El mes de mayo es, por excelencia, el mes de las comuniones. Ya en junio, me gustaría aprovechar para hacer una reflexión sobre una realidad social que estamos viviendo: comuniones que parecen bodas.
En los últimos años están proliferando las celebraciones de la comunión “por todo lo alto”. Es cada vez más habitual encontrarnos con padres y madres que afirman tener la sensación de no poder salir con vida (ni con dinero) de esta celebración social.
Digo social porque, aunque en su base religiosa, se ha transformado en un acontecimiento que ha ido perdiendo su significado principal, fundamentado en la creencia y en la fe. Estos padres y madres pueden llegar a endeudarse con el fin de proporcionar a su pequeño un momento perfecto que recuerde toda su vida.
Además del coste económico, esto conlleva una situación de estrés relacionada con todos los preparativos de la organización.
¿Qué es la comunión?
Dejando a un lado la ‘locura social’ en la que se ha convertido el momento de la comunión, creo necesario hacer un breve apunte sobre su significado original.
El origen de la comunión católica es una ceremonia íntima y espiritual, donde se establece la unión entre Cristo y el niño o la niña que la recibe. Con este rito, se inicia una relación que se irá estrechando cada vez que la persona católica comulgue ante Dios.
Bajo esta concepción, la importancia del acto se debe centrar en el ritual que se realiza en la iglesia, la preparación o catequesis, la confesión o acto de penitencia y el acto de eucaristía. Respecto a la vestimenta, solo se exige que se vista de blanco. Los complementos a llevar son: una biblia, un rosario y un libro de oraciones. Todo lo que exceda de estas condiciones no pertenece al verdadero acto de la comunión. Y ahí es donde las comuniones se transforman en bodas.
En la gran mayoría de casos, lo que llamamos comunión no es más que un rito social de presentación del pre-adolescente en sociedad.
Costes de una comunión que parece una boda
He intentado hacer un cálculo medio de lo que ha podido costar una comunión-boda en el año 2019. Este ha sido el resultado teniendo en cuenta solo algunos de los indispensables de este tipo de celebraciones:
- Traje y accesorios del niño o de la niña. De 300 €, para niños, hasta 500 €, en el caso de las niñas. Este coste se puede incrementar hasta superar los 1000€, dependiendo de las marcas, las tiendas y si se adquiere un segundo traje postceremonia. Sumando otros 100 €, si se añade pijama, camisón o bata, para la sesión fotográfica preceremonia.
- Invitaciones y detalles para los invitados. Indefinido, ya que puede variar, dependiendo de: número de invitados, si añadimos ramos de flores para personas significativas en la vida del niño, tipo de detalle, etc…
- Fotógrafo. Desde 250 € hasta 600 €.
- Cubiertos del banquete. Una media de 60 € por cada adulto, y unos 40 € por niño.
- Mesa dulce. No suele ir incluida en el banquete, y puede tener un coste medio de 350 €, dependiendo del número de comensales.
- Photocall. Unos 80 €.
- Animador para los niños. 50 €/hora.
- Alquiler de Limousine. 200 €. Es el detalle estrella para que las comuniones parezcan bodas.
No podemos dejar de mencionar los regalos que estos niños pueden llegar a recibir:
- Móviles o dispositivos de última generación.
- Los últimos modelos de videoconsolas.
- Fines de semana en SPAs.
- Viajes a parques temáticos o a países extranjeros.
- Y un largo etcétera de regalos inadecuados para niños de 10 años.
Cómo las comuniones terminan pareciendo bodas
Ya sabemos que las generalizaciones siempre son peligrosas, por lo que es difícil concretar un único motivo por que el que una parte de la población se comporta de una determinada manera. Sin embargo, existen algunas hipótesis que pueden explicar este fenómeno:
- Comparación social. Solemos temer que nos comparen con los demás, sobre todo si salimos perdiendo. Esto hace que nos dejemos llevar por las tendencias del momento, olvidando nuestros deseos, necesidades y posibilidades. Como dice mi abuela: “A donde fueres, haz lo que vieres”. Suele ir unido a una baja autoestima y a un pobre autoconcepto.
- Compensar la falta de tiempo y atención hacia nuestros hijos. La dificultad entre la vida laboral y la conciliación familiar hacen que nos sintamos culpables por no poder atender adecuadamente a nuestra prole. En este contexto, una fiesta por todo lo alto compensa todo el tiempo perdido. Se relaciona con personalidades tendentes a la autocrítica y la autoexigencia.
- Ostentación social. Necesidad de ser más que nadie. “Mi hijo es el mejor, y lo demuestro con derroche económico”. Esta hipótesis va unida a una concepción materialista y superficial de las relaciones y de la vida.
- Compensar las propias carencias sufridas. Se refleja en el pensamiento del tipo: “mi hijo se merece todo lo mejor” o “como yo no lo pude tener, se lo ofrezco a mi hijo”. Esta causa mueve a padres con un origen humilde que quizá no hayan podido disfrutar de algún lujo o capricho durante su infancia.
- Por simple apetencia o propia elección. Aquí englobamos a personas sin una causa subyacente que se decantan por este tipo de celebración, sin presiones ni influencias externas. Simplemente, porque les apetece.
Consecuencias de las comuniones que parecen bodas
Sobra decir que, corremos el riesgo de estar educando una generación sin esfuerzo de logro, tendente a las recompensas inmediatas y con unos valores basados en lo material y lo superficial. Quizá les estemos transmitiendo valores erróneos, como el de “tanto tienes, tanto vales” o el de “no es necesario esforzarse para conseguir los objetivos”.
Desde aquí, y si me lo permitís, me gustaría invitaros a reflexionar sobre este tema. Intentad responder a estas preguntas:
- ¿Usted hizo la comunión?
- ¿Cuál fue el motivo por el que la hizo?
- ¿Cómo fue su comunión? ¿La celebró? ¿Cómo fue su celebración? ¿Le hizo feliz?
- ¿Quiere que su hijo o hija haga la comunión? ¿Cuál es el motivo?
- ¿Cuál es el significado que le gustaría que el día de la comunión tenga para su hijo o hija?
- ¿Valores para la vida que quiere transmitir a sus hijos?
- ¿Qué opina sobre esto el protagonista del futuro acto?
Una vez que haya contestado a estas preguntas (y quizá a otras que le hayan podido surgir) puede que esté más cerca de tomar una decisión acorde a su forma de pensar, sentir y actuar, sobre la próxima comunión de sus hijos. La única respuesta correcta es ser consecuente con lo que somos y con lo que queremos transmitir.
Bibliografía
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- Vallverdú Vallverdú J. (2008). "Antropología simbólica". Ed: UOC.