Alcanzar la felicidad es más sencillo de lo que parece. Aunque la mayoría de las veces pensamos que debemos demostrarla a través de comportamientos exagerados, esto no tiene por qué ser así. De hecho, este sentimiento puede adoptar muchas formas y cada persona la vive a su manera: para algunos es sinónimo de tranquilidad, mientras que para otros implica euforia.
Sin embargo, cuando una persona no está del todo bien los signos que manifiesta son un tanto más claros. Si crees que tu hijo es infeliz, chequea estas señales.
¿Cómo puedes darte cuenta de que tu hijo es infeliz?
Para saber cómo se encuentra tu niño, lo principal es observar su comportamiento e intentar detectar algún cambio respecto de su estado habitual.
A continuación, te compartimos algunas de las señales que debes tener en cuenta a la hora de analizar su conducta.
1- Ya no disfruta lo que antes disfrutaba
Si bien es cierto que los intereses de los niños varían a lo largo de la vida, es importante notar el ánimo con el que se realizan ciertas actividades cotidianas. Un cambio en la forma de encararlas, como la apatía o el desgano, puede indicar que algo les está sucediendo.
Nadie conoce a tu hijo o hija mejor que tú, así que debes confiar en tus instintos de madre.
2- No tiene interés en jugar
Especialmente en el caso de los niños pequeños, el juego es su principal medio de expresión y comunicación, incluso cuando necesitan elaborar experiencias poco placenteras.
Un niño que pierde el interés por jugar, aún en solitario, debe despertar siempre una alarma.
3- Tiene problemas de insomnio y se siente enfermo muy seguido
Más allá de las causas orgánicas, las dificultades para dormir (insomnio) pueden aparecer cuando el niño presenta algún problema emocional. Así mismo, cuando demuestra pérdida de interés por la comida, todo lo que come le cae mal, refiere dolores de cabeza muy seguido u manifiesta otras señales de malestar físico.
4- Se muestra irritable y se queja de manera continua
Todos podemos tener nuestros altibajos emocionales de tanto en tanto, pero estos deben alertarnos si el niño los presenta con frecuencia o sus episodios de enojo, ira o angustia son muy marcados.
Cuando un niño se siente infeliz, suele estar enojado con el mundo y criticar a todo lo que gira a su alrededor.
5- Ya no sonríe ni se alegra por nada
Especialmente cuando el entorno es saludable y cuenta con un buen apoyo, el niño se muestra feliz, se ríe y disfruta de muchos momentos.
En general, los pequeños no perciben del todo bien ciertas dificultades de la vida cotidiana y por eso derrochan alegría por donde van. En cambio, cuando se sienten infelices, esta situación se revierte drásticamente y se muestran solitarios, ensimismados y dejan de sonreír.
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¿Qué hacer si tu hijo es infeliz?
En primer lugar, lo más importante es acercarse e intentar hablar con él en un clima de confianza y empatía. Quizás no quiera contártelo en el momento, pero al tomar conciencia de tu preocupación podrá hacerlo cuando se sienta preparado.
La gestión de las emociones también es un aprendizaje importante de la crianza de los hijos. A que a menudo se pone demasiado énfasis en los conocimientos académicos y se le da poca relevancia a la educación emocional. Por este motivo, es importante enseñarle a los niños a reconocer sus emociones y permitirles expresarlas sin miedo ni vergüenza. Además, esto les permitirá desarrollar la empatía y decodificar los sentimientos ajenos.
Otro aspecto a tener en cuenta es revisar el propio comportamiento, ya que los estilos de crianza autoritarios, demasiado exigentes o perfeccionistas, llevan a que los hijos se sientan presionados y no sepan cómo disfrutar.
Por último, más allá de estas recomendaciones, es bueno tener presente que existen casos graves que merecen una intervención profesional. A veces, la tristeza y el desánimo son crónicos y provocan un deterioro significativo en la calidad de vida de esa persona. La depresión es un ejemplo de ello y requiere de un abordaje psicológico específico.
A ser feliz ¡también se aprende!
La felicidad es una estado de ánimo que se logra cuando dejamos de poner las expectativas en el lugar inadecuado y aprendemos a conectar nuestros propios deseos con nuestras acciones.
Por eso, a ser feliz se aprende y se ejercita día a día, en los pequeños actos cotidianos que no acostumbramos a valorar.
Muchos pequeños confunden la felicidad con el hecho de salir de vacaciones a la playa, tener el reloj de moda u obtener la mejor calificación en la escuela. Sin embargo, la felicidad puede estar en un paseo con la abuela, en el tobogán con un amigo o en una merienda caliente al aire libre.
También es importante remarcar que la felicidad no tiene por qué ser permanente, ya que la vida es un vaivén de emociones y cada día es distinto a los demás. Es esperable tener días más grises que otros, porque estos nos ayuda a crecer, a superarnos y a cambiar aquello que no nos gusta o nos hace mal.
Recuerda que aprender a reconocer y a expresar las emociones es clave para la salud de nuestros hijos y los padres tenemos un rol muy importante en su enseñanza.
Bibliografía
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