El síndrome del nido lleno

Por motivos económicos o emocionales, no todos los hijos se emancipan cuando corresponde. Esto puede dar lugar a lo que se conoce como síndrome del nido lleno.
El síndrome del nido lleno
Elena Sanz Martín

Revisado y aprobado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Escrito por Elena Sanz Martín

Última actualización: 26 septiembre, 2022

Cuando tenemos un hijo adquirimos la responsabilidad de cuidar, criar y proveer a esa personita. Sin embargo, es de esperar que, al llegar a la edad adulta, ese hijo vuele y forme su propia vida. Es el ciclo natural de las cosas, ¿verdad? A pesar de esto, cada vez en más familias se produce lo que se conoce como síndrome del nido lleno, una situación de mutua dependencia entre padres e hijos surgida a raíz de la incapacidad o el rechazo de estos últimos a abandonar el hogar familiar.

Probablemente, te resulte más familiar el término “síndrome del nido vacío“. Este designa a la sensación de tristeza, desorientación y falta de propósito que embarga a muchos padres cuando sus hijos se emancipan. En el caso del nido lleno, ocurre todo lo contrario. Esos hijos nunca se van de casa (o si lo hacen, vuelven), y crea así una situación disfuncional e incómoda para todos los implicados.

¿Por qué se produce el síndrome del nido lleno?

En primer lugar, cabe mencionar que el síndrome del nido lleno no es ningún trastorno contemplado en los manuales diagnósticos. Más bien es un término coloquial que hace referencia a una tendencia en auge. Se trata de que los adultos jóvenes viven en el hogar familiar más allá de los 30 o 40 años. O, como decíamos, que regresan a él tras un período de independencia. Pero, en lugar de apresurarnos a juzgar, es importante comprender cuáles son las causas detrás de esta realidad. A continuación, te contamos cuáles son algunos de los principales motivos.

Estudio y trabajo cualificado

Si hace solo unas décadas era una minoría de la población la que cursaba estudios universitarios, hoy en día la formación se ha vuelto imprescindible para los jóvenes. Si desean acceder a un buen puesto de trabajo, necesitan prepararse por años y adquirir conocimientos y habilidades específicas. Esto ha retrasado la edad de emancipación, ya que, en muchas ocasiones, un grado universitario no es suficiente y se necesita completar la formación durante años posteriores con otros estudios y especializaciones.

Inestabilidad laboral y económica

Aunque existen importantes diferencias geográficas, en muchos países el mercado de trabajo no atraviesa su mejor momento. El empleo es escaso, precario e inestable. Muchos jóvenes batallan largo tiempo para conseguir su primer empleo y otros tantos solo pueden acceder a puestos con baja remuneración y contratos temporales. En estas circunstancias, plantearse asumir la responsabilidad de un hogar propio parece impensable.

Vivir en el hogar junto con sus padres le permite al joven adulto eludir ciertas responsabilidades y disfrutar de sus hobbies. 

El eterno adolescente

Más allá de los factores socioeconómicos, también hay motivos psicológicos y afectivos que alimentan esta tendencia. Y es que las nuevas generaciones se han acostumbrado a un estilo de vida basado en la inmediatez y el hedonismo. Vivir en el hogar familiar les permite eludir las responsabilidades de la vida adulta y disfrutar del ocio, los hobbies y la despreocupación como si fueran eternos adolescentes.

Padres sobreprotectores

Pero no son solo los hijos los causantes de esta situación. De hecho, suele tratarse de una sinergia perfecta con unos progenitores que han hecho de la paternidad el centro de su vida. Estos suelen ser padres sobreprotectores, que disfrutan de tener a sus hijos cerca, de cuidarlos e incluso de dirigir de su vida. De forma más o menos inconsciente, no desean dejarlos volar, pues temen tener que enfrentarse al vacío y a la falta de propósito que esto les supondría.

Las consecuencias del síndrome del nido lleno

A pesar de que esta sea la realidad de muchas familias, está lejos de ser una situación idónea. El hecho de que los hijos adultos vivan con sus padres acarrea repercusiones negativas para todos los implicados. Veamos algunos casos.

Interrumpe el ciclo de vida familiar

Toda familia atraviesa cambios progresivos a lo largo de los años que varían en cuánto a la composición del núcleo y las relaciones entre sus miembros. Durante las primeras etapas, la pareja convive y tiene hijos pequeños que luego se convierten en adolescentes. Pero, llegado cierto punto, estos jóvenes salen al mundo y crean sus propias familias, por lo que dan paso a una nueva etapa de reencuentro para con sus padres.

Cuando tiene lugar el síndrome del nido lleno, este ciclo de vida familiar se interrumpe y las personas se quedan estancadas en una etapa que ya no les corresponde. Así, los progenitores no pueden recuperar su independencia, disponer de su tiempo y dinero y disfrutar de la recompensa por los anteriores años de trabajo.

En el síndrome del nido lleno, las personas se quedan estancadas en una etapa que no les corresponde. Tanto los mayores como los jóvenes pierden su independencia.

Impide la independencia de los hijos

Los hijos también se ven afectados por esta situación. Y es que no logran desprenderse de la soltería y de la dependencia emocional hacia los padres. Tampoco consiguen forjar su propio camino. De ese modo, pueden sentirse perdidos, desorientados y faltos de rumbo. También, se les dificulta madurar, pasar de etapa y hacerse responsables de ellos mismos. Al no asumir los trabajos y las responsabilidades de la edad adulta, se quedan estancados en un rol que no les beneficia ni les permite desarrollarse como individuos.

Entorpece las relaciones familiares

Cuando padres e hijos conviven más allá de lo esperado, es común que surjan fricciones, conflictos y desacuerdos frecuentes. Y es que los roles están confusos y la situación puede volverse disfuncional. Así, los padres pierden su natural liderazgo y muchos hijos invaden y demandan sin asumir las responsabilidades que les competen como adultos. Además, ningún miembro de la familia disfruta de la libertad y la independencia que le corresponde en esta etapa de su vida, lo cual puede generar frustración e insatisfacción.

Lidiar con el síndrome del nido lleno es posible

A pesar de lo perjudicial de este fenómeno, es importante tomar las riendas y abordarlo de la mejor forma posible. En primer lugar, conviene identificar cuáles son los motivos que perpetúan esta situación (pues a veces la situación laboral es solo una excusa para no romper esos lazos de dependencia que hay entre ambas partes). Luego, es importante trabajar en aquello que sea necesario para que cada parte recupere su rol y adquiera su independencia.

Si la emancipación del hijo aún no es posible, será fundamental dialogar, establecer límites y normas de convivencia para garantizar el respeto mutuo. El hijo debe recordar que está en el hogar familiar y colaborar con su parte. Ante todo, es importante no caer en una autocomplacencia (por parte de todos) que siga alimentando ese nido lleno.


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  • Bonelli, A. (2014). Repercusiones de la sociedad posmoderna en el ciclo de vida familiar La emancipación de los hijos del hogar: una transición “interminable”. Journal de Ciencias Sociales.
  • Duvall, E. M. (1988). Family development's first forty years. Family Relations, 37(1) 127-134

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