La indefensión aprendida es la rendición absoluta ante los problemas de la vida. Si de niños nos educan en la obediencia a través del miedo, en la carencia afectiva, en la inseguridad o la frustración cotidiana, seremos criaturas terriblemente vulnerables incapaces de dar voz a nuestros derechos como persona.
Es posible que el término “indefensión aprendida” no sea del todo conocido por muchos. No obstante, es una dimensión que vemos cada día: en las personas que desarrollan depresiones porque no pueden reaccionar ante ese compañero de trabajo agresivo y malintencionado. En la mujer que claudica, que calla y aguanta ante la violencia del marido.
Lo vemos a cada instante en las escuelas, con esos niños que día a tras día, son víctimas del bullying. Todo ello nos obliga a preguntarnos como madres, como padres o educadores, si estamos haciendo algo mal. Porque ¿de qué manera puede conseguirse que un niño crezca en seguridad, sin miedos y con las adecuadas estrategias personales para defenderse de las injusticias de su entorno más próximo?
Te damos toda las claves sobre este tema tan importante en la crianza de nuestros hijos.
La indefensión aprendida, una pandemia social
Puede que nos sorprenda, pero la indefensión aprendida es una auténtica pandemia cotidiana. No sabemos defendernos, no podemos e incluso llegamos a pensar que tampoco lo merecemos. Es cuando todo adulto o todo niño, llega a un punto donde toma plena conciencia de que no tiene ningún control sobre su vida, y termina instalándose en la más profunda desesperanza.
Fue Martin Seligman quien acuñó este término tras verlo en el comportamiento de muchos animales, y que a grandes rasgos, define a la perfección el papel de víctima. La indefensión aprendida se desarrolla a través de tres dimensiones básicas:
- La motivacional: ahí donde la persona deja de tener motivaciones, ilusiones personales para dejarse llevar por las voluntades ajenas.
- La emocional: al tomar conciencia de las situaciones adversas y el dolor va a seguir existiendo haga lo que se haga, uno termina rindiéndose para cubrirse de una tristeza asumida donde no hay escapatoria.
- La cognitiva: los pensamientos que suelen presentar los adultos y los niños caracterizados por la indefensión aprendida son siempre muy negativos, no son capaces de establecer adecuadas resoluciones a sus problemas, y de ahí, que casi siempre se derive en depresiones.
Familias que hacen germinar la indefensión aprendida en sus hijos
Empezaremos comentándote algo importante: no hay recetas mágicas e infalibles a la hora de educar y dar al mundo niños fuertes, niños hábiles capaces de defenderse con asertividad para construir su felicidad. Cada niño es único y de nosotros depende saber atender sus necesidades. Ahora bien, hay puntos clave que deberemos cuidar para que no se desarrolle el germen de la indefensión aprendida.
Estos serían sin duda los principales pilares que suelen hacerla germinar.
Una educación con miedo
- Esta es la principal clave que define a los niños que desarrollan la indefensión aprendida. Cuando hay miedo hay sumisión, y solo se desarrollan dos capacidades: la de la huída o la sumisión absoluta.
- Si los padres educan a sus hijos bajo el esquema del miedo, esos niños aprenderán desde bien temprano que la afectividad tiene como principal componente el miedo, y que hasta quienes más nos quieren son capaces de hacernos daño.
El amor que se ofrece con condiciones
- Nadie puede amar a un niño dependiendo de lo que haga. El amor se ofrece a un hijo solo por ser nuestros hijos, por ser ellos con todos sus matices, sus grandezas, sus defectos. El amor debe ser incondicional y nunca basado en los logros.
- Todo esto puede hacer que el niño se canse de “tener que demostrar cosas” y que desarrolle una clara indefensión.
Incoherencia de los progenitores
- Si un niño percibe que sus padres no “son equipo” si se desprecian, si les dicen una cosa y luego hacen otra y crecen en un ambiente caótico, disonante y hostil ese pequeño se sentirá siempre inseguro.
- La incoherencia educacional genera indefensión.
Educación contra la indefensión aprendida
Tal y como te hemos señalado con anterioridad, es necesario recordar que cada niño presentará unas necesidades. Es posible incluso que aún teniendo dos niños, uno sea completamente seguro y asertivo y el otro desarrolle indefensión aprendida. En ocasiones unos mismos estímulos y patrones educativos genera en los niños comportamientos diferentes en base a su personalidad.
No obstante, y sea como sea, hemos de ser sumamente cuidadosos en nuestra educación, trato y crianza con los más pequeños. Estos son unos ejes indispensables que nos ayudarán e evitar el desarrollo de la indefensión aprendida.
Motivación de logro y autocompetencia
Enseña a tus hijos desde bien temprano a que pueden ser muy capaces de conseguir aquello que desean. Usa siempre palabras adecuadas que alimenten su autoestima (yo confío en tí, yo sé que puedes conseguirlo, yo sé que lo mereces) evita proyectar miedos, rechazando críticas y comparaciones.
Haz que se sientan competentes en cada cosa que hagan. Todo ello les confiere valor y una buena percepción de sí mismos.
Afrontamiento ante la adversidad
No solo los adultos nos enfrentamos a la adversidad. Si no la comprendemos y la gestionamos desde la infancia en esos problemas cotidianos, también nosotros seremos personas caracterizadas por la indefensión aprendida.
- Los niños deben aprender a desarrollar la responsabilidad y la toma de control de sus propias cosas, de su propio mundo. Dales responsabilidades, haz que toleren la frustración pero que aprendan a su vez a perseverar. Se trata de que asuman que no pueden tenerlo todo, pero que merece la pena luchar por lo que uno desea y merece.
- Enséñales a ser asertivos, a hablar en primera persona “yo necesito”, “yo pienso”, “yo quiero”. Nadie puede ni debe “ningunearles” así que dales confianza, alimenta sus autoestimas, y enséñales a ser dueños de sus destinos, de sus maravillosas identidades.
Es una labor en la que merece invertir cada día, por la felicidad de nuestros hijos.
Bibliografía
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- Seligman, M. E. P., & Maier, S. F. (1985). Indefensión aprendida. Madrid: Debate.
- de Vicente Pérez, F., & Díaz-Berciano, C. (2005). Efecto de la dominancia diádica sobre la indefensión aprendida. Psicothema, 17(2), 292-296. https://repositorioinstitucional.ceu.es/bitstream/10637/1905/1/p173_95.pdf
- Marina, J. (2012). La vulnerabilidad aprendida. Pediatr Integral, XVI, 10, 811-814. https://www.pediatriaintegral.es/wp-content/uploads/2012/xvi10/08/811-814%20Brujula%2010.pdf