A menudo, los padres no saben distinguir entre respeto y obediencia, lo cual ocasiona que la relación con sus hijos sea sana. Por esta razón es importante saber cuál es el límite que separa estos dos conceptos y cómo separarlos en la práctica.
Cabe destacar que, muchas veces, la obediencia no da como resultado padres e hijos felices. De hecho, muchas veces crea una barrera entre ambos que, progresivamente, perjudica el afecto y sus distintas expresiones.
¿Qué es la obediencia?
La obediencia es la acción de seguir las órdenes de otra persona (considerada como superior) sin cuestionamientos, justificaciones, motivos ni razones. Por lo general, esto implica que se atienden a los preceptos del superior para complacerlo.
¿Y que hay de malo en esto? En primer lugar, la falta de cuestionamiento y de explicaciones crea una barrera comunicacional. Sin las explicaciones necesarias, un niño no entenderá las razones por las cuales debe hacer (o no) una determinada acción.
El día de mañana este niño puede ser un adulto inconsciente. Sentirá desdén por las explicaciones y esto influirá negativamente en distintos ámbitos de su vida.
Por otra parte, puede que desarrolle una actitud pasiva, que permita atropellos de todo tipo. Asimismo es posible que sea una persona demasiado voluble, con la necesidad constante de lograr la aceptación de otros.
La obediencia se obtiene a través del miedo, el castigo y de la imposición, no a través de la educación. Por ende, la obediencia no garantiza un individuo sano ni mucho menos feliz.
Es necesario que entiendan las razones para que puedan desarrollar un buen comportamiento y que puedan desenvolverse así de forma espontánea. De lo contrario, el niño no sabrá nunca qué es exactamente lo que se espera de él y avanzará a tropezones, lleno de incertidumbre.
Los extremos nunca son buenos en ningún modelo de crianza. Razón por la cual conviene delimitar qué se entiende por un “niño obediente”.
Manifestaciones incorrectas de obediencia
Este es un tipo de conducta muy habitual que ven los maestros y profesores en las aulas. Los niños que en clase abusan de otros, que no respetan y que muestran una conducta que dista mucho de cómo es su comportamiento en casa.
Cuando los profesores hablan con los padres, estos no terminan de entender -ni de creer- que sus hijos actúen de este modo porque en casa “son muy obedientes”.
El problema reside en lo siguiente: cuando educamos con el miedo y el castigo los niños obedecen, pero no interiorizan el concepto del respeto.
Actúan por obligación no por comprensión. De ahí, que en la escuela, al sentirse libres de la presión familiar, tiendan a canalizar ese miedo y esa rabia en conductas disruptivas.
En ocasiones, incluso podemos ver el caso contrario. Los niños con un crianza severa, basada en la obediencia, se muestran en otros escenarios comportamientos cerrados, temerosos y defensivos.
Hay muchos modos de educar a un niño y cada familia, tendrá sin duda sus principios, sus valores y sus esquemas sobre lo que desean transmitir a sus hijos. Ahora bien, ni la obediencia ni la sumisión son saludables.
Riesgos de la crianza basada en la obediencia:
- Los niños no se atreven ni saben expresar sus emociones porque cualquier acto espontáneo es sancionado.
- Los niños a los que se les enseña a guardar silencio, a esconder sus lágrimas porque “llorar es de débiles” o a quedarse quietos porque “molestan”, se reprimen emocionalmente.
- La obediencia busca también “proteger” al niño de posibles peligros. Un niño obediente es una persona que no cruzará la zona de confort del hogar y que estará apegado a esa burbuja familiar.
El niño obediente educado en el miedo, no se atreve a explorar, no descubre, no se siente seguro para abrirse a los demás. El miedo es lo opuesto a la felicidad. Es necesario cambiar esquemas, educa en respeto no en miedo.
Educar en respeto crea vínculos sanos
No es lo mismo “cállate y quédate quieto que lo único que haces es molestar” que decir “¿puedes guardar silencio ahora, por favor? Mamá está hablando por teléfono”.
El lenguaje educa, la actitud es pedagógica y servir de modelo es la clave de toda crianza.
Es cierto que todos queremos tener niños que nos hagan caso, pero para lograrlo es necesario que entiendan siempre por qué deben hacernos caso y qué sentido tiene actuar siempre con respeto hacia los demás.
Toma nota de estas claves en las que reflexionar sobre el valor de la educación basada en el respeto:
- Ofrece responsabilidades a tu hijo. Es necesario que desde bien temprano aprenda la importancia de hacer cosas por él mismo y hacerse cargo de sus objetos personales. Poco a poco se sentirá orgulloso de sí mismo al darse cuenta de que es capaz de hacer muchas cosas y de que nosotros, confiamos en ellos.
- Razona con tus hijos sobre toda norma que establezcas en casa. Explícale por qué debe cumplirse. Habla con tus hijos y establece una comunicación respetuosa donde atender todas sus preguntas.
- Cuando haga algo mal no grites ni humilles (“eres torpe”, “eres el niño más malo del mundo”). En lugar de intensificar la negatividad, enséñale a hacer las cosas bien. Entiende sus emociones y enséñales a canalizar y a entender esos procesos internos.
Bibliografía
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