Hace algunos años, cuando fui a la escuela, recuerdo a un par de niñas que no pudieron seguir estudiando con nosotras. La maestra nos explicó que “ellas eran diferentes, que eran unas niñas con problemas, con necesidades especiales y necesitaban una escuela especial”.
Así un día no volvieron más. Eran mis compañeras, jugábamos en el recreo, compartíamos los creyones para pintar y tal vez algo de la merienda. Realmente las extrañé por algún tiempo, todavía hoy recuerdo aquella explicación.
La historia de Fanny
Recuerdo también que Fanny lloraba mucho. La mayoría de las veces porque le tenía miedo a la maestra que la regañaba a cada minuto porque su letra era fea o sus dibujos no se entendían. La señorita Maristela siempre decía que debía esforzarse más.
El día que más lloró fue cuando la maestra le tiró el cuaderno en la basura. Ese día varias aguantamos las lágrimas, también queríamos llorar. Pero supongo que el desconocimiento de esa época amparó siempre a aquella maestra y le disculpó su enorme falta de ética y sensibilidad.
No hay que estudiar psicología para entender que Fanny se esforzaba todo cuanto podía. Ella deseaba igual que todas ser felicitada, que su cuaderno estuviera limpio y perfecto. Pero no le salía, sus manos no ayudaban. Seguramente Fanny tenía dispraxia.
Pero, insisto, no era necesario saber qué tenía. Yo no lo sabía, mis compañeras tampoco; solo sabía que Fanny evidentemente se esforzaba mucho más que yo.
Nunca más supe de ella. Como yo sí era “apta” a la vista de la sociedad, tuve la fortuna de culminar mis estudios en un honorable colegio, de los mejores. Fanny no era de las mejores, a ella le correspondía un colegio especial. ¡Qué injusticia!
A la escuela de mi hijo van niños con necesidades especiales
Hoy en día la situación ha cambiado bastante. Ahora a la escuela de mi hijo van niños con necesidades especiales, y soy feliz por eso. Creo que mi hijo ha tenido la fortuna de conocer al ser humano de la manera más amplia posible, tiene amigos diversos como diverso es el mundo y las capacidades de las personas.
Allí mi hijo es un niño más, ve a los otros como sus amigos y compañeros. Y, de hecho, se siente orgulloso de los logros de aquellos que, como Fanny, deben esforzarse un poco más.
En otra clase está Ana, que nació con parálisis cerebral. Tiene evidentes dificultades para caminar, y necesita de una tutora que ayude a la maestra con los arreglos que hay que hacer en los trabajos y cuadernos de Ana.
Hace dos semanas fuimos a ver a los niños bailar en un hermoso acto escolar donde Ana, con sus dificultades de movilidad, nos dio a todos una gran lección de perseverancia y entusiasmo. Desde ese día agradezco a ese gran colegio que mi hijo no aprenda solo a leer y a sumar, aprende también los mejores valores.
Hay otros niños más. No sé los nombres de todos, ni a qué clase van, ni por qué son especiales, pero eso no importa. Solo sé que sus madres, al igual que yo, quieren para ellos la mejor educación. Por eso han buscado el mejor colegio, no tienen que conformarse con menos. Me he enterado incluso, que asisten varios niños cuya inteligencia es superior a la de los demás, ellos también son especiales.
El mejor colegio y las mejores maestras
A la escuela de mi hijo van niños con necesidades especiales porque están las mejores maestras, aquellas que con su vocación permiten que cada niño de lo mejor de sí mismo, independientemente de sus condiciones. No esperan el mismo resultado de cada uno de ellos, esperan que sean capaces de superarse a sí mismos.
La escuela donde asiste mi hijo es de las mejores también. La directora y su equipo inspiran confianza, no piensan que Ana o sus otros estudiantes son personas de segunda categoría, creen en sus fortalezas y los hacen llegar lejos.
En la reunión inicial nos han explicado cómo manejan las diferencias individuales en clase, qué materiales emplean para facilitar el aprendizaje de todos y cómo se encargan de mantenerse al día en las innovaciones educativas. Definitivamente es un colegio de vanguardia, deberían llamarle “colegio especial” porque vaya que lo es.
Bibliografía
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- Constantino Caycho, R. (2015). Un salto por dar: el derecho a la educación inclusiva de los niños con discapacidad en los colegios privados.
- Escudero, J. M., & Martínez, B. (2011). Educación inclusiva y cambio escolar. Revista iberoamericana de educación, 55(1), 85-105.