La crianza, como la vida misma, es una danza. Sí, aunque suene descabellado, son prácticamente lo mismo. Habrá diferentes ritmos, más lentos o más acelerados. Bailes más alocados o más pacíficos. Algunos pasos pueden darse hacia adelante, algunos al costado y otros tantos hacia atrás.
Sin embargo, lo más importante de esta danza de la crianza es simplemente aprender a bailar sobre la marcha. ¿El fin último perseguido? Nada más que hacerlo bien con el objetivo de brillar. Brillar para nuestros hijos y permitir que ellos brillen para la sociedad toda. Pues un niño bien criado es la mejor herencia que dejas al mundo.
Sí, la crianza de tu hijo es como una danza. Quizás la más bonita de todas las que vayas a bailar en tu vida. Tú decides cómo y hasta donde seguirla. Se trata de un equipo de baile donde ambos deben seguir y compartir pasos, consensuadamente. Y tú, ¿bailarás con tu hijo hasta el final?
La crianza, una danza particular paso a paso
En esta danza que es la crianza cada uno debe respetar los tiempos de su compañero para actuar. Así, habrá siempre alguien que guíe, tú. Mientras tanto será tu hijo quien se dejará guiar y seguirá los pasos marcados. Y ahí comienza el baile.
Tú das el primer paso, el niño responde. Luego de que él avance en su misión, tú serás quien deba responder. Este baile tiene una gran particularidad. Aquí no hay un solo guía, aunque la mayoría de las veces uno ostenta la última palabra.
En este caso, a veces puedes guiar tú y otras veces tu hijo. Pues sí, hay muchas cosas que podemos aprender de los más chicos de la familia. Siempre es bueno darles su lugar y disponernos a escucharnos. Empatizar para entenderlos es fundamental.
De no afligirse ante un eventual mal paso se trata. Para llegar a ser grandes deberán saber lidiar con la frustración. Incluso la clave consiste en aprender de cada error. Materializa cada caída en un avance en la crianza-danza que llevas adelante junto a tu hijo.
El baile de la crianza, una cuestión de ritmos
Sin embargo, no existe pareja de baile que logre la misión sin atenerse a una regla básica. Toda madre que forme esta maravillosa dupla artística infantil debe respetar un tiempo. No se pueden dar pasos fuera de ritmo, y eso es lo complejo de esta disciplina.
Los tiempos puedes establecerlo tú misma de buenas a primeras. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, comenzarás a notar el ritmo que puede soportar tu hijo. De ser necesario, ralentiza tus pasos. Si llegara a ser preciso, escoge otro estilo musical más lento para bailar.
Pues efectivamente, para poder bailar esta danza de la crianza se necesita de una buena observación. Es la característica principal de una buena bailarina y buena madre. Tanto como también es absolutamente necesaria la escucha.
De este modo, se comprenderán las necesidades de tu hijo para poder darlo todo en esta fiesta de la vida. Bríndale el protagonismo que se merece, no lo asfixies ni lo invadas. Ofrécele la más necesaria libertad de movimientos para desplazarse por la pista.
Él aprenderá a moverse como un pez en el agua. Se desarrollará plenamente, con autonomía e independencia. Muéstrale lo bien que sabe hacerlo, alimentando así su autoestima. Nutre sin más su personalidad. En definitiva, prepáralo para que el mismo monte a futuro su propia compañía de baile, con su familia.
Cambiar de mano en la danza de la crianza
A medida que vayan pasando los años, comenzarás a notar que el baile comienza a mutar. Pues se acerca una de las entradas más difíciles de la vida. El cambio de mano, es decir, el cambio de pareja. Ese duro pero gratificante momento donde se acercan a sacar a bailar a tu compañerito, hoy devenido en una persona mayor.
Es hora de soltar esa mano, para dejarla en aquellas que consideren más nobles para comenzar una nueva danza. Mas las madres bien sabemos que esa mano se suelta solo físicamente. Pues los hilos del corazón harán que cada instante de esa danza de la crianza queden inmortalizadas para siempre en el alma de tu hijo.
Bibliografía
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