¿Recuerdas tu adolescencia? ¿Cuál era tu mayor preocupación? Probablemente, una de las más destacadas fuese el deseo de formar parte del grupo, ser aceptado, valorado y reconocido por tus iguales. Todos, en mayor o menor medida, sentimos la presión por adecuarnos a lo esperado, pero, en los adolescentes, la deseabilidad social puede llevar a conductas poco adecuadas.
Y es que, en este momento evolutivo, se conjugan la inmadurez propia de la edad con el deseo ferviente de pertenecer. Por ello, los jóvenes pueden verse abocados a comportamientos alejados de su personalidad y que realmente no desean ejecutar, todo con el objetivo de dar una imagen determinada ante sus compañeros.
Así, el trabajo en valores llevado a cabo desde la infancia puede constituir un auténtico salvavidas ante la presión grupal. Del mismo modo, la familia puede actuar como guía para ayudar al joven a atravesar esta convulsa etapa vital. Veamos cómo.
La deseabilidad social es algo natural
La deseabilidad social consiste en atribuirnos a nosotros mismos cualidades positivas y rechazar las negativas. Así, damos ante los otros una imagen sesgada; tratamos de mostrar y ensalzar nuestras mejores cualidades y fingimos no poseer aquellas que son socialmente sancionadas.
Sin embargo, la deseabilidad social forma parte de nuestra naturaleza humana y resulta fundamental para la vida en sociedad. Si no deseásemos agradar a los otros en cierta medida, si no compartiésemos unos valores, la convivencia sería imposible.
Así, la deseabilidad social está presente durante toda nuestra vida. Los niños tratan de complacer a sus padres porque dependen de ellos para sobrevivir, pero también porque les resulta gratificante el reconocimiento y la atención de ellos. No obstante, cuando se acerca la adolescencia, se produce un cambio significativo.
La adolescencia y el grupo de iguales
Cuando los jóvenes alcanzan la pubertad, ocurre una transformación importante en su dinámica psicológica. El menor trata de buscar y establecer su propia identidad y, para ello, comienza a alejarse progresivamente de la familia y da cada vez una mayor importancia al grupo de pares.
Entonces, los amigos y compañeros de la misma edad se erigen como grupo principal de referencia para el joven. La opinión de los padres ya no resulta tan relevante, incluso, pueden llegar a contradecirla por sistema en su búsqueda de la independencia. Sin embargo, la aceptación por parte del grupo se convertirá en la principal preocupación del adolescente.
Esto no supondría mayor problema si el nuevo grupo de referencia compartiese los valores comunes a la sociedad y si la necesidad de aceptación del joven fuese moderada. Sin embargo, puede ocurrir que las cualidades ensalzadas por el grupo de iguales entren en conflicto con la propia personalidad y valores del joven.
Es entonces cuando tendrá que elegir entre cambiar quién es para encajar o permanecer fiel a sus principios, con el riesgo de ser rechazado. Una decisión nada sencilla en una etapa tan delicada como la adolescencia.
¿Cómo ayudar al adolescente a manejar la deseabilidad social?
Como decíamos, no es posible ni adecuado tratar de eliminar la deseabilidad social; simplemente, habremos de enfocarnos en que esta se mantenga en un nivel positivo. Así, es primordial trabajar desde la infancia la autonomía, la autoestima y la confianza en uno mismo. Esta base sólida le permitirá al adolescente hacer frente a la presión grupal de un modo mucho más sencillo.
Del mismo modo, se ha comprobado que los jóvenes con ansiedad social sienten con mayor intensidad la necesidad de ser aprobados y el miedo al rechazo. Por lo mismo, son más susceptibles de caer en conductas poco adecuadas y nada alineadas con su personalidad, con el fin de causar agrado. Será necesario, entonces, tratar dicho trastorno.
Por último, las características del grupo de iguales, que servirá como referente para el joven, también tienen una gran relevancia. Es importante que nuestros hijos sean capaces de escoger sabiamente sus compañías, pues repercutirán, en mayor o menor medida, en su propio desarrollo. No es lo mismo un grupo que valora el deporte a otro que ensalza el consumo de alcohol.
En definitiva, se trata de una carrera de fondo que comienza desde la infancia y que consiste en inculcar al niño la confianza necesaria para tomar decisiones adecuadas. De este modo, el adolescente será capaz de escoger amistades acordes a sus propios valores y de mantenerse firme ante la presión.
Bibliografía
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