponerle observar de lejos a un perro conocido. Poco a poco aumentará su seguridad y se animará a ir por más.
3. Muéstrale cómo acercarse
La interacción con los animales tiene sus particularidades. En principio, la falta de lenguaje verbal de los perros puede confundir a las personas, pues no resulta tan sencillo interpretarlos. Por esto, es importante que si tu niño siente miedo, sepa cómo debe aproximarse a ellos. Esto es, con movimientos lentos, cautelosos, siempre por delante del animal y que permita que lo huela.
4. Asegúrate de no retroalimentar su temor
No es de extrañar que los niños que tienen padres miedosos también lo sean. El modo de relacionarnos con el mundo se transmite a través de los hechos y no tanto a partir de las palabras. Por ende, si tu pequeño nota que tú eres una persona insegura y que percibe el peligro en donde no lo hay, absorberá esa sensación de estar en riesgo.
Acompañar, animar y guiar al niño
Si la el miedo de tu hijo hacia el perro se encuentra dentro de los parámetros esperables, como padres podemos acompañar al pequeño y ayudarlo a superar el problema. En este sentido, debemos animarlo a acercarse progresivamente para que pronto pueda interactuar con el animal. Para ello, es clave darle tiempo al pequeño y que el adulto se muestre a gusto en presencia del perro, para poder guiar ese acercamiento.
Bibliografía
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