La paternidad es una experiencia que tiene múltiples matices, es singular y no todas las personas la viven de la misma manera. En algunos casos, hay padres que rechazan a sus hijos, que no logran conectarse con ellos y eso les provoca una profunda frustración y culpa. Especialmente porque está establecido que hay que amar a los hijos.
Tras ese mandato, se invisibiliza un malestar que no solo trae aparejadas consecuencias a nivel personal, sino que también impacta sobre los pequeños y su núcleo familiar. Antes que negar que existen padres que rechazan a sus hijos, es conveniente abordar el asunto.
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Sobre el rechazo de los padres hacia sus hijos
Antes de indagar por qué existen padres que rechazan a sus hijos, es importante comprender que ese rechazo puede expresarse de múltiples maneras: hostilidad, indiferencia o negligencia, entre otros. Pero las consecuencias siempre afectan a ambas partes, con impacto en la autoestima, en el sentirse querido y valorado y en la confianza. De allí la importancia de su abordaje.
Conoce por qué algunos padres rechazan a sus hijos
En primer lugar, es importante reconocer que la relación entre padres e hijos es un vínculo que se construye y que se ve influenciado por múltiples factores. Así, entran en juego las características personales, el contexto o el momento vital, entre otras. Cómo se presenten determinadas circunstancias, permitirá que la vivencia sea positiva o negativa. Por ello, también es importante tenerlas en cuenta al abordar el rechazo.
Experiencias de apego negativas
Hay progenitores que no consiguen establecer un vínculo de conexión emocional con sus hijos porque no cuentan con un vínculo de apego sano y amoroso en sus propias experiencias. En consecuencia, tienen una herida abierta que aún no han podido sanar y que es un obstáculo.
Por eso, la reflexión es una de las competencias parentales que invita a pensar sobre la propia infancia, la crianza, los modelos parentales y sus aspiraciones. Sin embargo, todo ello implica un trabajo de apertura, de reconocimiento, de perdón y de análisis, que es tan necesario como doloroso.
Presión de la paternidad
En muchos casos, existe un rechazo de los hijos porque la decisión de ser padres no fue una elección, sino más bien una presión social. Una presión porque «te vas a quedar para vestir santos», «porque ya están grandes», «porque es lo que sigue» y un sinfín de mandatos que escuchamos y que, en ocasiones, terminan por hacer ceder a las personas.
Sin embargo, convertirse en padres es una experiencia de una enorme complejidad, que requiere de entrega y que puede tener un sabor amargo cuando no es deseada.
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Depresión perinatal o posparto
El embarazo es una revolución, ya que se producen cambios físicos y hormonales, así como emociones que oscilan entre la alegría y el temor o el estrés y el cansancio. También, aparecen las preocupaciones económicas, junto con todas las expectativas con las que se sobrecarga el momento. Todo ello puede derivar en la depresión perinatal (desde el inicio del embarazo hasta el primer año de vida del bebé) o posparto y dificultar el establecimiento del vínculo.
Es importante diferenciar este tipo depresión del baby blues, de duración breve y dentro de la primera semana tras el parto, para poder dar contención a la madre.
Embarazo no planificado
En algunos casos, el origen del rechazo tiene que ver con que el niño en camino no se encontraba en los planes. También, porque los futuros padres no se encuentran en el mejor momento de sus vidas o de la pareja.
Expectativa versus realidad
Muchas veces, el rechazo se relaciona con la caída de los ideales sobre lo que es ser padre. Sobre esta experiencia suele mostrar el lado rosa: la primera palabra del bebé, la lactancia, las primeras risas y otros bonitos recuerdos. Sin embargo, poco se menciona sobre la sobrecarga mental, las preocupaciones laborales, la falta de intimidad o la pérdida de los espacios propios. Es importante también mostrar ese lado B para que la expectativa no se pinche de golpe y todo parezca insuficiente.
Normalicemos el pedir ayuda
No somos peores padres por aceptar que sentimos rechazo hacia nuestro hijo y pedir ayuda. De hecho, eso nos hace mejores, ya que podemos buscar una solución y evitar dañar a otra persona que depende de nosotros. La calidad del apego es la base sobre la cual se asienta la autoestima y de las relaciones posteriores. Incluso, muchas veces ese rechazo ni siquiera tiene que ver con el hijo en cuestión, sino con experiencias anteriores de las cuales necesitamos recuperarnos.
Si estás en una situación similar o conoces a alguien, no eres un bicho raro ni el peor padre del mundo: eres una persona con temores, con experiencias, con dolores y con angustias, que merece sentirse bien y que no está sola. Ponerle un nombre a las emociones, validar lo que se siente y desarrollar recursos de afrontamiento es un camino para poder darle un giro a una experiencia que se puede disfrutar.
Bibliografía
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