Mujer: Una vida, tres etapas

Según la autora María Cicuéndez, las mujeres tenemos tres etapas de nuestra vida, todas son igual de importantes... ¡y tiene que ver con la Luna!
Mujer: Una vida, tres etapas
María José Roldán

Revisado y aprobado por la psicopedagoga María José Roldán.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 07 febrero, 2020

La autora María Cicuéndez nos deleita con una hermosa analogía de la mujer y la luna. La periodista describe las etapas de la vida de una mujer, en correspondencia con las fases lunares. Cree que existe un estrecho vínculo entre los ciclos menstruales y las fases que vivimos como mujeres a lo largo de la vida.

En épocas anteriores, a la luna se le atribuyó una participación importante en el desarrollo de la vida. Según la fase lunar, podría estipularse la siembra o el nacimiento de los animales. Algunos científicos consideran que la luna jugó un papel muy importante en la evolución de la vida humana, por lo cual, la consideran nuestra madre.

Sea cual fuere el caso; en su libro titulado “Las Brujas no se quejan”, la autora describe cómo se desarrolla  la vida de la mujer en tres etapas básicas. Se inspira en la concepción como fundamento y como destino. Tres etapas de la mujer: la menarquía, la menstruación y la menopausia. Cada fase de la luna: creciente, llena y menguante.

La mujer, sus etapas y la luna

mamá con niño en luna

Luna creciente: la menarquía

En algún momento de la existencia de la mujer, esta puede parecer igual a su par masculino. Dentro del vientre materno, el feto humano no presenta mayores diferencias entre mujer y hombre. Sin embargo, cuando una niña nace, viene dotada de una capacidad extraordinaria, la de dar vida.

Las niñas vienen a mundo dotadas de todos los óvulos que van a necesitar en su vida. Algunos aspectos de su sexualidad las definen desde temprano. En esta etapa ya tienen su destino marcado, pronto comenzarán a evolucionar a su verdadera naturaleza. En lo adelante, niños y niñas se distinguen claramente y la capacidad de concebir ya es un hecho.

Luna llena: la menstruación

Todavía muy temprano en la vida, las niñas se transforman en potenciales madres. Se inicia la edad fértil y con esto una posibilidad permanente de alcanzar un embarazo. La luna llena representa la mujer embarazada.

Es la segunda etapa, lo que significa que ya ha acumulado cierta experiencia. En los años que han transcurrido, la mujer va descubriendo cómo funciona su cuerpo. Reconocer nuestros ciclos, saber de dónde venimos y hacia dónde vamos es una facultad de la mujer adulta.

Luna menguante: la menopausia

Entrar en la menopausia indica que la etapa de fertilidad ha culminado. Sin embargo, la maternidad nunca tiene fin. Seguimos siendo madres y en especial, mujeres. Ahora con mayor sabiduría, conocimiento sobre el proceso de ser madre que podemos transmitir.

Los cambios no cesan. No por ser mujeres maduras nos estancamos o dejamos de crecer. La autora María Cicuéndez, plantea especialmente que la luna menguante simboliza a la mujer sabia. Pronto vendrá la oscuridad y se convertirá en luna nueva.

La oscuridad representa el misterio, el mismo que envuelve a la anciana. Por eso, su libro se titula “Las Brujas no se quejan”, plantea el arquetipo de la bruja como una mujer mayor de gran conocimiento.

¿Por qué las brujas no se quejan?

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La explicación es más que nada un grupo de frases que intentan dar motivos para no decaer. El plan es que usemos toda la sabiduría que adquirimos con los años, para ser más fuertes y tener más herramientas para llevar una vida mejor. Las brujas no se quejan por lo siguiente:

  • Confiamos en nuestra intuición.
  • Somos más atrevidas porque hemos pasado por mucho.
  • Ya no sufrimos por el “hubiera”.
  • Nos adaptamos a la naturaleza y sus cambios con mucha anticipación.
  • Entendemos el valor del silencio, podemos meditar en cualquier momento del día y realizando cualquier actividad.
  • Finalmente somos la leona reina.
  • Tomamos decisiones con el corazón.
  • Dejamos de lado los compromisos y la diplomacia en pro de la verdad.
  • Valoramos el bienestar y la salud de nuestro cuerpo. Sabemos identificar las necesidades orgánicas y aprovechamos los momentos en que estamos bien.
  • Aprendemos a improvisar soluciones de acuerdo con la sabiduría adquirida.
  • No esperamos por la aprobación ajena y mucho menos rogamos por ella.
  • Descubrimos finalmente que nosotras mismas debemos amarnos tal como somos.
  • Después de todo miramos el presente con mayor atención y comprendemos lo valioso que es vivir en positivo.

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