¿Cómo hacer que funcione la paternidad compartida?

La paternidad compartida es la mejor opción para los niños, pero requiere de que los padres cuenten con una cierta madurez y con una serie de habilidades. ¡Descubre cuáles son!
¿Cómo hacer que funcione la paternidad compartida?
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 07 mayo, 2023

Tener un hijo es una responsabilidad de por vida. Y esto es independiente al desarrollo de la relación de pareja. Muchos matrimonios y vínculos afectivos se terminan, pero si hay hijos de por medio, estos conservan el derecho a ser cuidados por sus dos progenitores. Sin embargo, ocurre que cumplir con esta premisa implica dividir el tiempo, alcanzar acuerdos y comunicarse de manera adecuada.

Por otra parte, es importante saber que esta no es la única opción disponible. Por ejemplo, cuando los progenitores han terminado en malos términos y no pueden o no quieren volver a tener contacto, es posible optar por una crianza paralela. Sin embargo, siempre que sea posible, es preferible implementar la copaternidad, ya que esta confiere mayores beneficios a los menores. Veamos por qué.

¿Qué es la paternidad compartida?

La paternidad compartida se ejerce siempre que los dos cuidadores principales de un niño comparten las tareas y cargas vinculadas con su crianza. Sin embargo, este término suele asociarse con la custodia compartida, y es en estos casos cuando resulta más difícil de implementar con éxito.

Así, entendemos por paternidad compartida al acuerdo de custodia que se establece cuando dos personas con un hijo en común escogen no mantener una relación afectiva. De esta forma, optan por ejercer su rol de padres por separado.

Este tipo de crianza se enmarca dentro de los términos legales aprobados en la Convención de los Derechos de los Niños de 1989. La misma busca garantizar el interés superior del menor y toma en cuenta qué es lo que más puede beneficiarle. Y, en este caso, incluye a sus dos adultos de referencia, quienes comparten y coordinan sus labores parentales.

Componentes básicos de la copaternidad

Pero, ¿en qué consiste realmente la copaternidad? Según recoge un artículo publicado en Clinical child and family psychology review, existen cuatro componentes básicos a tener en cuenta:

  1. Apoyo mutuo. En lugar de verse como rivales o ejercer una lucha de poder, ambos progenitores trabajan como un equipo. Es decir, se apoyan mutuamente y forman un frente unido en cuanto a la educación de sus hijos.
  2. Acuerdos respecto de las diferencias y valores relacionados con la crianza. Son capaces de negociar y respetar sus mutuos puntos de vista para llegar a acuerdos respecto de los temas claves de la crianza. De esa forma, encuentran consenso para seguir una misma línea.
  3. División del trabajo de los padres. El tiempo con los niños se comparte, así como también se reparten las diferentes tareas. Ambos colaboran para ofrecer a los hijos las mejores condiciones posibles.
  4. Buen manejo de las interacciones familiares. La comunicación entre los adultos es fluida y sana. En este sentido, se evitan a toda costa los conflictos, especialmente delante de los niños. Incluso, se comparten algunos momentos especiales, como los cumpleaños o actos escolares.
En la copaternidad, ambos progenitores tienen plenos derechos y responsabilidades en relación con el niño y las decisiones se toman de forma conjunta.

¿Por qué la copaternidad beneficia a los niños?

Para los niños, el divorcio o la separación de sus padres puede suponer una fuente de estrés importante. En muchas ocasiones, este alejamiento implica una pérdida de recursos económicos para el núcleo familiar, así como la reducción de contacto con uno de los progenitores. Y, según afirman Cantón y Justicia (2007), esto eleva el riesgo de que presenten inconvenientes futuros y problemas de conducta.

Sin embargo, cuando ambos padres actúan con coherencia, muestran un frente unido y mantienen una relación de cooperación entre sí, constituyen un factor de protección para los niños. Así lo recoge un artículo de la Universidad de Cantabria.



