La imagen de un niño saludable está llena de vida, curiosidad y entusiasmo. Tanto aquellos infantes abiertos y enérgicos, como aquellos reflexivos e introvertidos sienten interés por los mismos asuntos y lo manifiestan. Por este motivo, cuando observamos niños apáticos es importante descubrir qué les está sucediendo.
Nadie conoce mejor a su hijo que sus propios padres. Por ello, suelen ser los primeros en identificar estos cambios de actitud. También es posible que el colegio alerte la falta de entusiasmo o colaboración del niño. En cualquier caso, es necesario detenerse unos instantes a escuchar al pequeño, antes de alarmarse o presionarlo.
Niños apáticos: ¿Cómo identificar las señales?
Como cualquier otra persona, los niños no tienen siempre el mismo nivel de energía y entusiasmo. Hay momentos en los que se encuentran cansados, enfermos o simplemente, menos activos. Esto no implica una señal de alarma en todos los casos. Sin embargo, si se observa que algunas de las siguientes actitudes se prolongan en el tiempo, tal vez haya que tomar cartas en el asunto:
- El niño no muestra interés por realizar ningún tipo de actividad, ni siquiera aquellas por las que anteriormente se mostraba entusiasmado.
- Se ha vuelto más retraído y menos sociable, hasta limitar incluso la interacción con amigos y familiares.
- No expone su opinión y evita tomar decisiones. Generalmente expresa que “todo le da igual” y permite que sean otros quienes escojan por él.
- Su nivel de energía ha disminuido, opta por actividades sedentarias e incluso se mueve y habla de forma más pausada.
- Muestra una expresión de tristeza, desánimo y desgano con frecuencia. Así mismo, sus palabras pueden denotar pesimismo y desesperanza de cara al futuro.
¿Qué les sucede a los niños apáticos?
En primer lugar, puede ser apropiado descartar alguna causa orgánica de la apatía en los niños. Ciertos déficits nutricionales y algunas alteraciones hormonales pueden afectar el estado de ánimo y el comportamiento de los menores.
Por este motivo, es importante consultar con el pediatra y realizar los estudios pertinentes, a fin de evaluar el estado de salud del niño. Pero además, es necesario atender al ámbito psicológico y emocional en busca de los siguientes aspectos.
Cambios importantes en la vida del niño
Los eventos trascendentales pueden llegar a afectar a los niños más de lo que nos imaginamos y estos suelen ponerse de manifiesto a través de la apatía.
Una mudanza, un cambio de escuela, el divorcio de los padres o el duelo por la muerte de un ser querido son eventos que pueden sobrepasar emocionalmente a cualquier niño. Y al no contar con los recursos necesarios para expresar y gestionar lo que siente, puede terminar volviéndose hacia sí mismo.
Problemas escolares o familiares
La escuela y el hogar son los dos espacios más relevantes en la vida de un niño. Las dinámicas y las relaciones que en ellos se establecen pueden afectar significativamente su estado de ánimo.
Un bajo rendimiento escolar, los conflictos con los profesores o el acoso por parte de los compañeros son algunos de los principales retos que enfrentan los pequeños. Todos ellos pueden causar desánimo, ansiedad y tristeza, hasta conducir al niño a mostrar falta de interés.
Del mismo modo, los conflictos familiares afectan profundamente a los niños, incluso cuando no los involucran de forma directa. Presenciar peleas entre los padres, mantener una mala relación con alguno de ellos o vivir en un hogar en el que reina un ambiente tenso y negativo puede hacer mella en su salud emocional.
Estrés y agotamiento
El estrés es también uno de los principales motivos capaces de conducir al niño a la apatía. El exceso de obligaciones, de responsabilidades o de actividades puede hacerlos sentir saturados y desbordados. Además, el cansancio físico derivado de su apretada agenda solo empeora la situación.
Exceso de estimulación
Podemos pensar que la apatía está relacionada con el aburrimiento y que los niños necesitan más estímulos para motivarse. Paradójicamente, en ocasiones sucede todo lo contrario.
Los menores necesitan tiempo libre de estímulos para poder jugar, explorar y descubrir qué es lo que les gusta y aquello que les llama la atención. Si colmamos todos sus deseos y sus necesidades, incluso antes de que estas se presenten, los privamos de la valiosa oportunidad de incursionar en la vida.
Trastornos del estado de ánimo
Por último, es posible que la apatía sea una señal de un trastorno psicológico, tal como la depresión o la distimia. En estos casos, la consulta con un profesional será imprescindible para poder ayudar al niño a superarlo.
¿Cómo ayudar a los niños apáticos?
El primer paso para lograrlo es identificar cuál es la causa detrás de esta actitud. Siempre que sea posible, la solución pasará por resolver el desencadenante del desinterés. Por ejemplo, abordar los problemas escolares, el mal ambiente familiar o reducir la carga de actividades diarias.
Sin embargo, en otros casos será necesario realizar un trabajo personal con el niño, a fin de ayudarlo a gestionar las emociones negativas de tristeza, estrés o desesperanza.
La comunicación familiar será la clave para favorecer que el niño se exprese y encuentre una guía orientativa en sus progenitores.
No obstante, muchas veces puede ser necesario el acompañamiento profesional. Es normal que los padres no sepan de qué manera apoyar a su hijo en estas circunstancias, por eso es importante buscar ayuda tan pronto como sea posible. De este modo se evita prolongar la apatía, lo que puede dar lugar a un trastorno más serio a futuro.
Bibliografía
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