Fomentar un fuerte sentido de pertenencia en los niños es un aspecto fundamental en su desarrollo emocional y social. Cuando los pequeños se sienten parte de un grupo, una familia, o una comunidad, experimentan una sensación de seguridad y aceptación que fortalece su autoestima y confianza.
El sentido de pertenencia es aquello que nos hace sentirnos a gusto en un sitio, que tengamos deseos de volver a él, de reencontrarnos con sus miembros. Sin dudas, sentirse parte de algo influye en el desarrollo emocional de las personas y en su bienestar físico y mental.
¿Por qué es importante el sentido de pertenencia en los niños?
El sentido de pertenencia se refiere al sentimiento de identificación y vinculación de una persona con su grupo y con el entorno del que forma parte. Para Maslow, destacado psicólogo estadounidense, forma parte de las necesidades básicas humanas.
Cuando un niño – al igual que todas las personas – se siente parte de algo, quiere cuidarlo, se orienta a objetivos comunes, se interesa por los demás, actúa de acuerdo a reglas compartidas y basadas en el respeto. Al mismo tiempo, se siente reconocido y valorado.
Asimismo, sentirse «parte de» permite mantener la motivación para el aprendizaje, para continuar creciendo y desafiándose, tanto de manera individual como grupal. Por ejemplo, en un equipo deportivo, sus miembros querrán ser mejores para ganar cada encuentro y se sentirán comprometidos por el logro de un objetivo común.
Fomentar el sentido de pertenencia en los niños es importante para su comportamiento social y también para el desarrollo de su identidad y autoestima. Si bien el sentido de pertenencia es un sentimiento íntimo y personal, también se vivencia a nivel grupal. Por eso, influye en el desarrollo de la identidad individual y colectiva.
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Ideas para desarrollar el sentido de pertenencia en los niños
Existen muchas formas en las que se puede desarrollar el sentido de pertenencia. Por ejemplo, en la escuela o en el club, el uso de uniforme o la camiseta es una forma de señalar que se pertenece a determinado sitio. En las familias, el apellido podría ser un equivalente. A continuación, algunos consejos sobre cómo hacerlo.
1. Escucha su opinión
Permite que el niño sea parte de la organización de la rutina, de la negociación en ciertas reglas y que decida o tenga algún protagonismo en los planes familiares.
Por ejemplo, podrías hacerle preguntas como: «Este fin de semana haremos una salida al aire libre, ¿qué te gustaría hacer?, ¿qué menú te gustaría que preparemos?», así los niños también aprenden que las decisiones no se toman unilateralmente, de manera vertical, sino que ellos son también son escuchados y tenidos en cuenta.
2. Enséñale a cuidar ese espacio al que pertenece
Por ejemplo, en su casa, cuidar sus juguetes y mantener la higiene. En la escuela, el mobiliario y el material didáctico. Puedes señalarlo a través de frases como la siguiente: «Es nuestra responsabilidad cuidar aquello que nos pertenece, solo así podremos disfrutarlo entre todos». De este modo, también te incluyes en el cuidado y demuestras que es algo compartido y no una mera orden.
3. Háblale sobre los orígenes
Otra de las actividades es compartir la historia familiar, hablando de generaciones anteriores y de sus orígenes. En muchos casos, hay familias que tienen en sus antecedentes casos de inmigración. Contar a los chicos por qué los bisabuelos viajaron de otro país ayuda a que reconstruyan su historia y valoren sus raíces.
En el caso de la escuela, se puede hablar de sus creadores. También puedes invitarlo a pensar por qué en las ciudades se celebra el día de la fundación. Incluso, luego puedes proponer una actividad dinámica, como recrear aquel momento de fundación, «el inicio de todo» como si se tratara de una obra de teatro, con disfraces, personajes y elementos de época.
4. Crea rituales compartidos
Los rituales o costumbres, al sostenerse en el tiempo, permiten consolidar un espíritu de unión, al mismo tiempo que se convierten en espacios de encuentro y contención.
Casi todos los grupos o instituciones los tienen. Por ejemplo, en un club, luego de un partido o un entrenamiento, es habitual quedarse en el «tercer tiempo», en donde los pares comparten una comida, conversan sobre el día, intercambian anécdotas y más.
En una familia, podría ser el almuerzo de los domingos, un momento especial en donde todos sus miembros se encuentran, comparten un menú distinto, con otro ritmo diferente al de la semana, afectado por la rutina y el horario escolar.
Si eres educador y tienes la posibilidad, puedes darle una identidad al grupo y también construir con los niños algún ritual agradable. Por ejemplo, con los niños, pueden inventar el nombre del grupo: «los conejitos alegres», «los fanáticos del chocolate», entre otros. Pueden trabajar con una lluvia de ideas y luego someter a votación la idea con la que el conjunto se sienta más identificado.
También puedes proponer esa actividad que se convertirá en ritual, en algo esperado. Por ejemplo, los viernes de traer el juguete favorito de casa para intercambiarlo con los amigos. O viernes de pícnic al aire libre.
5. Asígnale responsabilidades
La cooperación les demuestra a los chicos que «hay lugar para todos» y que todas las piezas son necesarias para completar el rompecabezas. De este modo, se desalienta la competencia y la hostilidad.
Por ejemplo, en la escuela, a la hora de compartir una lectura, una semana un grupo de niños será encargado de elegir la lectura, mientras que otros son los responsables de disponer las sillas en círculo. A la semana siguiente, esos niños pueden intercambiar su rol con otros.
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Pertenencia, no discriminación
Por último, es muy importante señalar que el objetivo de fomentar el sentido de pertenencia es lograr que los niños se sientan reconocidos, valiosos e importantes para ese grupo. En definitiva, la integración y una buena convivencia.
En ocasiones, cuando llega a la escuela un nuevo compañero, algunos miembros del grupo pueden sentirse «amenazados». Por eso, ligado al sentido de pertenencia, se deben trabajar y enseñar valores: la reciprocidad, el interés, el cuidado, la solidaridad.
Las personas pueden ser diferentes, pueden ser «nuevas o recién llegadas», provenir de otros lugares, pero también pueden aportar algo distinto y enriquecedor.
Hoy en día, en sociedades polarizadas, hay que enseñarles a los niños a ser receptivos, amables, a compartir con otros ese grupo que a ellos les hace sentir tan bien. Todos tienen su lugar, todos son importantes y nadie los reemplazará. Hay algo que une a las personas: todas tienen la necesidad de ser parte de algo mayor a uno mismo.
Bibliografía
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