Cuando las parejas toman la decisión de formar una familia, muchos imaginan solo los almuerzos del domingo, las celebraciones o los actos escolares emotivos. Sin embargo, para poder disfrutar de eso, este grupo humano toma un sinfín de decisiones a diario: desde aceptar un trabajo a tiempo completo, hasta mudarse a una ciudad más pequeña.
Las familias se hacen sobre la marcha, pero no siempre contamos con el conocimiento acerca del cómo. Sin embargo, es importante detenerse a pensar qué es lo que nos convierte en un buen líder familiar y llevar esta reflexión a la práctica.
Las familias han cambiado…
Durante mucho tiempo, el modelo familiar normal era aquel que concentraba la autoridad en una sola persona, que generalmente era el padre. Los niños y las niñas debían limitarse a obedecer y a cumplir las normas, ya que había poco espacio para el diálogo y para hablar de emociones.
Ahora, a la luz de los cambios sociales y por recomendaciones de los expertos, se busca transformar ese modelo de crianza por otro más igualitario y simétrico, en donde la voz de todos los convivientes sea escuchada. Así, la meta es validar el aporte de cada uno y promover la participación de todos.
Desde la crianza consciente y respetuosa se destaca el rol de los adultos en el desarrollo de las infancias, pero no desde el lugar del autoritarismo, sino desde la empatía y el respeto.
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Características de un buen líder familiar
No se nace como buen líder familiar, sino que esto es algo que se practica y que se perfecciona con el tiempo. Aún así, algunas características personales ayudan a desempeñar mejor ese rol, como las que te compartiremos a continuación.
Un buen líder de familia es receptivo
Esto implica que está atento a las necesidades de otros y a la vez, de los cambios sociales y de contexto que lo rodea. De este modo, es capaz de darse cuenta de que las circunstancias cambian y que quizás el modo en el que la familia acostumbra a resolver determinadas situaciones, ya no resulta funcional y debe cambiar.
Mantiene una comunicación abierta y fluida con todos los miembros de la familia
La comunicación es multidireccional y proactiva, de modo que contribuye a que se fortalezcan los lazos familiares. Un buen líder no espera a que surjan las situaciones, sino que las aborda antes y busca generar vínculos de confianza y cercanía. No se basa en su autoridad o jerarquía dentro de la familia, sino que se ocupa de crear una atmósfera cálida y de comodidad para todos sus miembros.
Busca negociar
El líder positivo no quiere imponer sus decisiones, sino que busca llegar a acuerdos. Cuando esto no es posible o cuando el asunto de interés no es un tema a negociar, intenta explicar sus razones.
Por ejemplo, si los hijos menores no quieren comer verduras, intenta generar un clima de entendimiento y enseña los beneficios de hacerlo. A pesar de la negativa, no cede en su postura y trata de buscar la forma de congeniar de los dos lados.
Se conoce a sí mismo
Para ser un buen guía, es necesario conocer las propias fortalezas y limitaciones. De esta forma, es más sencillo identificar las circunstancias en las que proyectamos sobre los otros nuestras falencias y evitar hacerlo.
Además, para acompañar en la crianza, es importante ser capaz de reflexionar acerca de la propia educación, cuáles fueron los modelos parentales y elegir lo que nos gustaría conservar y aquello que nos gustaría cambiar.
Algunos consejos para ser un buen líder familiar
“Del dicho al hecho hay un largo trecho” y las situaciones cotidianas muchas veces nos impiden conservar la templanza necesaria para abordar ciertas situaciones. Sin embargo, las buenas relaciones se cultivan a diario y esto requiere de tiempo y de práctica.
Para convertirse en un buen líder familiar, puedes implementar los siguientes consejos:
- Pasa tiempo con tu familia: compartir planes de ocio, más allá de los deberes, es fundamental para que todos puedan ser parte del día a día de los demás. Por ejemplo, cuéntales a tus hijos cómo fue tu día de trabajo o cuáles fueron tus dificultades. Esto no solo estrecha lazos, sino que “humaniza” las relaciones.
- Conócete a ti misma: las personas cambian sus gustos, sus aspiraciones e intereses a lo largo de la vida. Muchas veces nos quedamos con una imagen vieja de nuestros convivientes, por lo que es fundamental reconectar con ellos para poder lograr una buena convivencia y una experiencia enriquecedora. Además, esto nos permite aprender los unos de los otros.
- Gestiona tus emociones: esto transforma el ámbito familiar un espacio seguro y de confianza, en donde las personas pueden expresar sus emociones y encontrar contención. Los progenitores no tienen que infundir miedo, sino representar el refugio incondicional a donde acudir ante una dificultad.
- Da lugar al diálogo, pregunta: es importante desarrollar el hábito de preguntar cómo está la otra persona, cómo le va, cómo se siente. No solo es una forma de demostrar interés, sino que también de generar el espacio para hablar.
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Es importante ajustar las expectativas a la realidad
Por último, en el rol de guías familiares, es importante reconocer y separar las expectativas de la realidad. Muchas veces se presiona a los hijos para que sean esos modelos que los progenitores tienen en mente, a costa de renunciar a los propios deseos. Esto causa mucho malestar y sufrimiento en los menores.
Bibliografía
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- Siegel y Payne Bryson (2015), Disciplina sin lágrimas: una guía imprescindible para orientar y alimentar el desarrollo mental de tu hijo., Penguin Random House Grupo Editorial España.
- Seitun, Maritchu (2013), Capacitación emocional para la familia, Grijalbo.