Descubre cómo hacer que funcione la paternidad compartida

Aunque hay algunos casos en los que no es posible ejercer la copaternidad, en la medida de lo posible resulta conveniente adoptar este modelo. Pero, ¿cómo lograr que funcione para todos los involucrados? A continuación, te brindamos algunas recomendaciones y sugerencias al respecto.

Establecer expectativas ajustadas

Ambos padres por separado han de prepararse para esta transición y establecer qué esperan de sí mismos y del otro en cuanto a la crianza. Posteriormente, será necesario poner estas expectativas en común, negociar y llegar a acuerdos que satisfagan a ambas partes.

Generar una buena relación entre ambos progenitores

Es crucial que ambos padres puedan mantener una relación cordial y libre de resentimientos, reproches y luchas de poder. Esto les permitirá apoyarse, compartir la autoridad, comunicarse de manera asertiva y convivir cuando sea necesario.

Mantener una comunicación abierta y fluida

En el caso de la paternidad compartida, la comunicación entre los padres se debe realizar sin la intervención de terceros. Por eso, es crucial que sepan mantener las vías de diálogo siempre abiertas. Así, se pretende establecer un frente común en la crianza y no dividir tanto la vida del niño.

Para mantener una buena comunicación, las dos figuras a cargo han de ofrecerse información y retroalimentación mutua con relativa frecuencia.

Saber negociar y ceder

Es importante entender que lo que prima siempre son las necesidades de los hijos y su bienestar. Y esto, en muchas ocasiones, supondrá para los progenitores saber ceder y negociar. Dado que no se cría en solitario, ha de haber una apertura a escuchar los puntos de vista del otro y un respeto y consideración hacia los mismos. Recordemos que evitar la discordia es una de las claves.

Ofrecer estabilidad y coherencia

Esto implica ayudar a los niños a seguir unas mismas rutinas y horarios en los dos hogares y no realizar cambios bruscos en su vida. Tal como recoge la fundación ANAR, es positivo que ambos padres puedan vivir cerca. Esto facilitará a los hijos el contacto con sus amistades y sus rutinas cotidianas, además de evitar grandes pérdidas de tiempo en desplazamientos.



Los niños son la prioridad

En suma, la copaternidad es una opción muy beneficiosa para los menores, aunque algo complicada de implementar para los adultos. Esta requiere de gran madurez por parte de los progenitores y la adquisición de una serie de habilidades, ya sean comunicativas, asertivas o de gestión emocional. Sin estas herramientas, es sencillo que las discrepancias imperen y que surjan conflictos.

Para los niños, ver a sus padres pelearse o desautorizarse, así como escuchar a una de sus figuras de apego hablar mal de la otra, es realmente doloroso y dañino. Por ello, si planeas aplicar una paternidad compartida, puede ser beneficioso para ti hablar con un profesional. Este podrá acompañarte a elaborar el duelo por el divorcio y ofrecerte estrategias para gestionar la crianza conjunta de una forma saludable.


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  • ONU: Asamblea General, Convención sobre los Derechos del Niño, 20 Noviembre 1989, United Nations, Treaty Series, vol. 1577, p. 3, disponible en esta dirección: https://www.refworld.org.es/docid/50ac92492.html
  • Cantón, J. y Justicia, M. D. (2007) Características del niño y adaptación al divorcio de los padres. En J. Cantón, M. R. Cortés y M. D. Justicia, Conflictos entre los padres, divorcio y desarrollo de los hijos, (pp.115-132). Madrid: Pirámide.
  • Falagán Izquierdo, S. (2013). Diversidad familiar: el impacto del divorcio sobre el desarrollo psicológico de los hijos e hijas. Universidad de Cantabria.
  • Feinberg, M. E. (2002). Coparenting and the transition to parenthood: A framework for prevention. Clinical child and family psychology review5, 173-195
  • Fundación ANAR. (2021). Consejos ANAR para la custodia compartidahttps://www.anar.org/consejo/consejos-anar-para-la-custodia-compartida
  • Schaffer, H. R. (1994). ¿Es dañino el divorcio para los hijos? En H. R. Schaffer, Decisiones sobre la infancia, (pp. 163-175). Madrid: Visor.

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