Intentar ganarse el amor de los hijos puede ser peligroso

Muchos padres de hoy en día temen perder el amor de sus hijos y esto les impide poner límites. Descubre las consecuencias que esto puede tener para la familia.
Intentar ganarse el amor de los hijos puede ser peligroso
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 03 diciembre, 2020

En generaciones anteriores la mayoría de los progenitores aplicaban un estilo de crianza autoritario. En el hogar se hacía su voluntad y no había opción a réplica. Afortunadamente, los padres más jóvenes están comenzando a implementar tipos de educación más respetuosas y conscientes.

Sin embargo, en ocasiones se puede caer en el error de intentar ganarse el amor de los hijos a toda costa. Cuando el temor a no ser amados nos impide ejercer adecuadamente nuestra labor de padres, hemos de tomar medidas.

Todos sabemos que a los niños les cuesta tolerar la frustración, pues aún están aprendiendo a hacerlo. Por ello, en algunos momentos su reacción consiste en decirles a sus padres: “ya no te quiero” o “eres el peor padre del mundo”. El adulto deberá disponer de la suficiente confianza y firmeza como para impedir que ese intento de manipulación le lleve a abandonar su tarea de educar. De lo contrario, las consecuencias pueden ser nefastas.

Padre hablando a su hijo porque sabe que intentar ganarse su amor puede ser peligroso.

El miedo a perder el afecto de los hijos

Muchos de quienes actualmente son padres han crecido en familias en las que su voz y su opinión no tenían cabida. Movidos por el deseo de ofrecerles a sus hijos un entorno más sano y amoroso tratan de implementar una crianza democrática.

Sin embargo, esa misma intención puede llevarles a tener miedo de poner límites. No quieren replicar lo que sus padres hicieron con ellos, no desean ser percibidos por sus hijos como unos padres dictadores y poco empáticos. Y este temor puede impedirles ejercer adecuadamente la paternidad.

Cuando uno de sus hijos se enfada, se rebela o amenaza con retirar su amor, estos padres pueden llegar a sentir verdadera inseguridad. ¿Estaré haciendo lo que siempre juré que no haría? ¿Me estaré mostrando excesivamente estricto?, piensan. Ante esto, su reacción suele ser ceder a los chantajes o exigencias del niño y borrar los límites que estaban intentando implementar. Sin embargo, esto resulta sumamente negativo. Veamos por qué.

Los límites son necesarios

Los niños, para desarrollarse psicológica y emocionalmente de una manera saludable, necesitan límites. Estos les proporcionan seguridad y estructura, les hacen sentir amados y contenidos, les marcan un camino. Crecer en una familia excesivamente permisiva impide a los niños desarrollar habilidades tan importantes como la tolerancia a la frustración, el respeto o la responsabilidad.

Aquellos padres que tienden a ceder por intentar ganarse el amor de los hijos creen que están haciendo lo mejor para todos. Sienten que lo hacen por cuidar del vínculo. Pero, en realidad, esto no solo resulta perjudicial para los niños; además, es más probable que estos crezcan sintiendo menos respeto, afecto y cercanía hacia sus padres que si estos hubieran sido capaces de establecer unas normas claras y coherentes.

Intentar ganarse el amor de los hijos puede ser peligroso

Para evitar que lo anterior ocurra, los padres y madres han de tener siempre claro cuál es su función y su rol en la vida de sus hijos. Ellos no están ahí para ganarse el afecto de sus hijos. Su tarea no es complacer a los menores, buscar su aprobación o ser sus amigos.

Padre hablando con su hijo adolescente.

Su principal deber es velar por su bienestar y su correcto desarrollo físico y emocional. Y esto, en ocasiones, supone contradecirles, negarles sus deseos y ser percibidos como “los malos de la película”.

Es imprescindible que los adultos estén dispuestos a tolerar la incomodidad que supone que un hijo se enfade, grite o se rebele. Es importante que tengan claro el proyecto educativo que quieren sacar adelante y que sean capaces de implementarlo sin que el temor a perder el afecto de los hijos les lleve a caer en permisividad o incoherencia.

Recuerda que, como padres y madres, nosotros hemos de amar incondicionalmente a nuestros hijos. Pero no podemos esperar que ellos hagan lo mismo; su parte consiste en respetar nuestra autoridad, incluso cuando esta contradice sus deseos. No entres en pánico si tu hijo afirma que ya no te quiere; no le exijas amor, solo respeto a las normas del hogar.

Ten por seguro que, a medida que crezca, será capaz de comprender por qué no pudiste complacer cada uno de sus caprichos. Y no dudes de que precisamente esto será lo que contribuya a forjar un vínculo sano y sólido entre vosotros.


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