¿Cómo son los padres sobreprotectores? ¿Es lo mismo proteger que sobreproteger? ¿Dónde está el límite? Aunque es una conducta bastante natural la de sobreproteger, lo cierto es que ayudaremos más a nuestros hijos si les dejamos margen de actuación que si intentamos evitar que actúen por ellos mismos, por miedo a verles sufrir.
En las siguientes líneas hablaremos de las características de los padres sobreprotectores y de cómo sus conductas pueden interferir en la autonomía y el desarrollo de sus hijos. Además, ofreceremos alguna idea clave para dejar atrás estas conductas, siempre bien intencionadas, que coartan la libertad de los más pequeños.
¿Protección o sobreprotección?
La sobreprotección no es lo mismo que la protección. Cuando hablamos de proteger a nuestros hijos, hablamos de una protección saludable, de un aspecto vital: los protegemos de los peligros, de las amenazas para su vida…
En cambio, cuando hablamos de sobreprotección, nos referimos a conductas que interfieren en el desarrollo adecuado del niño, invadiendo su libertad personal y su espacio vital.
Sobreproteger es una tendencia que implica preocuparnos “en exceso” de otra persona, en el sentido de que evitamos que sufra, que explore, que se desarrolle… Y todo por el miedo a que se haga daño o sufra, cuando en realidad el dolor casi siempre es inevitable, además de beneficioso para crecer y aprender.
Una conducta que conlleva riesgos
Hasta cierto punto, es normal manifestar conductas sobreprotectoras hacia los hijos (sobre todo con los primeros hijos). Es, en cierta manera, un instinto de hacer sobrevivir a los más pequeños, de cuidarlos y protegerlos.
Sin embargo, cuando esta sobreprotección es excesiva, o cuando se alarga en el tiempo a medida que crece el niño, entonces puede conllevar efectos negativos para su desarrollo personal y su autonomía. ¿Cómo son los padres sobreprotectores? Vamos a ver 6 de sus características más relevantes:
6 características de los padres sobreprotectores
Los padres sobreprotectores ejercen esa protección excesiva hacia sus hijos normalmente con el fin de evitar que sufran o que se hagan daño. A menudo, este rasgo se relaciona con la hiperresponsabilidad parental o con un miedo atroz a no ser un buen padre, que se intenta “compensar” a través de acciones un tanto invasivas para el niño. Son acciones que, más que ayudarlo, minan su autonomía. Vamos a conocer las más habituales.
Evitan que sus hijos se expongan a una situación desagradable
Una de las características de los padres sobreprotectores es que evitan, casi a toda costa, que sus hijos se expongan a una situación desagradable o complicada. Con toda la buena intención del mundo, intentan que los pequeños no sufran, pero claro, eso puede perjudicarles.
¿Por qué? Porque este tipo de comportamientos evita o dificulta que los niños desarrollen las estrategias adecuadas para hacer frente a los problemas en un futuro.
Resuelven los problemas de sus hijos
En relación al punto anterior, otra de las características de este tipo de padres es que resuelven los problemas de sus hijos. Al intentar evitar que sufran o lo pasen mal, se encargan ellos mismos de sus problemas. Pero, igual que en el caso anterior, eso no los empodera, sino todo lo contrario. Les hace ser niños o chicos menos autónomos.
Los padres sobreprotectores limitan que sus hijos exploren el mundo
Son padres que limitan en sus hijos la exploración del mundo, una exploración que resulta altamente beneficiosa para su desarrollo físico y emocional. Estos comportamientos parentales pueden aparecer desde que los niños son pequeños (evitando, por ejemplo, que se muevan mucho en casa para evitar que se hagan daño) y hasta que son adolescentes (limitando sus salidas con los amigos o sus viajes, por ejemplo).
Toleran muchas demandas
Otra de las características de los padres sobreprotectores es que manifiestan una alta tolerancia a multitud de demandas de sus hijos. En otras palabras: “se lo consienten todo”. El peligro más directo de esta conducta es el desarrollo de hijos malcriados, caprichosos o altamente demandantes, que siempre tienen lo que quieren sin necesidad de esforzarse por ello.
Les cuesta poner límites
En línea con el punto anterior, al ser padres que toleran todo tipo de demandas en sus hijos, también presentan dificultades para poner límites a sus comportamientos. Esto hace que los hijos acaben desarrollando, muchas veces, conductas inadecuadas, porque están ante el “todo vale”.
Aunque pueda parecer contradictorio, poner límites les puede ayudar a desarrollar su autonomía, a valorar su libertad y a definir y entender cómo “tienen que” comportarse y cómo no.
“Los niños necesitan límites; los límites les ofrecen seguridad, así como un entorno y unas normas establecidas sobre lo que está bien y lo que no”.
Los padres sobreprotectores se lo hacen todo a sus hijos, aunque estos ya puedan
Los padres sobreprotectores tienden a hacérselo todo a sus hijos, aunque estos ya estén capacitados para hacerlo. Hablamos, por ejemplo, de sus hábitos de higiene (ducharse, vestirse…) o de su autonomía (desplazarse solos, por ejemplo).
También se incluyen las tareas domésticas como poner la mesa, hacerse la cama o prepararse la mochila para la escuela o el instituto. Actuar así puede hacer que el niño, en un futuro, tenga serias dificultades para afrontar o asumir responsabilidades.
¿Cómo proteger sin sobreproteger?
Está claro que educar no es fácil y que no existe una fórmula mágica para hacerlo a la perfección. Y es que tampoco tenemos por qué ser padres o madres perfectos, sino simplemente actuar como nos diga el instinto, siempre en beneficio del niño y con sentido común, buscando el equilibrio entre el desentendimiento o la indiferencia total y la sobreprotección.
“La educación no es la preparación para la vida. La educación es la vida en sí misma”.
-John Dewey-
En definitiva, sabemos que la sobreprotección es muy habitual en padres y madres, sobre todo en aquellos que están empezando a ejercer la paternidad. Es normal este tipo de conductas, aunque con el tiempo debemos aprender a dejar volar a nuestros hijos y a retirarnos progresivamente de sus tareas, porque eso les puede ayudar.
¿Cómo les ayudará? Les empoderará, les ayudará a responsabilizarse de sus cosas y a ganar autonomía y seguridad personal. Y, por otro lado, les ofrecerá la oportunidad de prepararse para la vida adulta, adquiriendo los recursos necesarios para afrontar un mundo cada vez más exigente y cambiante.
Bibliografía
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- Bowlby, J. (1986) Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.
- Hoffman, L., Paris, S. y Hall, E. (1995) Psicología del desarrollo hoy. Vol.1 Madrid: McGraw-Hill.
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