Ser justa no es tan fácil como debería serlo, cometemos más injusticias de lo que imaginamos, sobre todo con nuestra propia familia. Sin darnos cuenta, las madres podemos favorecer el desenvolvimiento de un hijo más que del otro, lo cual ocasiona ciertos reproches que pueden llegar a desarrollar rivalidades entre hermanos.
Uno de los aspectos más difíciles de soslayar para los padres es el de la empatía. Lo cual es muy natural, porque aunque seamos padres, somos personas y esto es algo característico en el ser humano. Sentir empatía con algunas personas más que con otras es normal, por eso es posible que ocurra también dentro del núcleo familiar.
En tal sentido, cuando comienza a haber mayor empatía con alguien en particular, podemos incurrir en injusticias poco saludables para las familias, en especial si se trata de niños. La tendencia a favorecer a uno de nuestros hijos no es justo para el otro.
¿Por qué él puede y yo no?
Consentir una acción a un hijo y negarle la misma acción al otro, no siempre es una injusticia. Existen muchas razones por la cual permitimos ciertas cosas:
- La edad.
- El nivel de desarrollo.
- El entrenamiento o la experiencia.
- La capacidad.
Por ejemplo, si aceptamos que solo uno de nuestros niños se meta a la piscina, es porque este sabe nadar y tiene la madurez suficiente para desenvolverse en el agua.
Solo sería una injusticia, si ambos hijos estuvieran en la misma situación y uno fuera favorecido sin causa alguna, entonces dejamos de ser justas ante los ojos de nuestro pequeño.
La importancia de explicar nuestras decisiones
Para evitar comenzar a despertar sentimientos encontrados en nuestros hijos, debemos acudir a la verdad y explicar nuestras acciones sin utilizar expresiones autoritarias como: “él puede porque yo lo digo”.
¿Por qué él puede y yo no?, pues porque él sabe nadar y tú no; o porque tú has estado mal de salud y no debes meterte al agua. Pero recuerda que la clave siempre está en la verdad. Nunca debemos dar explicaciones que solo intenten justificar nuestra actitud injusta con cosas que a simple vista sean una mentira.
Sin embargo, no darnos cuenta de que somos injustas con uno de nuestros hijos, sea siempre el mismo o no, es garantía de descontento en las familias. Como madres debemos intentar tener una explicación coherente a las quejas que por falta de justicia recibimos.
La madre necesita aprender a ser justa
Siempre nos afecta ser tratados injustamente, es causa de dolor y puede ser traumático dependiendo de la gravedad de la injusticia.
Así, cuando es la madre quien lo hace, es aún más doloroso. Pues los hijos ven a su madre como una heroína, alguien quien los protege y en quien pueden confiar.
Depende de la edad del niño, este podría entender mejor las razones que les da su madre para impartir justicia. Por eso es preciso que sepamos lidiar con esta situación en cualquier etapa de desarrollo.
Por otro lado, hay que tener claro que la severidad no es sinónimo de justicia, ya que debe existir un equilibrio donde la humanidad prevalezca. Para que sea efectiva nuestra ecuanimidad, no debemos ser tan duros con la aplicación de normas. Además nuestras razones deben ser explicadas y comprendidas lo mejor posible.
La necesidad de ser justa es motivada por el bienestar de nuestros hijos. Es tan perjudicial ser injustas, que podemos afectar a todos nuestros hijos con el mismo acto. Si estamos favoreciendo una conducta sin aplicar la justicia, también perjudicamos a la persona que estamos beneficiando, porque no era su mérito y porque la estamos poniendo en el ojo del huracán.
¿Cómo ser justa?
En definitiva, para aprender a ser justa, es preciso considerar los siguientes aspectos:
- Ser justos es lo correcto aún cuando sea doloroso para nuestros hijos. Aplicar justicia con menos severidad, siempre ayuda a aliviar las penas.
- La verdad debe ir por encima de todas las cosas, para que haya justicia, debe ser cierta nuestra motivación. No se recomienda engañar a los niños para justificar que le hemos negado un favor.
- El rol de la madre debe ser equitativo, pues con todos los hijos se debe ser igual. Aun cuando la empatía nos lleve a favorecer a un hijo más que al otro, debemos revisarnos para promover el equilibrio y evitar rivalidades no deseadas.
- Reflexionar sobre nuestra conducta diaria y tratar de ser compasivos con nuestros hijos, obligatoriamente nos va a llevar a ejecutar acciones más justas. Negar concesiones a nuestros hijos solo por gusto, o “porque soy tu madre y punto”, nunca va a ser bueno para la relación familiar.