La tricotilomanía es un trastorno del control de impulsos por el cual el niño arranca su propio cabello de forma repetida. Si bien se trata de una condición poco común, su presencia puede asustar tanto al infante como a sus progenitores, dado lo llamativo que resulta. Por ello, es importante contar con información adecuada sobre las características del trastorno.
La zona más habitualmente afectada por este hábito suele ser la cabeza. Pero también puede producirse el arranque de vello en otras zonas del cuerpo como las cejas, las pestañas, las axilas o el pubis. Hay que saber que no se trata de una acción premeditada y controlable; es más bien un impulso irresistible, por lo que de nada sirve pedir explicaciones al niño de por qué lo hace, gritarle o castigarlo por su conducta.
¿En qué consiste la tricotilomanía?
La tricotilomanía consiste en el arrancamiento recurrente del cabello o del vello de otras zonas del cuerpo. Dicha acción tiene lugar tras una sensación creciente de tensión que el niño experimenta y que se ve aliviada al realizar este acto. Es decir, antes de arrancarse el cabello (o si intenta evitar hacerlo) se genera un malestar elevado. Dicho malestar es sustituido por placer, gratificación y satisfacción cuando realiza la conducta impulsiva.
La tricotilomanía suele comenzar en periodos de tensión y estrés en la vida del niño, que recurre a esta conducta como un alivio. Puede utilizarlo para calmarse cuando está nervioso, por ejemplo, estudiando o haciendo las tareas. Sin embargo, con el tiempo se produce una generalización de la conducta y el menor comienza a arrancarse el cabello en otras situaciones libres de estrés, como cuando está aburrido o solo.
Las consecuencias de este comportamiento son importantes y pueden afectar, en gran medida, a la vida del niño. De ellas, la más evidente es la pérdida de cabello, pudiendo dar lugar a calvas, zonas con pelos de distintas longitudes y heridas en el cuero cabelludo causadas por el arrancamiento. También pueden aparecer serios problemas digestivos si el niño se come el pelo tras arrancarlo (tricofagia). En este caso, pueden producirse obstrucciones intestinales, náuseas, vómitos y falta de nutrientes.
¿Por qué se produce?
En el origen de la tricotilomanía intervienen varios factores causales. Puede haber un componente genético y hereditario, y también parece haberse encontrado influencia de un desequilibrio de neurotransmisores. No obstante, los aspectos psicológicos tienen un peso elevado.
Eventos tales como mudanzas, divorcio de los padres o cualquier otro cambio brusco en el entorno del menor pueden ejercer como disparador de la tricotilomanía. Los niños, por definición, tienen un escaso control de los impulsos. Y, si a esto le sumamos la necesidad de hacer frente a una situación estresante y la falta de herramientas de afrontamiento, el problema está servido.
Lo que nace como una conducta inocente que busca el alivio de la tensión termina cronificándose. Además, se ha encontrado relación entre la tricotilomanía y otras condiciones como el trastorno obsesivo-compulsivo, la ansiedad, la depresión o la onicofagia (comerse las uñas).
¿Existe tratamiento?
Afortunadamente, existen técnicas adecuadas para abordar este trastorno. La psicoterapia cognitiva-conductual es la que más eficaz se ha mostrado en la reducción y eliminación de la tricotilomanía.
El procedimiento se basa en que, llegados a un punto, el niño no se arranca el pelo consciente y deliberadamente. La conducta ya se ha convertido en un hábito, en una secuencia automatizada. Por ejemplo, al estar aburrido o realizando las tareas escolares, puede comenzar con el arrancamiento sin darse cuenta.
El objetivo consistirá en ayudar al niño a ser consciente de cuándo va a realizar la conducta y controlar sus impulsos. Esto se logra mediante la técnica de inversión del hábito. Dicha técnica consiste en establecer una respuesta física incompatible con arrancarse el pelo, que el niño debe llevar a cabo siempre que sienta la necesidad de hacerlo.
Este tipo de intervenciones han ofrecido muy buenos resultados, pero es esencial la colaboración de los padres. Si tu hijo se encuentra en esta situación, no te alarmes, ayúdalo a comprender que no es el único, que no está solo y que pueden enseñarle herramientas para mejorar. Sobre todo, no lo culpes, castigues o reproches por su conducta, ya que no es controlable para él. Acudir a un psicólogo infantil puede marcar la diferencia en su calidad de vida.
Bibliografía
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