Padres autoritarios. Un mal que necesita erradicarse

Los padres autoritarios son padres tóxicos que someten a sus hijos a exigencias extremas según sus ideales, apreciaciones y maneras de ver la vida, sencillamente porque ellos consideran, son las más certeras. Estos seres tienden a no prestar mucho asunto a las necesidades emocionales o el deseo de sus pequeños, sobre todo si van en contra de sus dogmas. Toda vez que conciben algo, demandan que se cumpla como si fuera una ley.

Los padres autoritarios tienen un precepto: Tienes que hacer esto, sentir, ser y pensar de esta manera porque así lo digo yo; slogan que como consecuencia convierte a los niños en seres dependientes, sumisos, complacientes, de baja autoestima y poca confianza en sí mismos.

Si crees que ser una madre y un padre autoritario es inculcar disciplina, respeto y buena educación a tu hijo… te equivocas por completo. Quédate con nosotras para que sepas por qué.

¿Cómo son los padres autoritarios?

El estilo educativo de tipo autoritario se caracteriza por el exceso de vigilancia, intervención, imposición y registro de todo cuanto hacen los niños. Los padres que someten a sus hijos a una crianza de tanto rigor se mantienen siempre alertas a su comportamiento, decisiones y vida en general.

Para ejercer su mandato y hacer cumplir órdenes se comportan de forma fría, distante y a veces hasta cruel. Son progenitores que tienen escasa o ninguna comunicación con sus hijos, bien porque no saben cómo hablar con ellos o porque consideran que esto es una forma de “bajar bandera”.

Ellos siembran el miedo, condición que anula la sinceridad y el apego que en algún momento en sus hijos pueda nacer.

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¿De dónde salen los padres autoritarios?

Los padres autoritarios no actúan de esa manera pensando en el mal (al menos no la mayoría). Tienen la más ferviente idea de que ese es el estilo educativo que funciona, porque así fueron criados, o porque consideran que de esa forma están protegiendo, guiando y educando a sus pequeños para prepararlos cuando tengan que enfrentarse al mundo competitivo en el cuál nacieron.

Estos adultos no confían o confían muy poco en las aptitudes de sus niños. Consideran que ellos no están aptos para resolver conflictos y tomar las mejores decisiones ante los problemas que se les presenten.

Pero el autoritarismo no siempre viene dentro del carácter y la “genética” del adulto; en no pocas ocasiones, llega con el tiempo y según las experiencias que ellos tienen con sus hijos. Muchos comienzan a actuar de esa manera a medida que los menores comienzan a errar, dar pruebas de su inmadurez y su incapacidad para dominar las riendas de sus vidas.

El autoritarismo como un mal que necesita erradicarse

Mamá, aun cuando creas que estás más que justificada, no es el autoritarismo una buena manera de educar a tus hijos. Te equivocas al pensar que tienes el derecho y el deber de llevar un control estricto de sus vidas. Para que no se pierdan en el mundo, a los niños hay que dejarlos experimentar, aprender por sí mismos; y estar ahí solo para guiarlos y prestarles ayuda cuando lo necesiten y lo pidan.

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Entiende que el niño que crías va a partir de su aprendizaje y la educación que haya recibido para resolver sus problemas y comportarse socialmente; se equivocará, pero así tendrá oportunidad de aprender de sus pifias. Muy pronto habrá alcanzado la edad suficiente como para actuar según sus ideales y sentires.

El poder que crees ejercer sobre él en estos momentos más temprano que tarde irá perdiendo fuerzas y llegará a desaparecer por completo cuando se dé cuenta de que “afuera” hay todo un mundo por explorar. Esto ocurrirá en el mejor de los casos. En el peor, ese niño que mantienes cautivo según tus condiciones jamás podrá comportarse como un ser independiente, tendrá miedo de todos y de todo; y mañana, cuando no estés, se sentirá desorientado.

Entonces es nuestro deber decirte que estás errando si piensas que tu estilo de madre autoritaria algún día hará brotar los frutos.

Ni tu hijo es feliz con la manera que tienes de comportarte con él y todos los regaños, exigencias y requerimientos que le haces ni tú te estás ganando su afecto siendo de esa forma. Incúlcale disciplina, enséñale a respetarse a sí mismo, muéstrale el camino y cómo transitar por él, pero no creas que te pertenece y menos que es una extensión de tu ser a manipular cuando se te antoje. Él es libre, porque así nació y así debe continuar siendo.

Bibliografía

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