Los recuerdos de los niños se componen de emociones

¿Te gustaría que tu hijo contase con gratos recuerdos de su infancia? Entonces, ten presente que los detalles se desvanecen con el tiempo, pero las emociones permanecen.

Padres creando bonitos recuerdos con su hija.

Los recuerdos de la infancia son un refugio seguro al que podemos volver, ya de adultos, para rememorar tiempos más sencillos y felices. O, al menos, así habría de ser. Sin duda, todos los padres y madres tratan de proporcionarles a sus hijos las mejores experiencias y oportunidades. Pero es importante tener en cuenta que los recuerdos de los niños se componen, principalmente, de emociones.

Con esto nos referimos a que es probable que en 10, 20 o 30 años tus hijos no recuerden el nombre del pueblo al que fuisteis de visita, lo que aprendieron sobre encestar un balón o el motivo por el que discutisteis aquella noche. Pero, sin duda, recordarán lo que sintieron durante el viaje, durante las clases extraescolares o en medio de aquella pelea. Por ende, son las emociones de los niños las que han de servirnos de guía.Mamá besando y abrazando a su bebé porque los recuerdos de los niños se componen de emociones.

La memoria no es exacta

Los recuerdos de infancia de tus hijos se están creando en ese momento. Muchas madres son conscientes de ello y tratan deliberadamente de que todo sea perfecto.

Es el caso, por ejemplo, de aquellas que planean al detalle cada aspecto del primer cumpleaños de su bebé. Las personas de su entorno pueden mirarla atónitas y recalcarle que el niño no recordará nada de este día, pues aún no se da verdadera cuenta de lo que ocurre.

Y esto es cierto; cuando somos adultos apenas conservamos memorias de nuestra primera infancia. Esta amnesia infantil se produce por la inmadurez de varias áreas cerebrales, por la escasa capacidad lingüística y por la poda neuronal que tiene lugar hacia los dos años de edad.

Pero, además, muchos de nuestros recuerdos infantiles son ficticios. Hay diversas situaciones que creemos recordar, pero, en realidad, son solo imágenes mentales que hemos creado posteriormente en base a fotografías o relatos que nos han contado.

Tal vez crees recordar la casa en la que viviste hasta los ocho meses, pero esa sensación se produce porque hay un vídeo casero grabado allí que has visto numerosas veces.

Los recuerdos de los niños se componen de emociones

Entonces, si muchos de los recuerdos de los niños van a desvanecerse por completo y otros serán inexactos, ¿por qué es tan importante asegurarnos de crear memorias positivas con nuestros hijos? Porque los datos concretos se pierden en el tiempo, pero las emociones permanecen.

Es evidente que ese bebé de un año no recordará que los globos de su fiesta eran de color verde o que la tarta era de chocolate. Pero la experiencia de estar rodeado de amor, de atención, de personas felices que le demuestran cariño, le marcará emocionalmente de manera muy positiva.

De la misma forma, muchos progenitores se frustran cuando sus hijos no recuerdan los monumentos de una ciudad a la que viajaron hace unos años o la exposición de un museo al que acudieron.

Pueden sentir que esa experiencia no sirvió de nada, pues el niño parece haberlo olvidado. Sin embargo, la vivencia emocional permanece. La ilusión por viajar en familia, la diversión de ir cantando en el coche o la felicidad por compartir tiempo de calidad con sus padres están grabados en la memoria. Las emociones dejan una huella que perdura incluso con el paso del tiempo.Padres pasando el rato en familia con sus hijos.

Las emociones de los niños han de ser la guía

Lo anterior puede aliviarte en cierto modo, pues te ayudará a comprender que no es necesaria la perfección ni las experiencias más extraordinarias para que los recuerdos de los niños sean memorables. Solo es necesario que sientan, que se vean embargados por emociones positivas en su día a día.

No obstante, ten en cuenta que esto también funciona a la inversa. Seguramente en el futuro no recordará cómo hacer una voltereta, pero sí cuánto sufría teniendo que acudir a esas clases que odiaba. Y, probablemente, olvidará que una noche no quisiste leerle otro cuento más, pero no lo dolido que se sintió cuando te enfadaste y le gritaste por insistir.

Intenta tener presente que lo que perdurarán son las emociones, las vivencias íntimas experimentadas. Por ello, trata de poner el énfasis no tanto en lo que hacéis, sino en cómo lo hacéis. Procura que tu hijo disfrute de una infancia feliz. Así, te asegurarás de que sus recuerdos, más o menos nítidos, serán esos refugios seguros a los que volver.

Bibliografía

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