La diarrea amarilla en los niños pueden deberse a múltiples causas. Si bien existen algunas que son fisiológicas (como las heces de los bebés pequeños), en otros casos nos permiten sospechar patologías específicas. Así, tener en cuenta qué indica el color de las heces en la infancia nos ayuda a orientar mejor las acciones a seguir.
En general, la mayor parte de las enfermedades que se manifiestan a través de las diarreas amarillas indican un déficit en la absorción de las grasas a nivel intestinal. De hecho, son estos compuestos los que le dan el color característico a las deposiciones. Te lo explicamos.
¿Por qué se produce la diarrea amarilla en los niños?
La diarrea consiste en aquellas deposiciones abundantes que superan los 200 gramos al día o a la eliminación de tres o más deposiciones líquidas en menos de 24 horas. También puede considerarse diarrea a aquellas heces blandas o líquidas que superan el patrón habitual del niño, que sería el caso de la diarrea en los lactantes.
Además de las pérdidas fecales, la diarrea puede acompañarse de otros signos y síntomas, como la pérdida del apetito, el dolor abdominal, los vómitos, la fiebre y, en ocasiones, la presencia de sangre, moco o pus en las heces.
A continuación, vamos a explicar cuáles son las causas más comunes de diarrea amarilla en niños. ¡No dejes de leer!
1. Alimentos
Algunos comestibles pueden ablandar y teñir las deposiciones de los niños y dar así la impresión de una diarrea. Estos son la batata, la cúrcuma, la zanahoria o las comidas con alto contenido en grasa.
Sin embargo, si el pequeño presenta heces acuosas que persisten más de 24 horas, aunque haya ingerido estos alimentos previamente, es preciso descartar una causa infecciosa.
2. Infecciones digestivas
Las infecciones del tubo digestivo muchas veces se asocian a la ingesta de alimentos en mal estado o, simplemente, contaminados por distintos microorganismos patógenos.
Uno de los ejemplos más conocidos es la giardiasis, una infección gastrointestinal causada por el parásito llamado Giardia lamblia, el cual ingresa al organismo humano a través de la ingesta de agua o de alimentos contaminados.
Según explican los expertos de la Clínica Mayo, este cuadro se caracteriza por generar una diarrea prolongada (de más de 2 semanas), distensión abdominal, dolor cólico, muchas flatulencias y la eliminación de heces explosivas y malolientes. Debido a la inflamación intestinal que el parásito produce, las grasas no se procesan adecuadamente y, por ende, las heces son amarillas y flotan en el váter.
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3. Trastornos gastrointestinales
Además de las causas infecciosas, existen otras patologías inflamatorias del tubo digestivo que pueden manifestarse con una diarrea amarilla:
- Enfermedad celíaca: es una patología autoinmunitaria que se exacerba ante la presencia de gluten en el intestino. Los síntomas más llamativos en los niños incluyen dolor abdominal, aftas bucales, artritis, pérdida de peso y esteatorrea (grasa en las heces), según explica una revisión publicada en Gastroenterology Clinics of North America.
- Trastornos de la vesícula (cálculos biliares o las obstrucciones del conducto biliar): estos elementos interfieren con la salida de las sales biliares desde el hígado hacia el intestino y, por lo tanto, parte de las grasas no se reabsorben y son expulsadas con las heces.
- Pancreatitis: es la inflamación del páncreas, la cual puede interferir en la digestión de las grasas en el intestino.
- Fibrosis quística: es una enfermedad hereditaria que afecta las glándulas exocrinas de múltiples órganos, como las del sudor, de las secreciones respiratorias y las intestinales (como el páncreas).
Es importante acotar que la coloración amarilla de las heces en los casos de afectación de la vía biliar suele ser transitoria, pues si el trastorno persiste en el tiempo, las cacas se tornan de color blanco o grisáceo.
Tratamiento de la diarrea amarilla en niños
En general, la diarrea amarilla de los niños suele estar asociada a infecciones virales o bacterianas y, salvo en casos puntuales, no se tratan con antibióticos. Pero es preciso realizar un seguimiento cercano del niño con diarrea a fin de controlar el estado de hidratación y prevenir o atender oportunamente la deshidratación.
1. Asegurar una hidratación suficiente
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) los síndromes diarreicos afectan a más de 1700 millones de niños en el mundo y esta patología es la responsable de muchas muertes en los menores de 5 años. Estos pequeños son particularmente vulnerables a la deshidratación debido al mayor porcentaje de agua corporal que tienen y porque, además, dependen del adulto para acceder a los líquidos.
