La mayoría de las personas que crían hijos admite que no hay un libro capaz de transmitir la dificultad diaria de ser madre o padre. ¿En qué reside esa dificultad? En muchos casos, es el querer adecuarse a fórmulas y estándares, recetas rígidas, lo que conduce a experiencias frustrantes para padres e hijos.
Las palabras que usamos para referirnos a nuestra situación ante el mundo y los otros construyen la realidad. Durante muchos siglos, la infancia estuvo relegada a un nivel de sumisión, enigma, oscurantismo e incertidumbre.
En la actualidad, se conocen los Derechos Internacionales del niño y la mirada hacia los más pequeños se ha vuelto más empática. Y a la vez mucho más útil.
En cualquier caso, subsisten muchos estigmas y lugares comunes altamente nocivos para el sano desarrollo infantil. Uno de ellos es la idea de que las libertades de los niños terminan donde empieza una conversación de adultos.
Por otra parte, la concepción de niños clasificados como buenos y malos mantiene una vigencia abrumadora. Quizá no sorprenda esta mirada hacia la infancia en una sociedad en la lo que sale de la norma enseguida se convierte en una amenaza.
¿Tu hijo quiere ser el centro de atención? Ponte en perspectiva
Los padres se sorprenden y se quejan de que su hijo quiere ser el centro de atención realizando travesuras constantemente. La sorpresa llega cuando notan que, a pesar de saber de que puede haber enojo y hasta castigos y gritos, el pequeño volverá en minutos a probar suerte con otra actividad impropia.
En la realidad de la educación de los hijos, se denomina ‘refuerzo negativo’ cuando se obtiene lo que se busca por medios adversos. Realmente, siempre es preferible el refuerzo positivo.
Tu hijo no quiere que te enojes con él, no quiere que le grites ni que lo castigues. Simplemente, es el modo en que aprendió a comunicarse contigo. No quiere ser el centro de atención, quiere ser feliz y rodearse de felicidad.
Sin embargo, en ocasiones lo invaden sensaciones intensas y no sabe salir de ellas más que con tu ayuda. Es un tipo de miedo infantil ante el propio desborde. ¿Por qué ocurre esto?
Siguiendo como modelo a la crianza respetuosa de la infancia, se considera que, cuando un niño llora, lo importante no es que deje de llorar, sino ayudarlo a comprender sus propios sentimientos.
Los adultos tienden a desesperarse cuando un pequeño llora desconsoladamente. Miran alrededor, sienten pánico, vergüenza; creen que la sociedad los acusará de inútiles por ‘no saber calmar al niño’.
En el apuro, en lugar de abrazar e intentar empatizar con los sentimientos del niño, los padres le dan un caramelo, un juguete, o incluso los amenazan para que hagan silencio.
“Tu hijo no quiere que te enojes con él, no quiere que le grites ni que lo castigues. Simplemente, es el modo en que aprendió a comunicarse contigo”
Comprensión, diálogo, confianza
Conociendo estos mecanismos emocionales, es más accesible una mirada de empatía hacia ese ser inocente que depende de ti para conectarse con el mundo. En primer lugar, debes admitir que tu hijo está angustiado por algo, que sufre y que no sabe expresarlo por otros medios que no sea ‘llamando la atención’.
Si en vez de negar, aceptas el sentir del pequeño, la brecha comunicativa se irá reduciendo cada vez más. Poco a poco, tu hijo logrará expresar por sí mismo lo que siente.
El mismo diálogo, bajo la misma perspectiva, puedes aplicar cuando el niño desea algo que consideras que no necesita o no le hará bien o no es el momento. En un caso así, simplemente respiras y le explicas que entiendes lo que siente pero que tienes tus motivos para no acceder a tu petición.
Hay que pararse a analizar que, si tu hijo confía en ti, la frustración será cada vez menor, hasta que él mismo pueda gestionarla. El pequeño debe ganar en independencia.
‘Para criar un niño hace falta una tribu entera’, dice un proverbio africano. Los hijos necesitan seguridad, protección y aceptación por parte de su entorno para poder crecer con autonomía, apropiándose de manera positiva del mundo que los rodea y contiene.
En síntesis, si tu hijo quiere ser el centro de atención, es una señal de alto, de que hace falta diálogo, caricias y amor. El consejo final: confía siempre en que sabrás dar a tu hijo la atención y los cuidados que necesita.
Bibliografía
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- Menéndez Benavente, Isabel. Introducción al trastorno de déficit de atención por hiperactividad. Extraído de: https://www.isabelmenendez.com/escuela/ninos_hiperactivos.pdf
- https://www.priegodecordoba.es/sites/default/files/PE_Ninos_celos_infantiles.pdf
- Temas para la educación. Revista digital para profesionales de la enseñanza. (2012). Federación de Enseñanza de CC.OO. de Andalucía. Extraído de: https://www.feandalucia.ccoo.es/docu/p5sd9330.pdf