La educación va de la mano con la ciencia de forma inevitable. Necesitamos conocer cómo funciona el cerebro infantil y cómo evoluciona el desarrollo de los menores para poder crear estrategias de enseñanza adecuadas. Sin embargo, hay ciertos mitos que entorpecen esta tarea. Se trata de afirmaciones que, por ser muy repetidas o por parecer lógicas, tomamos como ciertas y pueden llevarnos a aplicar prácticas inapropiadas. Por esto, hoy queremos hablarte de algunos neuromitos educativos.
Algunos de ellos son completamente infundados. Pero hay otros que, si bien se basan en verdaderas investigaciones científicas, toman la información de manera parcial o la interpretan incorrectamente. Por esto es que muchos padres y educadores comprometidos con su labor pueden adherirse a ellos y pensar que son recursos valiosos, cuando en realidad perjudican el aprendizaje de sus niños.
Estos son los principales neuromitos educativos
Hoy en día, con tanta información que circula por internet y tantas nuevas pedagogías y propuestas alternativas, es difícil discernir. No obstante, a continuación hablamos de algunos de los neuromitos educativos más conocidos.
Utilizamos solo el 10 % del cerebro
Seguramente hayas escuchado esta afirmación en varias ocasiones, pero la realidad es que no tiene sustento científico. Las personas utilizamos el 100 % de nuestro cerebro. De hecho, incluso cuando dormimos, todas las áreas cerebrales presentan algún grado de actividad. Además, la ciencia ha logrado mapear el cerebro casi en su totalidad y ha quedado claro no hay ningún área que esté inutilizada, excepto en el caso de que haya una lesión.
Este neuromito puede llevar a padres y educadores a pensar que sus niños tienen un enorme potencial sin desarrollar, y que quizá se requiera de una estimulación temprana y exhaustiva para activarlo.
Cada hemisferio cumple una función
Está muy extendida la creencia de que el hemisferio izquierdo es el lógico, racional y encargado del lenguaje. Por su parte, el derecho sería el más creativo y holístico. También, basándonos en esto, se clasifica a los alumnos en función de si utilizan más un hemisferio u otro para aprender.
Sin embargo, los hemisferios cerebrales no están separados ni se ocupan individualmente de ninguna función. Por el contrario, están estrecha y fuertemente conectados y trabajan en conjunto. Sí es verdad que para ciertas tareas existe una predominancia de uno u otro, pero son las conexiones neuronales y el trabajo integrado de diferentes áreas lo que permite el aprendizaje. Por ello, no tendría sentido diseñar programas con base en esa supuesta división.
El aprendizaje se produce en los tres primeros años de vida
Es cierto que en los primeros años de vida se producen importantes aprendizajes de forma acelerada y que constituye un período crítico para ciertas funciones. Sin embargo, no es el único período relevante. Como decíamos, el cerebro tiene gran plasticidad y puede reorganizarse y aprender durante todo el ciclo vital.
Por ello, aunque es importante cuidar esta etapa, no es necesario ejercer una presión desmedida ni pensar que estos años son determinantes. Los niños continuarán con su proceso de aprendizaje, por lo que hay que respetar las etapas naturales. Por ejemplo, la corteza prefrontal del cerebro no termina de madurar hasta los 25 años, por lo que hasta entonces el control de los impulsos no se adquiere totalmente.
Algunas asignaturas son más importantes que otras
Con frecuencia tenemos en mente que hay asignaturas más importantes que otras. Por ejemplo, pensamos que las matemáticas, la lengua o la química son cruciales y están por encima de otras como el arte, la música o la educación física.
Sin embargo, más allá de adquirir conocimientos y conceptos ligados a asignaturas parciales, el aprendizaje debería centrarse en ofrecer a los niños herramientas y competencias que los capaciten para la vida. Además, asignaturas como estas menos valoradas han demostrado mejorar la capacidad cognitiva, el rendimiento académico, la motivación, la creatividad y la colaboración. Por ello, no deberían menospreciarse.
El aprendizaje es más efectivo en la modalidad preferida
Otro de los neuromitos educativos más conocidos es el que está asociado con los sistemas de representación. Según este modelo, hay personas que se apoyan más en lo visual para percibir e interpretar la información, mientras que en otras predomina lo auditivo y en un tercer grupo lo kinestésico. Por tanto, se supone que el aprendizaje sería más efectivo si cada niño aprendiese en su modalidad preferida.
Pero esto no es del todo cierto. Es necesario tener en cuenta también las habilidades, los intereses y los conocimientos previos de cada niño, así como el tipo de materia a enseñar. Y es que, para la historia del arte puede ser más necesario un soporte visual, pero para las ciencias es mejor la posibilidad de experimentar y tocar los materiales con las manos.
En definitiva, el aprendizaje más completo y significativo se produce cuando somos capaces de conjugar estos tres sistemas de representación y adaptarlos a la actividad concreta y a sus objetivos.
Más tiempo en las aulas implica un mayor aprendizaje
Un último mito educativo a considerar es el que afirma que más horas lectivas son sinónimo de mayor aprendizaje. Sin embargo, en ocasiones, menos es más. Por ejemplo, reducir la carga lectiva y la carga horaria, pero hacer mayor énfasis en la calidad de la educación y en la innovación respecto al currículum, suponen mejoras de aprendizaje y rendimiento.
Además, se sabe que la atención de los alumnos es limitada y que no es posible rendir al 100 % durante toda la jornada lectiva. Por lo mismo, es conveniente saber aprovechar los recursos atencionales, mostrar los nuevos aprendizajes al inicio y diversificar el resto del tiempo en actividades variadas que permitan experimentar y consolidar lo aprendido. En suma, pasar ocho horas de recibir explicaciones de forma pasiva no parece ser la mejor estrategia.
Desterrar los neuromitos educativos para alcanzar una enseñanza de calidad
En definitiva, la neurociencia es imprescindible para poder avanzar y mejorar en cuanto a la pedagogía y los sistemas educativos. Pero es importante que la información se asuma con rigor y que no se tome de forma parcial. Esto último puede llevar a implementar estrategias educativas erróneas o poco eficaces. Incluso, en el peor de los casos, pueden entorpecer el aprendizaje de los menores.
Bibliografía
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