Una convivencia familiar caótica y disfuncional deriva en un profundo malestar en cada una de las personas que viven bajo el mismo techo. En ocasiones, la relación se torna verdaderamente compleja, la tensión se siente en el aire, cualquier desencuentro da inicio a una batalla de gritos, los acuerdos se vuelven inalcanzables y la esperanza por recuperar la paz se desvanece por completo. Sigue leyendo para conocer qué hacer cuando no se logra un solo día de paz.
¿Por qué la convivencia familiar es tan difícil?
Desafortunadamente, muchas familias se acostumbran tanto al conflicto, a la agresividad y a los gritos que estos modos de vincularse se vuelven naturales. Así, sabemos que la zona de confort, no siempre es confortable, sino que a veces es todo lo contrario. Entonces, ¿por qué nos implica tanto trabajo salir de allí? La respuesta es simple: porque es lo conocido. Y cuando de incertidumbre se trata, nuestro cerebro no está nada contento.
En todo grupo social hay conflictos
Decimos que la familia es el primer agente socializador, pues allí se transmiten los primeros valores, normas y códigos compartidos. Se trata de una red entre personas que involucra diferentes vínculos y modos de comportamiento. Por eso, la aparición de conflictos es inevitable.
“Toda familia se encuentra expuesta en su recorrido vital a una serie de situaciones que actúan como elementos perturbadores de la convivencia. El conflicto es inherente a la condición humana, y por tanto nace de la interacción que mantenemos con los otros”.
– Ana Carmen Tolino Fernández Henarejos –
Mejorar la convivencia familiar
Eliminar los problemas en la convivencia familiar no es una alternativa posible. Sin embargo, existen diferentes estrategias que podemos llevar a cabo para reducir las confrontaciones. En este sentido, es fundamental aprender a manejar los problemas de un modo más saludable y funcional. El mejoramiento en la gestión de los conflictos se vuelve una condición necesaria para mejorar la calidad de vida de cada una de las personas de la familia.
Es hora de hacer algo distinto
Los conflictos dentro de un grupo familiar suelen ser siempre los mismos. Se repiten una y otra vez y esto alimenta la sensación de resignación. En algún punto, empezamos a pensar que no hay nada para hacer y que no se pueden resolver. Sin embargo, no advertimos que para que las cosas cambien, debemos dejar de hacer siempre lo mismo.
Se trata de reestructurar las dinámicas familiares a conciencia. Por ejemplo, si cada vez que se sientan a comer comienzan a emerger reclamos, protestas y comentarios hirientes, pueden tratar de cambiar el foco. ¿Qué tal si propones jugar juegos hablados en el que todos puedan incluirse? Por ejemplo, crear una historia en cadena.
Esta propuesta no tiene el objetivo de negar o desestimar los conflictos existentes, sino que busca romper con la costumbre de pelear en la mesa. Compartir una cena tranquila y agradable será útil para limar asperezas y, en el momento oportuno, retomar la conversación y asumir una postura conciliadora.
Abrir el diálogo es clave
La comunicación es la base de cualquier lazo humano. No hay ninguna duda de que sin diálogo ninguna relación llega a buen puerto. En una convivencia familiar caótica, la comunicación casi siempre adopta un estilo disfuncional: es nula o agresiva. En cambio, una familia que logra sostener una convivencia armónica emplea, consciente o inconscientemente, una comunicación asertiva.
En este sentido, resulta esencial replantear la forma de hablar y recordar que, aunque son personas diferentes entre sí, son un equipo. Cuando el sostén de una familia es el amor, se comparte el objetivo de trabajar por el bienestar individual y colectivo.
Por esto, abrir el diálogo a partir de la tolerancia y la conciliación puede ayudar mucho a mejorar el ambiente. Será necesario que cada miembro esté dispuesto a escuchar, a negociar y a ceder algunas veces. La idea es que todos salgan beneficiados mediante los acuerdos y la búsqueda del equilibrio.
Pedir ayuda profesional es una alternativa conveniente
En ocasiones, resulta necesaria la intervención de un tercero externo a la familia. Un psicólogo especializado logra entender a la familia como un sistema complejo y abordar una terapia a partir de una mirada holística. El principal propósito es el de ayudar a la familia a modificar las dinámicas relacionales disfuncionales y reemplazarlas por otras más funcionales.
Convivencia familiar compleja, no todo está perdido
Cuando la convivencia familiar es compleja y no se logra un solo día de paz, la buena noticia es que no todo está perdido. Es cierto que reconquistar la tranquilidad en un hogar donde todo es caótico no es tarea sencilla. Sin embargo, con el compromiso firme y la predisposición adecuada, es factible lograr un mejoramiento.
El diálogo, la empatía, la creatividad, la colaboración de todos los miembros de la familia y, de ser necesario, la ayuda profesional, serán aliados fundamentales para lograr una convivencia con mayor tranquilidad.
Bibliografía
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