Así, mantener a los niños bien hidratados durante los períodos de diarrea es muy importante y esto se puede lograr de la siguiente manera:
- Si la deshidratación es leve, se puede mantener la misma frecuencia de administración de leche materna, en el caso de que estén en período de lactancia exclusiva. Se debe mantener la libre demanda, pero controlar que no pasen más de 4 horas sin alimentarse en el caso de que las pérdidas sean recurrentes.
- En los niños mayores, se recomienda mantener la hidratación con agua y con soluciones de rehidratación oral (SRO). La clave está en ofrecer volúmenes pequeños pero con mayor frecuencia de lo habitual y asegurar una cantidad diaria acorde al peso y a las pérdidas. Este dato debe ser brindado por el profesional de salud que evalúe al pequeño.
- En casos en los que el niño no pueda hidratarse por boca o que manifieste signos de deshidratación avanzada, debe ser revalorado a fin de determinar la necesidad de hidratación endovenosa.
Se desaconseja el uso de bebidas energéticas para reponer agua durante una diarrea, pues la concentración de minerales y electrolitos no es adecuada para los infantes y, además, tienen alto contenido de azúcar. Aunque mejoren el sabor de la bebida, los hidratos de carbono en el intestino incrementan aún más la pérdida de agua por las heces.
2. Ofrecer una dieta astringente
Tan pronto como el pequeño tolere líquidos y muestre intenciones de comer, es necesario reiniciar la dieta. Eso sí, se deben evitar los alimentos con alto contenido en grasas, agua y fibras, porque promueven la pérdida intestinal. Estos son la papaya, los cítricos, el tomate, las ciruelas, las coles, los cereales y los lácteos.
3. Considerar el uso de fármacos en situaciones especiales
En algunos casos de diarreas prolongadas, el pediatra puede indicar el uso de probióticos para normalizar la flora intestinal dañada. Estos compuestos no son más que cepas de bacterias vivas en pequeñas cantidades, las cuales ayudan al crecimiento de las bacterias «buenas» del intestino. Según una investigación publicada en Nutrición Hospitalaria, algunas de las situaciones más comunes para usarlos son la diarrea de origen infeccioso y la enfermedad inflamatoria intestinal.
En el caso de que la diarrea amarilla sea por una infección, se determinará el uso de antibióticos o antiparasitarios según cada caso. La decisión estará basada en las características del niño, del microorganismo causal y de la severidad del cuadro clínico.
No se debe automedicar a un niño con diarrea bajo ningún concepto.
Algunas consideraciones sobre las diarreas del viajero
En la actualidad es común que los niños acompañen a sus padres en viajes y las diarreas del viajero en esta población son muy frecuentes. El difícil acceso a centros de salud en las zonas rurales, los viajes largos o la falta de controles médicos previos a las vacaciones pueden favorecer a la aparición de algunas complicaciones.
Por eso, si estás planeando un viaje con tus hijos, es importante que consultes anteriormente con el pediatra para recibir toda la información y refuerzos necesarios, sobre todo si se viaja a países tropicales o de bajos ingresos, los cuales suelen tener enfermedades endémicas, cómo la fiebre amarilla o el cólera. Asimismo, se recomienda mantener medidas de higiene, beber agua embotellada e ingerir solo alimentos cocinados.
No se recomienda el uso de antidiarreicos, como la loperamida, en niños pequeños y lactantes.
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¿Cuándo consultar al médico por una diarrea?
Es frecuente que los padres consulten al médico cuando el bebé o el niño presenta diarrea. Pero es común que los adultos no estén familiarizados con los signos y síntomas de alarma que sugieren una emergencia. Estos son los siguientes:
- Aumento de la frecuencia cardíaca (taquicardia), ojos hundidos, palidez y frialdad en la piel.
- Irritabilidad extrema o letargo.
- Heces con sangre.
- Vómitos biliosos (verdes).
- Petequias en cualquier parte del cuerpo.
- Dolor abdominal intenso o distensión extrema.
Ante la presencia de cualquiera de las manifestaciones mencionadas, es preciso concurrir al centro de salud más cercano lo antes posible.
La diarrea amarilla en niños es un problema común
A pesar de lo frecuente y transitorio que pueda parecer la diarrea amarilla en niños, es importante contar con la evaluación médica oportuna en caso de que se convierta en un problema intenso, recurrente o acompañado de otros síntomas. Esto permitirá obtener un diagnóstico precoz y tratamiento oportuno, aunque no por esto se deben retrasar las medidas de rehidratación en el hogar.
Bibliografía
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