Mamá, quiero una moto: ¿qué debo hacer?

Si tu hijo quiere una moto y no crees que esté preparado para usarla, no temas en poner un límite. Debes explicarle que tu decisión está pensada en su bienestar.

Permisos, salidas, horarios. La adolescencia es una etapa de cambios en donde es preciso escuchar a los adolescentes y pensar en ceder y negociar algunos términos y condiciones. Ciertas demandas son esperables, como por ejemplo, pedir permiso para salir hasta más tarde o pasar unos días de campamento con sus amistades. Pero otras, quizás, nos toman por sorpresa y tenemos menos claro qué es lo correcto. Una de estas situaciones es cuando tu hijo te dice que quiere una moto. ¿Qué hay que tener en cuenta antes de dar una respuesta? Veamos.

Mamá, quiero una moto: ¿qué debo hacer?

Desde el momento en que tu hijo te dice que quiere una moto, seguramente se te cruzan miles de imágenes, emociones e ideas por la cabeza. Sin embargo, es importante poder detenerse a analizar la situación antes de dar una respuesta.

Los pedidos y las respuestas de los adolescentes suelen ser explosivas, intensas y con urgencia. No obstante, como adultos, debemos ser capaces de ir más allá de esas demandas inmediatas y tener en cuenta los diversos aspectos que están implicados en el hecho de que un adolescente tenga una moto. Algunos de ellos, los veremos a continuación.

Es importante dialogar con el joven y conocer por qué quiere andar en moto. Por ejemplo, saber si quiere ser competidor de carreras o usarla para trasladarse.

Preguntarse y preguntar para qué quiere la moto

En la respuesta, podremos encontrar indicios acerca de si se trata de un gusto, de un hobbie o de un capricho, entre otros. Es decir, no es lo mismo que un adolescente tenga interés en ser corredor de carreras, a que quiera la moto porque su vecino tiene una o porque vive lejos de todos sus amigos y contar con ella le ayudaría a trasladarse.

Concientizar acerca del uso de la moto y sus riesgos 

Quizás suena un poco exagerado, pero ya sea una moto como otro vehículo, tenerla es como un arma de doble filo. Es decir, su mal uso o una irresponsabilidad puede poner en peligro al propio joven o a otros y generar consecuencias indeseadas. Por eso, en primer lugar, debemos evaluar si es suficientemente responsable como para tener una moto. Luego, será necesario establecer algunas normas de uso y ser muy claros y coherentes respecto de su cumplimiento. A su vez, siempre deberán llevar los elementos de protección personal, tanto para sí mismos como para los acompañantes.

Evaluar la madurez y responsabilidad del adolescente 

Cualquiera sea la decisión, habrá que hacer una evaluación y tener en cuenta las características del adolescente. Por ejemplo, sabemos que a esta edad, los jóvenes se mueven en grupo y son influenciados por sus pares. En este sentido, debemos conocer si nuestro hijo es fácil de manipular o si es capaz de diferenciarse del grupo y de tomar sus propias decisiones. A su vez, también hay que sincerarnos con nosotros mismos y poder desdoblar las diferentes facetas del menor. Por ejemplo, que tenga buenas notas en la escuela y que sea excelente en el deporte no quiere decir que sepa conducir una moto con responsabilidad. Por eso, debemos evitar tanto idealizar como condenar.

Los padres deberán evaluar si el joven está preparado para conducir una moto y si es lo suficientemente maduro y responsable para ello.

Enseñar educación vial

Clases, videos, cursos o nosotros mismos. No importa cuál sea el método elegido, pero si tu hijo quiere una moto, debemos asegurarnos de que no solo sepa conducirla, sino que también conozca las reglas que facilitan la convivencia vial.

Ayudarlos a prepararse

La práctica es necesaria para cerrar el ciclo de aprendizaje, pero antes de permitirles que lo hagan solos, debemos salir varias veces con ellos para hacer observaciones y ayudarlos en la mejora. Incluso, si aceptamos que tengan una moto, podemos consensuar con ellos un plazo de prueba en el que si cumplen con las reglas y todo funciona bien, podrán conservarla. En caso contrario, no podrán usarla.

Confiar en nuestros propios criterios

También tenemos que aprender a confiar en nuestras decisiones y a no dejarnos convencer por la culpa. Así como no le permitiríamos a un niño que juegue con electricidad, quizás tampoco debamos aflojar respecto de los adolescentes y los vehículos.

Además, debemos conocer las características propias de la adolescencia como etapa vital, en donde la noción del peligro y los riesgos se relajan bastante. Por eso, si tu hijo quiere una moto, es conveniente tener presentes estos aspectos y ser capaces de comunicar los límites de manera clara, pero asertiva. Hacerles saber que “por ahora no”, no quiere decir que nunca. Y, por supuesto, se debe enfatizar que se trata de una medida pensada y de una decisión tomada luego de evaluar su bienestar en primer lugar.

La adolescencia requiere adaptarnos

Por último, es clave que miremos a la adolescencia como una época de cambios y desafíos. Es necesario que podamos reconocer a los jóvenes, hablar con ellos y estar dispuestos a negociar. Debemos aceptar que es momento de flexibilizarnos dentro de ciertos límites. En ocasiones, nuestras propias experiencias e inseguridades nos llevan a proyectar ideas sobre los propios hijos, pero desconocemos su singularidad.

No solo se trata de adaptarnos a los adolescentes, sino también a nosotros mismos. Es importante poder reconocer nuestras carencias y dificultades y también poner a prueba nuestros propios límites. En definitiva, nuestro rol como adultos es el de poder ser guía, protegerlos y educarlos en la responsabilidad.

Bibliografía

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  • Escartí Carbonell, A., Gutiérrez Sanmartín, M., Pascual Baños, M. D. C., & Marín Suelves, D. (2006). Enseñando responsabilidad personal y social a un grupo de adolescentes de riesgo: Un estudio observacional. Revista de Educación.
  • Correa-Ramirez, C., García, C. S., & Ortiz-Medina, M. O. (2018). Percepción del riesgo en la cotidianidad de los adolescentes. Revista Facultad Nacional de Salud Pública36(1), 45-54.
 
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