Las niñas deben comportarse como “señoritas”, mientras que está bien que los niños sean aventureros y que exploren el mundo.
La regla de la modestia forma parte de un sistema de creencias, en el cual algunos comportamientos se aprueban o se desaprueban según el género de quien los tenga. Tanto es así que las mujeres reciben una educación que las orienta a ser más obedientes y sumisas, mientras que los varones buscan llamar la atención.
Veamos de qué se trata la regla de la modestia y cómo influye en el desarrollo de habilidades en las niñas.
Qué entendemos por la “regla de la modestia”
La “regla de la modestia” es una norma de comportamiento social que pone en evidencia los estereotipos y los sesgos de género que existen en la educación infantil. A través de esta se transmiten ciertas ideas y valores asociados a los comportamientos deseados o esperables según el género.
Así, por ejemplo, no está bien visto o “no es propio de las niñas” presumir o alardear sobre sus logros, pero esa misma situación no nos resulta extraña -e incluso, es alentada- en los niños.
Esto nos lleva a naturalizar como sociedad a que las niñas y las mujeres deben mantener un “perfil bajo” y silencioso, deben permanecer en la esfera de lo privado (o lo doméstico) y no en lo público.
A partir de cierta edad, especialmente entre los 5 y los 7 años, las niñas interiorizan que ciertos intereses son propios de sus pares varones, pues ellos son más habilidosos en algunas disciplinas, como las matemáticas o las ciencias “duras”.
Por ese motivo, también nos encontramos con una mayor concentración de mujeres en determinadas profesiones o labores, como maestras, enfermeras, trabajadoras sociales, pedagogas, entre otras. No es casual que dichos trabajos estén vinculados con “el cuidado del otro” y correspondan con cualidades muy desarrolladas y promovidas sobre el género femenino.
Algunas consecuencias de la regla de la modestia
Recibir una educación diferencial respecto a lo que pueden hacer los varones y las mujeres tiene consecuencias concretas en el comportamiento de las personas, las cuales se expresan a lo largo de sus vidas. Veamos algunas de ellas:
- En los ámbitos laborales, existen mujeres destacadas y brillantes, pero que no llegan a puestos directivos o de jerarquía porque no son visibles. Incluso, en estos espacios, se presentan situaciones como las siguientes: una mujer plantea y desarrolla alguna idea, la cual luego es presentada por su superior como propia y este se lleva todo el crédito y el reconocimiento.
- El síndrome de la impostora. Las niñas y las mujeres deben ser mesuradas y medidas, cuidadosas con lo que dicen y por ello, terminan creyendo que no son capaces, que no están a la altura y empiezan a dudar de las propias capacidades. Por supuesto, esto tiene relación directa con su autoestima.
- Agresiones y violencia. A partir de las diferentes investigaciones, hay datos que demuestran que las mujeres que se dedican a la política sufren más situaciones de violencia que los varones. Incluso, en ocasiones escuchamos frases como “eso le pasa por exponerse de esa manera”. En definitiva, se naturaliza que las mujeres no deben llamar la atención. En la misma línea, también resulta conocido el fenómeno de gaslighting, que consiste en dar vuelta los hechos y el discurso y hacerle pensar a una mujer que ella es responsable de determinada situación.
- Mansplaining. Es cuando un hombre interrumpe a una mujer para explicarle lo mismo que ella ya sabe y que está intentando decir. Así, desestima su experiencia y su palabra, a la vez que deja su opinión en segundo lugar.
Cómo educar sin sesgos de género en casa
Algunas de las recomendaciones para evitar reproducir sesgos de género en la educación son las siguientes:
- Escucha las ideas de todos y todas. Por ejemplo, si tienes niños y niñas en casa, cuando conversen sobre diferentes asuntos, pide la opinión de ambos, se trate del tema que se trate. De esta manera, evitas reducir ciertas temáticas a asuntos “de chicos o chicas”.
- Practica la corresponsabilidad. No distingas tareas en función del género y alienta a que todos sean capaces de colaborar con las tareas de la casa y los cuidados. Por ejemplo, los niños deben ayudar a poner la mesa al igual que sus hermanas, Además, los varones no tienen por qué tener una porción extra de comida y las mujeres no tienen por qué comer menos.
- Busca referentes de distinto género. Si a tu hija le interesa la ciencia, es importante que sea capaz de pensarse en dicho ámbito. En este sentido, ayúdala a imaginarse como científica y enséñale sobre la vida de mujeres con quienes comparte dicho interés. No la limites a tener únicamente ejemplos de científicos.
- Refuerza los logros y enseña habilidades sociales. Reconoce y apoya las fortalezas de tu hija y también, enséñale a aceptar dicho reconocimiento sin sentirse culpable por ello, sin incomodarse y sin restarle importancia. La mayoría de las mujeres no sabe cómo recibir un halago y se boicotea cuando eso sucede. Por ejemplo, cuando una amiga dice “¡qué bien que estuviste en tu clase hoy!” La otra contesta “no fue para tanto”, en lugar de darse mérito o de agradecer.
Por una educación que libere, no que limite
La regla de la modestia y los sesgos de género están tan arraigados que cuando una mujer está empoderada y bien posicionada, algunos de los comentarios que surgen al respecto es que “se masculinizó”. Como si la autoafirmación y la seguridad fuesen atributos exclusivos, propios o únicos de los varones.
Es muy importante empezar a notar los sesgos que reproducimos en la educación y en nuestras prácticas diarias, ya que terminamos construyendo relatos sobre lo que los niños y niñas son capaces de hacer. Es decir, transmitimos valores y juicios personales que luego inciden en sus decisiones y su bienestar.
La educación de las mujeres implica también mejorar su calidad de vida. Que puedan salir de situaciones económicas sumergidas para desempeñar actividades reconocidas y formalizadas; que no se vean forzadas a contraer matrimonio infantil como único destino y que tampoco tengan que vivir situaciones de violencia y de abuso en su hogar; entre otras cuestiones.
Como vemos, la regla de la modestia implica mucho más que “comportarse como una señorita”: deja expuestas a las niñas y a las mujeres a un sinfín de situaciones de vulneración de derechos. De allí la urgencia de repensar la educación y concebirla como una herramienta para lograr la transformación social.
Bibliografía
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- Sáinz, M., & Meneses, J. (2018). Brecha y sesgos de género en la elección de estudios y profesiones en la educación secundaria.
- Fainstain, L., & de Sierra, I. P. (2018). La incorporación de la perspectiva de género en centros de educación y cuidado a la primera infancia: una aproximación a su evaluación. Miríada: Investigación en Ciencias Sociales, 10(14), 231-264.