Durante la infancia, todos los niños experimentarán uno o varios conflictos del desarrollo afectivo. Estos son normales; son parte de su desarrollo evolutivo. Sin embargo, si estos conflictos son muy frecuentes o se alargan en el tiempo, podrían dar lugar a ciertas patologías.
En ocasiones, los conflictos afectivos se asocian a trastornos de conducta. Entre ellos: fracaso escolar, dificultades en las relaciones sociales, trastornos alimentarios o de sueño… Por ello, es importante que, desde la familia, estemos atentos para prevenir, detectar y tratar a tiempo estos conflicto afectivos.
Conflictos del desarrollo afectivo
El desarrollo de la afectividad comienza en el momento en que nacemos. El vínculo afectivo que se crea entre la madre y el bebé beneficiará de forma significativa el desarrollo social, afectivo y emocional del bebé. Las emociones y la forma en la que el niño las procesa van a ser los pilares de su personalidad.
Aun así, todos los niños tendrán uno o varios conflictos del desarrollo afectivo durante su infancia. Estos son normales, pues son parte de su desarrollo evolutivo. Así, a continuación, veremos los más frecuentes.
Rabietas
Una rabieta o berrinche es una forma inmadura de expresar ira o enojo ante un desacuerdo o malestar. Son normales desde los 12 meses y hasta los tres o cuatro años.
Estas se manifiestan a través de enfado, disgusto o llanto exagerado. Asimismo, es la forma de comunicación que tienen los niños para expresar sus deseos o necesidades insatisfechas, ya que en esta etapa (12-36 meses) todavía no saben controlar sus emociones.
Situaciones que provocan rabietas en los niños
- Necesidades básicas (hambre, sed, sueño…) que no podemos satisfacer en este momento.
- Necesidad de descargar o liberar tensiones, miedos o frustraciones presentes o pasadas.
- El niño entiende que algo es injusto o no merecido.
- Obligación de hacer algo que al niño no le apetece hacer o dejar de hacer algo que le gusta.
Alrededor de los 2 años, los niños descubren el poder de las rabietas. Si estas son demandadas y atendidas al instante, los pequeños saben que tienen una herramienta para manipular las emociones de sus padres y así conseguir lo que se proponen. Por lo tanto, no es conveniente hacer caso a las rabietas motivadas por el deseo de llamar la atención o exigir algo.
Una vez que estén calmados, debemos hablar con ellos y hacerlos entender que enfadarse, llorar o patalear no son formas de conseguir lo que desean. Es importante establecer límites y no acceder a sus chantajes. Con el tiempo, entenderán que el camino correcto consiste en el diálogo y la comunicación, y no en “numeritos”.
Sin embargo, si las rabietas son por una necesidad básica, como sueño, hambre o cansancio, debemos calmarlos, tranquilizarlos y abrazarlos. Actuaremos de la misma forma si vemos que el niño tiene miedo o frustración por algo. Primero, hemos de conectar con sus emociones y después redirigir la conducta y buscar posibles soluciones.
Celos, uno de los conflictos del desarrollo afectivo más frecuentes
Los celos se pueden definir como una reacción irracional compuesta de tristeza, pérdida de autoestima y sentimientos de envidia hacia otra persona. Son una respuesta evolutiva normal a ciertos cambios en el entorno del niño.
No suelen tienen mayor importancia si son circunstanciales y pasajeros. Sin embargo, si afectan a su autoestima, a sus relaciones sociales y afectivas o si sobrepasan los 5 años, los celos pueden convertirse en una patología.
Así pues, los celos pueden dar lugar a problemas conductuales como agresividad, inseguridad o regresiones. También pueden provocar desajustes en las relaciones interpersonales, desconfianza, terquedad o envidia.
Generalmente, el principal motivo que provoca celos en los niños es la llegada de un nuevo hermano. En consecuencia, el niño sufre. Se da cuenta de que sus necesidades emocionales no se satisfacen como antes y que ha perdido la exclusividad.
Pero también existen otras causas que pueden provocar en el niño el temor y el sentimiento de perder el afecto de sus padres. Por ejemplo:
- Favoritismos y preferencias que a veces muestran los padres por uno de sus hijos.
- Excesiva dependencia de uno de los padres por parte del niño.
- Sentimientos de inseguridad y de inadaptación.
Para controlar y prevenir los celos, es importante que la familia fortalezca la autoconfianza del niño y lo eduquen en la afectividad. También es importante modificar ciertas conductas para evitar que el pequeño tenga la sensación de perdida de afecto.
Regresiones
En ocasiones, el comportamiento habitual de los niños sufre modificaciones. Un niño puede retroceder en sus aprendizajes, es decir, pierde las destrezas en un hábito que ya había adquirido en etapas anteriores. Por ejemplo: volver a mojar la cama, hablar de manera más infantil o pedir de nuevo el chupete.
Estas conductas aparecen sobre los 3 o 4 años. Son normales y frecuentes cuando el niño se enfrentan a un cambio reciente en su entorno y que le genera estrés. Así pues, las regresiones actúan como mecanismo de defensa ante un trauma, un conflicto o un desajuste afectivo. Por ello, es importante no enfadarnos. Las regresiones son pasajeras. Es una fase en la cual el niño busca su equilibrio emocional.
Por otro lado, debemos identificar las causas que han provocado la regresión. Así, podremos ayudar al niño. Como pauta general, nunca hemos de enfadarnos con él, ni criticarlo ni avergonzarlo por su comportamiento. Es conveniente solidarizamos con el niño, mostrarle afecto y dedicarle más de tiempo.
Causas más comunes de regresión
- Cambios en la rutina de cuidados del niño; nueva cuidadora o empezar el colegio.
- Embarazo de la madre o el nacimiento de un nuevo hermano.
- Una enfermedad significativa en el niño o en un miembro de la familia.
- Una muerte reciente de un familiar.
- Conflictos familiares o divorcio de los padres.
- Una mudanza reciente o futura hacia una nueva casa.
Miedos
El miedo es una emoción normal que forma parte del desarrollo infantil. Es un sistema de alarma que ayuda al niño a evitar situaciones potencialmente peligrosas. Las situaciones de miedo que experimentan los niños varían según la etapa evolutiva.
Así pues, con la edad, remiten unos miedos y aparecen otros nuevos para adaptarse a los cambios del mundo que los rodea. Estos miedos asociados con la edad tienden a ser transitorios y de corta duración. Sin embargo, en algunos niños pueden convertirse en crónicos y patológicos.
Miedos según la edad
- Durante el primer año, son más frecuentes los miedos relacionados con estímulos intensos o desconocidos, como ruidos fuertes y personas extrañas.
- Hasta los seis años, son comunes los temores relacionados con animales, tormentas, oscuridad, seres fantásticos (como brujas o fantasmas), catástrofes y separación de los padres
- A partir de los seis años, aparece el miedo al daño físico, al ridículo y, algo más tarde, a las enfermedades y accidentes, al bajo rendimiento escolar y a las divergencias entre los padres
En general, los miedos físicos (animales, tormentas, daño, etc.) disminuyen con la edad, mientras que se acentúan los miedos sociales (ridículo, rechazo, hablar en público, etc.).
Sobre los conflictos del desarrollo afectivo
Si en algún momento el niño presenta alguno de estos conflictos del desarrollo afectivo, debemos pensar que son normales. Forman parte de su desarrollo, por lo tanto, debemos actuar siempre desde el afecto y el cariño, siempre que sea equilibrado. Un afecto excesivo y superprotector puede perjudicar su desarrollo psicológico tanto como la carencia de afecto.