Mi hijo es demasiado perfeccionista: ¿cómo puedo ayudarle?
Se enoja porque los vecinos no juegan bien, empieza un dibujo una y otra vez porque no queda como le gusta o se demora mucho tiempo para cumplir con algo sencillo. Estos son algunos de los comportamientos que podrían estar en la base de un hijo perfeccionista.
Cuando pensamos en el perfeccionismo, casi siempre logramos apreciar el lado positivo del resultado conseguido. Querer hacer las cosas a un nivel que nos deje conformes no tiene nada de malo y, de hecho, funciona como un motivador. Sin embargo, cuando los resultados no son los deseados, se siente como un golpe. Entonces, ¿de qué modo el perfeccionismo impacta en las infancias? ¿Cómo podemos ayudar? Veamos.
¿Cómo saber si mi hijo es perfeccionista?
- Siente un enojo y frustración enorme cuando no puede cumplir con su objetivo. Por ejemplo, puede tener una gran rabieta cuando el trazo del lápiz apenas se sale de una figura que tenía que pintar.
- No le gusta ser el blanco de bromas. Si bien no lo conceptualiza de dicho modo, lo hace sentir expuesto e inseguro.
- No hay argumento que valga para justificar su “fracaso” si no gana o si no lo hace bien. No se trata simplemente de un juego, sino que es algo que le afecta y le provoca un malestar intenso.
- Tiene modos rígidos de comportamiento. Perciben que de ese modo conocen el camino y tienen el control de la situación.
- No intenta cosas nuevas o desconocidas. Allí pueden quedar expuestos al error o al fracaso, ya que las cosas no necesariamente salen bien la primera vez.
- Es sensible a las críticas. Si la recibe, abandona la actividad.
- Le interesa el reconocimiento de personas que considera importantes. Por ejemplo, quiere que su profesor lo felicite o reconozca su tarea.
- Puede enfadarse cuando se reconoce el logro de otras personas. Por ejemplo, al regresar de un paseo, un niño puede enojarse si la madre felicita a su hermana por su buen comportamiento.
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¿Cómo puedo ayudar a mi hijo perfeccionista?
Analizar el mensaje que transmitimos
Cuidado con lo que valoramos
Enseñar a valorar el proceso y el fracaso
Tanto cuando alcance sus metas, pero sobre todo cuando no lo haga, resulta muy útil preguntar por el proceso. Debemos plantear preguntas acerca de cómo lo vivió y destacar lo importante que es el esfuerzo y el camino, más allá del resultado. Es importante animar al niño a pensar en términos de los pequeños pasos que se dan en el día. De este modo, nos corremos de ese lugar de todo o nada, un extremo en el que suelen caer las personas perfeccionistas.
Ayudar a expresar las emociones
Cuando un niño perfeccionista no logra lo que desea, más que escuchar un consuelo del tipo “no te preocupes, la próxima saldrá mejor”, lo primero que necesita es ser validado en su emoción. Es decir, es necesario facilitar las condiciones para que exprese cómo se siente y, luego, ayudarlo a gestionar dichas emociones.
Por qué el perfeccionismo puede ser limitante
- Limita la creatividad, flexibilidad y espontaneidad.
- Afecta la autoestima.
- Mayor desgaste al enfrentarse a una tarea.
- Experimenta una gran frustración.
- Intentar imponerse, puesto que consideran que la forma en que ellos lo hacen, es la única forma correcta.
- Genera estrés, ansiedad y otros trastornos.
- Imposibilita disfrutar de la actividad.
Recomendaciones finales
No se trata de decirle a un niño que debe conformarse, sino que tiene que aprender a ver la cara real del esfuerzo y no debe invalidar los intentos. Asimismo, es muy importante tener cuidado con el tema de las “etiquetas” durante la infancia. La frase “es un pequeño perfeccionista” puede sonar a una sentencia. A ciertas edades, ellos aún no tienen muy en claro que con el tiempo las personas pueden cambiar, aprender y desaprender.
Como hay una literalidad en lo que se dice, debemos evitar que esa etiqueta se enquiste y provoque la sensación de que nada se puede hacer en relación con los comportamientos que nos hacen sufrir. Esto debe pensarse no solo en torno a los niños, sino también a sus progenitores. Por último, en una sociedad que alienta de manera desmedida la competencia, las figuras adultas deberán ser la brújula que oriente a las infancias a escapar de la hiperexigencia.
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