Cómo evitar que tu hijo se convierta en un eterno adolescente

El eterno adolescente es aquel adulto inmaduro e incapaz de asumir responsabilidad. Pero ¿cómo afecta la educación que reciben los jóvenes a este fenómeno?
Cómo evitar que tu hijo se convierta en un eterno adolescente
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 31 octubre, 2020

Todos los padres deseamos que nuestros hijos, al llegar a la edad adulta, puedan gozar de una vida plena. Queremos y esperamos que sean autónomos, independientes y autosuficientes. Que puedan valerse por sí mismos en el terreno laboral, emocional y social.

Sin embargo, la consecución de este objetivo depende en gran medida de la crianza que llevamos a cabo con ellos cuando son menores. Si la educación no es la adecuada, corremos el riesgo de que nuestro hijo se convierta en un eterno adolescente.

Esta es una situación bastante frecuente en muchos adultos que siguen manifestando comportamientos y actitudes infantiles. Una tendencia que no solo les daña a ellos mismos, sino que puede perjudicar seriamente sus relaciones con otras personas. Por ello, si quieres evitar que esto les ocurra a tus hijos, has de ayudarlos a atravesar la adolescencia de la mejor forma posible.

Padre hablando con su hija para evitar que se convierta en un eterno adolescente.

¿Quién es el eterno adolescente?

Se emplea este término para designar a aquellas personas que no muestran una coherencia entre su edad cronológica y su maduración emocional. Son individuos incapaces de asumir responsabilidades o hacerse cargo de sus actos. Suelen ser muy dependientes de su familia de origen, incluso cuando han formado la suya propia, y evitan tomar decisiones importantes. Huyen del compromiso y pueden ser tanto temerosos como egocéntricos.

Otro de los rasgos más destacados de este tipo de personalidades es que su gestión emocional es pobre o inexistente. Suelen mostrar arrebatos de ira y no toleran la frustración. Esto les puede impedir alcanzar el éxito en su carrera laboral y en sus relaciones personales, además de generar estados de ánimo negativos.

Pero ¿de dónde surge el eterno adolescente? La realidad es que cada persona adulta es responsable de sí misma y es la única encargada de revisar sus comportamientos y modificarlos si es necesario. Sin embargo, no podemos ignorar el importante papel que tiene el estilo de crianza en el desarrollo del eterno adolescente.

Un proyecto sin terminar

La base de la personalidad inmadura, del comportamiento infantil, se halla en una adolescencia que ha quedado como un proyecto sin terminar. Esta temida etapa de la vida de los jóvenes supone enormes cambios; se caracteriza por la búsqueda y construcción de la propia identidad y, sobre todo, por la transición de la niñez a la edad adulta.

Se trata de un proceso complejo que los menores no pueden afrontar en soledad. El amor, el apoyo, la guía y la orientación de los padres resulta imprescindible para ayudarlos a cerrar la etapa infantil y adentrarse en la madurez con los recursos necesarios.

Cuando los padres son sobreprotectores, excesivamente permisivos o complacientes impiden el desarrollo de la autonomía de su hijo. De este modo, le condenan a una eterna adolescencia, a seguir siendo dependiente e incapaz de tomar las riendas de su propia vida.

Igualmente, el adolescente necesita crecer con un vínculo de apego seguro con sus progenitores, basado en el afecto y el apoyo. De lo contrario, no desarrollará la confianza necesaria para vincularse con los demás y hacer frente a los retos y responsabilidades de la vida adulta.

¿Cómo evitar que tu hijo se convierta en un eterno adolescente?

Lo mejor que puedes hacer por tu hijo es ayudarlo a completar el proyecto de su adolescencia. Acompañarlo y guiarlo en esa transición a la adultez para que no quede atrapado en etapas anteriores.

Hija adolescente hablando con su madre.

Para ello, es imprescindible comprender los cambios psicológicos que implica la adolescencia y, sobre todo, ser capaz de contener al joven en lugar de escandalizarse ante sus conductas y contradicciones propias de la edad. El amor incondicional, la aceptación y el apoyo son pilares fundamentales.

Pero, además, hay que marcar un equilibrio entre derechos y deberes en la vida del menor. No podemos negarle la independencia que reclama, pues es necesario que se vaya volviendo cada vez más autónomo y autosuficiente.

Sin embargo, hemos de establecer límites e ir asignando responsabilidades progresivamente. Con esta dinámica el adolescente aprenderá a tolerar la frustración, a hacerse cargo de sus actos y a confiar en sus propias capacidades. Recursos, todos ellos, imprescindibles para afrontar la adultez con garantías de éxito.

En definitiva, se trata de guiarlos en un proceso de transición que no pueden afrontar solos y que afectará significativamente su futuro. El esfuerzo será recompensado con creces.


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