No me divorcio por mis hijos

Tus hijos no deben ser la excusa para permanecer en un matrimonio infeliz. Un hogar conflictivo o indiferente daña más que una separación.
No me divorcio por mis hijos
Elena Sanz Martín

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Última actualización: 11 agosto, 2019

Las relaciones personales son un asunto complicado que no siempre resulta como habíamos planeado. Cuando una pareja ya no funciona y ambos piensan en separarse, es común escuchar la frase “no me divorcio por mis hijos“. Sin embargo, ¿has pensado en el daño que esto puede causar a tus pequeños?

La decisión de terminar con un matrimonio no surge de la noche a la mañana. Tras las decepciones y los numerosos intentos por salir adelante, muchas veces se llega a la conclusión de que no tiene sentido continuar con la relación. Sin embargo, la separación y el divorcio son etapas duras e incómodas de atravesar.

En esta tesitura, muchos padres, de forma más o menos consciente, utilizan a sus hijos como excusa para no enfrentarse a la idea de fracaso personal que supone para ellos un divorcio. Incluso el pequeño porcentaje de padres que lo hacen pensando realmente en el bienestar de sus hijos estarán logrando el efecto contrario.

No me divorcio por mis hijos: ¿cómo afecta esto a los niños?

Para los pequeños, sus padres son sus máximos referentes. De ellos aprenderán a comportarse y a interpretar el mundo. La infancia es el patio en el que jugamos toda la vida; lo que asimilemos estos primeros años definirá nuestro concepto de familia, de amor, de convivencia, de expresión de afecto y de resolución de conflictos.

Tanto los hogares conflictivos como los indiferentes están reflejando situaciones enormemente perjudiciales para la pequeña mente en formación de un niño.

Padres teniendo una discusión delante del niño a punto de pedirse el divorcio.

Hogares conflictivos

Algunas parejas permanecen juntas a pesar de haber concluido que no son felices en esa unión y, por ello, su convivencia está plagada de conflictos, discusiones, gritos y reproches. Aunque traten de no pelear delante del niño, este finalmente lo percibe y lo presencia en mayor o menor medida.

Esto genera en el infante una sensación constante de estrés y desprotección. Siente rabia y miedo por las discusiones que se generan, pero no puede acudir a sus padres en busca de consejo y desahogo, pues estos están enfadados y descontrolados, protagonizando la situación que le perturba.

El niño intentará modificar esta situación evitando contar sus propios problemas para no generar nuevos conflictos o, por el contrario, tratando de llamar la atención con conductas poco adecuadas para que el foco de sus padres se centre en él.

Finalmente, el pequeño interioriza el conflicto. Asume que los gritos y reproches son estrategias válidas de interacción y que llegar a acuerdos respetuosos es imposible. Entenderá que la vida es sufrimiento y las relaciones una batalla, y de adulto le será muy difícil establecer vínculos de pareja sanos y generosos.

Hogares indiferentes

La situación no es mejor para aquellos niños que crecen en hogares con una convivencia rota. Padres que se ignoran por completo y llevan vidas separadas. Los progenitores pueden pensar que, si no hay discusiones, no generan sufrimiento en sus hijos. Pero les mantienen inmersos en un ambiente incómodo y totalmente carente de cariño y cuidados entre la pareja.

A pesar de vivir junto a sus dos padres, estos niños no experimentan planes en familia. Muchas veces observan cómo sus padres duermen en lugares separados y apenas se dirigen la palabra. Observa cómo ambos se encuentran tristes y derrotados en su propio hogar mientras se tratan como completos extraños.

Pareja discutiendo delante de su hijo bebé por el divorcio.

El infante sentirá tristeza y culpa ante esta situación, tratará de fomentar momentos en familia y se sentirá frustrado cuando no lo logre o cuando estos resulten incómodos. Además, cargará con el sentimiento de responsabilidad de hacer felices a sus padres, ya que ellos por sí mismos no lo son.

Aprenderá que es aceptable que una pareja se trate con descuido e indiferencia, que hay que aguantar en lugar de buscar la propia felicidad. Además, carecerá de ejemplos de convivencia y es posible que se convierta en una persona muy solitaria.

No me divorcio por mis hijos: es mejor separarse

Cuando se ha intentado salvar la relación y no ha habido éxito, es preferible separarse de forma respetuosa y tomar caminos diferentes. Nadie puede dar lo que no tiene, y no podemos enseñar coraje, amor y felicidad a nuestros hijos si no lo tenemos nosotros primero.

La separación será dura y frustrante para todos, pero ayudaremos al pequeño a entender que, en ocasiones, hay que tomar decisiones difíciles y cambiar de rumbo, pues todos debemos buscar nuestro bienestar.


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