Los hijos no son responsables de la felicidad de los padres

Lo que le ocurre a un hijo siempre afecta a sus padres. Sin embargo, la felicidad de un adulto solo depende, en última instancia, de sí mismo. Mira por qué.
Los hijos no son responsables de la felicidad de los padres
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 12 enero, 2021

¿Alguna vez le has dicho a tu hijo frases como: “cuánto me haces sufrir” o “yo soy feliz si tú eres feliz”? Estas afirmaciones se realizan con más frecuencia de lo que parece y, normalmente, se hacen sin ser conscientes de lo que suponen. Y es que, en realidad, bajo estos mensajes se esconde la idea de que los hijos son responsables de la felicidad de los padres. ¿Imaginas la carga que puede suponer esto para un menor?

No hay duda de que la llegada de un hijo lo cambia todo. Desde su nacimiento, él se convierte en prioridad y motivo tanto de orgullo como de preocupación para sus padres. Estos sufren con su dolor y celebran sus logros. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que ningún niño está aquí para llenar el mundo emocional de un adulto y que solo nosotros somos responsables de nuestra propia felicidad.

Padres felices con sus dos hijos, porque los hijos no son responsables de la felicidad de los padres.

Ser padre o madre es un acto de generosidad

Tener un hijo debería ser un acto de generosidad y desprendimiento. Todos los padres deberíamos comprender que educar es acompañar a otro ser humano en su desarrollo con el único fin de ayudarle alcanzar su máximo potencial. Implica, por tanto, regalarle parte de nuestra vida y de nuestra persona, actuando desde un amor incondicional.

No obstante, en muchas ocasiones la noción que se tiene de la paternidad y la maternidad es bien diferente. Algunas personas consideran que sus hijos están en deuda con ellos, que tienen la obligación de ser como los padres desean, ya que estos les dieron la vida. Y que, si no lo hacen, están atentando contra la felicidad de sus progenitores.

Otros padres y madres se escudan en el vínculo emocional que mantienen con sus hijos para cargarles con la responsabilidad de su felicidad. “Te quiero tanto que todo lo que haces me afecta”;”Soy infeliz porque te portas mal, porque estás enfermo, porque sacas malas notas o porque tú no eres feliz”. ¿Imaginas las implicaciones que puede tener esto para un niño?

¿Cómo afecta a los niños sentirse responsables de la felicidad de los padres?

Para un infante, sus padres son todo su mundo. Son sus principales figuras de referencia y aquellos con quienes mantiene un vínculo emocional más estrecho y significativo. Para un niño no hay mayor recompensa que el amor, la atención y la aprobación de sus padres; por ello, hará lo posible por complacerles durante sus primeros años.

Si un pequeño crece sintiéndose responsable de la felicidad de sus padres, puede experimentar altos niveles de culpa y de ansiedad. Es probable que desarrolle una tendencia al perfeccionismo y se vuelva excesivamente responsable. Percibirá que no tiene derecho a cometer errores, a ser como realmente es o a expresar sus emociones negativas, pues esto dañará a sus padres.

A medida que crezca, es probable que comiencen a surgir resentimientos y que el vínculo con los progenitores se deteriore. Pues, de forma más o menos directa, el menor percibirá que no se le está respetando, que no se le está permitiendo desarrollarse libremente. De una manera u otra, sentirá esa carga que los padres han colocado sobre sus hombros.

Madre abrazando a su hija con una sonrisa de felicidad.

Los hijos no son responsables de la felicidad de los padres

No siempre somos conscientes de que estamos cargando a los niños con esta responsabilidad mediante nuestras actitudes y comentarios. Sin embargo, las repercusiones para su desarrollo emocional pueden ser serias; por eso, es necesario que, como adultos, nos hagamos cargo de nosotros mismos. La felicidad es un acto de voluntad, una decisión diaria que solo depende de cada uno.

Es indudable que lo que le ocurra a tu hijo te afectará, te producirá felicidad, alivio, tristeza o decepción, pero es tu responsabilidad gestionar esas emociones. Los niños no están en deuda con nosotros, sus actos no son los causantes de nuestras emociones (o no deberían serlo). Aprender a responsabilizarnos de nosotros mismos es permitir a nuestros hijos ser quienes son en libertad.

Ocúpate de tu propia felicidad, trabaja en ti y procúrate una vida que te haga sentir satisfecha y plena. De esta manera, no solo serás un modelo positivo para tus hijos sino que, además, les librarás de la carga de tener que complacerte. Esta es una de las mayores muestras de amor y respeto que podemos tener con los pequeños.


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  • Paniagua Gonzales, M. N. R. (2015). Decidiendo ser felices. Fides et Ratio-Revista de Difusión cultural y científica de la Universidad La Salle en Bolivia9(9), 11-18. http://www.scielo.org.bo/pdf/rfer/v9n9/v9n9_a02.pdf
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