En las últimas décadas, son muchos los padres que han llegado a preguntarse si su hijo padece un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Y es que el auge a nivel social que ha obtenido este desorden nos lleva a sospecharlo ante cualquier conducta impulsiva, agitada o inatenta de los pequeños. No obstante, en muchas ocasiones, no existe ningún tipo de patología y por eso, conviene conocer bien las diferencias entre un niño nervioso y niño hiperactivo.
Las dudas pueden comenzar incluso cuando el pequeño es un bebé. Si se muestra irritable, si llora por todo, si es inquieto o si es incapaz de jugar solo, los progenitores comienzan a preocuparse. Más adelante, en la etapa preescolar, los niños vitales y movedizos pueden ser confundidos con quienes tienen un TDAH.
Y es que, en realidad, hay algunos rasgos compartidos entre ambas condiciones. Así, si quieres aprender a diferenciarlas, te recomendamos leer el siguiente artículo donde contaremos todo al respecto.
¿Qué diferencias existen entre un niño nervioso y un niño hiperactivo?
A simple vista, hacer esta distinción puede ser complicado. Sin embargo, si sabemos en qué factores fijarnos, podremos encontrar las diferencias entre un niño nervioso y un niño hiperactivo. Presta atención a los siguientes aspectos:
1. Edad y etapa evolutiva
Este es uno de los primeros aspectos a considerar, pues en ocasiones tomamos por patológicos ciertos comportamientos que son propios de la edad.
Por ejemplo, un infante que aprende a hablar, querrá practicar esta habilidad y es normal que no pare de conversar y de interrumpir en momentos inapropiados. Un niño que aprende a caminar, a correr o a saltar, querrá disfrutar de esta capacidad y explorar todo su entorno. Es por esto que no podemos pasar por alto el momento evolutivo en el que se encuentra el niño.
Por otra parte, hemos de ser conscientes de que las funciones cognitivas se desarrollan paulatinamente. Por ejemplo, la capacidad de concentración se adquiere con los años y con la maduración cerebral. Así, es normal que un niño muy pequeño se distraiga y quiera cambiar de actividad constantemente.
Solo podremos determinar que un niño es hiperactivo después de tener en cuenta las capacidades propias del momento del desarrollo en el que se encuentra y si dista significativamente de los otros infantes de su edad.
2. Umbral de tolerancia de los adultos
Muchas veces, pensamos que un niño es hiperactivo cuando lo que en realidad sucede es que los adultos tenemos expectativas poco realistas y mal ajustadas sobre la infancia.
En ocasiones, queremos que los pequeños se comporten como si fueran adultos en miniatura, que estén tranquilos, callados y que se entretengan solos, cuando esto no siempre es posible. Los niños son niños y por ende, son ruidosos, vitales y enérgicos. Es normal que quieran moverse, jugar y descubrir estímulos nuevos constantemente.
Entonces, antes de catalogar a tu hijo como hiperactivo, piensa si no eres tu la que le pide algo que no puede ofrecer o que no es natural a su condición de infante.
3. Ámbitos en los que se presenta la hiperactividad
Para determinar si un niño es hiperactivo o solo es nervioso podemos fijarnos en los ámbitos en los que se presentan estas conductas.
Un menor hiperactivo lo es siempre y en cualquier entorno (en el hogar, en la escuela, en la plaza) y sus síntomas interfieren en su funcionamiento diario. Su inatención y su impulsividad se pueden ver, incluso, cuando afrontan tareas que le gustan.
En el caso de los niños nerviosos, estos suelen presentar las dificultades en un ámbito específico, mientras que funcionan adecuadamente en los demás. Por ejemplo, sí pueden sostener la atención en una actividad que es de su agrado. Esto hace pensar que no se trata de un trastorno neurológico (como en el TDAH), sino de algo circunstancial.
4. Límites y pautas de comportamiento
Los niños, por naturaleza, pueden ser impulsivos e inconscientes y es tarea de los adultos ofrecerles límites y pautas de comportamiento para ayudarlos a regular sus conductas. Es decir, enseñarles a reconocer en qué circunstancias son apropiados ciertos comportamientos y en cuáles no.
Si un niño nervioso no recibe estos límites y directrices o no se le enseña a canalizar su energía de manera apropiada, seguirá comportándose de un modo que pueda considerarse hiperactivo. Por el contrario, cuando se le guía al respecto, será capaz de adaptarse a las distintas situaciones.
En el caso de un niño hiperactivo, las normas no son suficientes. Pese a que los padres pongan límites, no se consigue regular la impulsividad o la agitación.
5. Momento de aparición de los síntomas
Un último aspecto en el que hemos de fijarnos es en qué momento aparecen las conductas “problemáticas”.
En el caso de los niños hiperactivos, estas señales son fáciles de detectar desde la primera infancia, incluso cuando son bebés. Los padres las reconocen como algo que parece haberles acompañado desde siempre.
Por el contrario, en los niños nerviosos, su comportamiento suele estar relacionado con algún evento concreto: el nacimiento de un hermano, un problema en el colegio, conflictos familiares, una mudanza. Cuando estas situaciones se solucionan, su conducta también se calma.
Las diferencias entre un niño nervioso y un niño hiperactivo las determinan los profesionales
Las anteriores pautas pueden ayudarte a identificar si tu hijo es simplemente nervioso o presenta algún signo de sospecha de un trastorno del desarrollo. Sin embargo, recuerda que solo un profesional puede realizar el diagnóstico.
Evita etiquetar a tu hijo precipitadamente, pues esto podría dañar su autoestima y el concepto que tiene sobre sí mismo.
Además, ten presente que el TDAH se diagnostica a partir de los siete años, pues se tienen en cuenta los aspectos normales de la conducta de los infantes antes de esa edad. Por este motivo, no te apresures y si necesitas una respuesta fiable, busca orientación en los expertos.
Bibliografía
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- García Peñas JJ, Domínguez Carral J. (2012) ¿Existe un sobrediagnóstico del trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH)? Evidencias en Pediatría. 8:51. Disponible en: https://archivos.evidenciasenpediatria.es/DetalleArticulo/_LLP3k9qgzIh7aNQBiadwmaMOISQgCOX0QRdJF5oH_8qV_RztPGwSo8LU28cFLXPyyM3DU_Errq_hWTdhag8LEw
- Martínez, N., Albaladejo Gutiérrez, E., Espín Jaime, J. C., Güerre Lobera, M. J., Sánchez García, J., & Jiménez, J. L. (2015). Etiología y patogenia del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Revista española de pediatría: clínica e investigación, 71(2), 62-68 Disponible en: https://pesquisa.bvsalud.org/portal/resource/pt/ibc-156644